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El efecto Bandwagon se refiere a la tendencia de las personas a adoptar ciertos comportamientos o actitudes por el simple hecho que otros lo están haciendo. Esencialmente, implica unirse a la «multitud» o seguir la corriente sin un análisis crítico.

Este fenómeno se basa en el principio psicológico de conformidad social, donde las personas tienen una fuerte necesidad de ser aceptadas y encajar en un grupo. Como resultado, pueden adoptar comportamientos o adoptar opiniones populares para evitar el rechazo o la exclusión social. El efecto bandwagon es especialmente evidente en situaciones en las que la opinión o la tendencia dominante se percibe como popular, exitosa o la «elección ganadora».

Un ejemplo claro del efecto bandwagon es en política. Por ejemplo, si un candidato político está experimentando un aumento en popularidad y se considera el «favorito» según las encuestas, es probable que atraiga a más seguidores y simpatizantes, ya que la gente tiende a querer respaldar al supuesto ganador. Este efecto también se observa en campos como la moda, los deportes, la música y otras áreas donde las tendencias y las opiniones públicas son prominentes.

Otro ejemplo son los juicios valóricos respecto de una persona. En grupos de amigos, sobre todo en edad escolar, se podía estigmatizar a una persona que no conocíamos por el simple hecho de que una o dos personas del grupo hicieran público un defecto o una situación en la cual esta persona supuestamente se haya comportado de mala manera. El grupo, por tanto, sin información válida y sin mediar contraste con la realidad, lo trataba como delincuente, mentiroso o ladrón, simplemente porque el resto del grupo lo decidió así.

En Chile, mientras se discute una millonaria condonación al crédito universitario (denominado CAE), los deudores masivamente han dejado de pagar las cuotas del CAE incrementándose la morosidad desde el 40% el año 2018 a un 60% a fines del 2023. La expectativa que finalmente pueden ahorrar un dinero si no lo pagan y el hecho que su amigo o compañero universitario lo dejó de pagar, refuerzan el hecho que probablemente tampoco deba pagarlo.

Otro ejemplo del efecto bandwagon es el de insolvencia de un acreedor. Si el banco A le prestó a la empresa B (y a otros muchos más); y pasado un tiempo el banco A inicia problemas financieros donde se especula una eventual liquidación, entonces la probabilidad que la empresa B deje de pagar en la expectativa que en una liquidación puedan condonarle una parte de la deuda, al mismo que tiempo que otros deudores ya le dejaron de pagar; son muy altas.

Es por ello que ante una crisis se debe actuar con la mayor rapidez posible, mientras se comunica asertiva y claramente tanto a acreedores como deudores en que aspectos se está trabajando para superar la crisis, y que se espera lograr de este trabajo en el corto plazo. Es necesario trabajar arduamente en un plan de comunicaciones que permita minimizar (o mejor aún eliminar) la incertidumbre que naturalmente rodea un proceso de insolvencia para que no se visualice como una fuente de ganancias para los oportunistas de siempre.

De igual forma, a los oportunistas que vean un negocio en dejar de pagar sus cuentas por cobrar, darles muy duro en tribunales con los mejores abogados que la empresa pueda costear.

Entonces, la rapidez con la que se encara la crisis, el desarrollo de un plan de comunicaciones ad-hoc y una dura respuesta a los oportunistas de siempre parece ser el antídoto perfecto para hacer frente al efecto bandwagon.

info@concordiainvestments.com

 

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