Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Creer que Frank Underwood es el político más corrupto y mañoso del mundo, es no creer en el talento nacional. Underwood (interpretado por Kevin Spacey) es el presidente de los Estados Unidos en la serie House of Cards de Netflix y ha construido su carrera política desde el Congreso gracias a la trampa y las triquiñuelas. Sin embargo y sin caer en falsos nacionalismos, Underwood no tiene nada que enseñarnos porque su maldad y su malicia no llegan a la categoría de las de cualquier edil de junta de acción local colombiana.
Aunque existen excepciones, no hay que olvidar que todo hombre nace bueno hasta que la política lo corrompe. El prototipo del político colombiano mezcla elementos comunes a los de cualquier político del mundo, con características propias de nuestra raza. En este mundo de nadies, ellos se creen con derecho a ser llamados “ don nadie”. Son trepadores, zalameros, oportunistas, descarados, embaucadores, marrulleros, lamedores, aprovechados y simpáticos. La gran mayoría de ellos ha estudiado en buenas universidades lo que lejos de ser un atenuante es un agravante, porque de alguna manera han tenido oportunidades que la gran mayoría de colombianos ni han soñado. Para ellos, la ideología no existe porque en la política como en la vida, ni los amores ni los odios son eternos y las ideas en torno al estado y al gobierno no son más que antifaces que se quitan y se ponen de acuerdo con las circunstancias. Llevan doble vida, bien sea porque hacen en privado lo que critican en público, porque no han salido del clóset, porque tienen doble agenda o simplemente porque siempre tendrán la oportunidad de acomodarse. Lo de ellos no es el equilibrio sino el equilibrismo. Son como el jenga o el tetris, siempre a punto de caer, siempre a punto de rebotar, pero al final logran sostenerse y cuando caen, caen parados. Oxidan un tubo, tuercen un riel, se roban un hueco, venden un ventarrón y espantan una nube y aunque lo aparentan bien, son casi, casi, la mejor expresión del crimen organizado. Son como una bacteria estreptococo que se traga de a pocos todo lo que toca y al mejor estilo de la caja negra de un avión, son incombustibles y casi indestructibles.
Si el Papa los conociera, correría horrorizado porque se reproducen como conejos. En las personerías estudiantiles o en los consejos de administración de los edificios empiezan a sentir los primeros llamados del destino. Pasan luego a las juntas de acción comunal, donde afilan las uñas para posteriormente saltar a las JAL donde empiezan a sacar las garras. De ahí al Concejo municipal solamente hay cinco promesas incumplidas. Allí ya son pequeños tigrillos, rottweiler cachorritos, que no sueltan la presa. Saltan al Congreso, empezando por la Cámara con la mira puesta en el Senado. Allí pueden morar eternamente o saltar a la burocracia nacional e incluso algunos se arriesgan a las votaciones populares para volver como el Cid campeador, convertidos en exalcaldes, exgobernadores o mejor aún, en expresidentes.
Los políticos colombianos son la mayor expresión de la materia que no muere sino que se transforma. Son los reyes de la reinvención, de las mil caras porque lo que hoy los condena mañana los salva.
Señor Underwood, bájese de la nube. Usted es apenas un principiante y en nuestro Congreso no duraría una semana. Nuestros políticos son demasiado bruscos para usted…