No había acabado Jorge Mendes de firmar el contrato que ligaba a James Rodríguez con el Bayern Munich, cuando en Sanandresito ya se estaban vendiendo las nuevas camisetas. De 90 mil a 30 mil, dependiendo de la capacidad de regateo. En cualquier caso, una cifra muy lejana a los 99 euros a los que se venderán en Europa, las camisetas originales.
Y es que el fútbol no se escapa de la economía subterránea que ama este país, como tampoco los Levis, las carteras Louis Vouiton, los perfumes Christian Dior o los pollos de la Surtidora de Aves. Pero ese es otro tema. El punto está en que los colombianos somos arribistas, banales y superfluos. Nos pegamos a un trasteo un sábado a las siete de la mañana y nos entregamos a lo que la sociedad de consumo nos impone, sin importar lo chiviado que tengamos que comprar. Este fenómeno que está sucediendo con James en el Bayern, es el mismo que vivimos hace tres años con el Madrid cuando una horda de hinchas de Jaguares, Patriotas o Quindío, resultaron de la noche a la mañana, fanáticos histéricos del club merengue. Si Florentino Pérez hiciera la cuenta del número de camisetas del Real, en poder de los hinchas colombianos, seguramente, ofertaría por Messi y por Neymar. Pero claro, esa plata nunca llegó al bolsillo de su club y se quedó en las manos de los lavadores colombianos de dinero.
Vivimos la vida al vaivén de las noticias y por eso cuando Juan Pablo Montoya participaba en la Fórmula 1, todos sabíamos de carros, o cuando Villegas clasificaba a un torneo importante, hablábamos de birdies y de boggies o cuando Nairo estaba en las buenas, lo apoyábamos al cien o ahora que una colombiana logró un récord en Apnea, todos resultamos capaces de fumar debajo del agua. Si hasta la gentecita bien, de dedito fracturado, le parece muy cool decir como dice Rigoberto, que eso no pasa de ser una severa guevonada. No es aventurado pensar que en pocos días aparecerá una niña bautizada como Bundesliga Rodríguez o un bebé con el nombre de Carloancelloti Tibaná.
Como vivimos de la moda, la televisión y la Internet han terminado por matar a los hinchas de un sólo equipo. Hoy es fácil encontrar a un seguidor de Millonarios, que a su vez es hincha del Barcelona y que ahora por supuesto, será incondicional del Bayern Munich. Muchos opinan que uno puede seguir al número de equipos que le venga en gana. Lo respeto, pero no lo comparto. Con los equipos de fútbol pasa como con la gente que uno ama y es que uno no puede querer a más de uno al mismo tiempo. Hay unos que nos gustan más que los demás sin importar las razones, aunque haya otros que se admiren pero sin la pasión necesaria como para perder la cabeza por ellos. Ser hincha de un equipo implica cierto grado de amor visceral, porque se le perdona todo, se le excusa todo y no se admite término medio y mucho menos compartir esa pasión. Es por eso que uno tiene pocos amigos. Uno o dos. El resto serán meras expectativas que hoy pueden ser y mañana no serlo. Simpatías de dos días porque los amores verdaderos son eternos. Pero no. Los seguidores modernos del fútbol son polígamos y promiscuos. No voy a negar que a partir de hoy si juega el Bayern Munich contra el Eintracht de Frankfurt obviamente haré fuerza porque gané el equipo de James, pero de ahí a comprarme una camiseta, gritarle calvo hp a Robben porque no le da la camiseta 10 a nuestro niño prodigio, o darme en la jeta con un hincha del Hamburgo, hay una enorme distancia.
Para felicidad de los vendedores de Sanandresito, las camisetas del Madrid terminarán convertidas en pijama o en trapos para limpiar el polvo,porque todos correrán a comprar las rojas del Bayern Munich. Yo en realidad prefiero gastarme esa platica en dos platos de lechona que es la única razón válida para ir de compras a ese sitio.
No se censura nuestra cultura. Adaptar, adoptar, recrear y transformar han sido parte del ADN de los colombianos y ha hecho que evolucionemos, en muchos casos para mejorar. Anoto que soy hincha del bayern münchen desde los tiempos de Augenthaler, «pie de plancha» Kohler, Schumacher (Härald) y Rummenigge, con aquellas narraciones que hacía Alberto Salcedo en español para Transtel y que veíamos en la TV educativa y cultural de principios de los ochenta.
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Mijo, uno tiene derecho a ser hincha del equipo que sea y si hay un colombiano ahi pues con mas ganas! No es por el equipo en si, es por el compatriota.
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