Los colombianos somos expertos en hablar, en opinar, en decir y dar apreciaciones. Somos parloteadores por naturaleza porque creemos que es pecado dejar pasar la oportunidad de quedarnos callados. Sufrimos de incontinencia verbal, de lascivia oral, de verborrea inmoderada. Ese es nuestro sello característico, qué le vamos a hacer.
Lo que también es cierto, es que el poder embriaga y borracho que se respete grita, vocifera, clama, lo que se le venga en gana y lo que lleva clavado en el fondo de su corazón. Será por eso entonces, que en estos pocos meses que llevamos del regreso del Centro Democrático al poder, los colombianos asistimos al festival de la opinión, a la feria del dime y el direte, de la cual, muchos nos declaramos francamente mamados.
El poder embriaga y borracho que se respete grita, vocifera, clama, lo que se le venga en gana…
Si antes, estando en la oposición no se guardaban ninguna apreciación sobre lo divino y sobre lo humano, hoy cuando han vuelto a tener la sartén por el mango, no se miden a la hora de decir, tanto que el que menos está hablando es el propio Uribe, lo que ya es mucho decir. Y es que acá no se trata de que no tengan derecho de opinar, faltaba más, sino de por lo menos entender qué es lo que quieren, porque entre tantas arengas y diatribas uno no termina por saber si cada frase es fuego amigo, fuego enemigo o simplemente una gran urdida patraña de policías buenos y policías malos, que cueste lo que cueste harán hablar al sospechoso.
Habla Macías, prohombre del Huila, benemérito ciudadano, acreedor a homenajes y condecoraciones que ni Botero, García Márquez o Llinas han merecido. Con solo dos meses como presidente del Senado y sin obras visibles que mostrar, va camino a quitarle a su jefe eterno, el título de gran colombiano. Habla Paloma con sus ojos desorbitados y su tonito payanés, la Cabal que se goza sus opiniones y las reacciones que provoca, habla Pachito desde Washington, sin importar la importancia del cargo que ocupa, habla el Ministro de Defensa, la Ministra de Justicia, la vicepresidente, la Gurisatti, los lambones de siempre y Duque, por supuesto, con su sombrero de gamonal de pueblo en sus Talleres Construyendo País, que no son más que la versión remasterizada de los consejos comunales de Uribe. Todos hablan, y eso que nos falta aún escuchar al flamante embajador Ordoñez.
La verborrea y la incontinencia oral hacen parte de nuestro sello característico.
Y a la larga, hablar está bien, si por lo menos se escucharan. Si por lo menos escucharan. Pero no. El manicomio está desatado y los loqueros andan de vacaciones, pero llegará el día en que alguno de los locos diga algo de más y sus propios compañeros con los ojos desorbitados lo corran por el patio para asestarle un bofetón.
Mientras tanto, Nerón mira a Roma desde lejos, tocando la lira, encendiendo la tea, comiendo uvas mientras disfruta su batallón de aduladores y mancebos…
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