En medio de nuestra misma mismidad, todos tenemos una opinión. El problema es que sentimos que es inmejorable y por eso vivimos presos de la tiranía de las percepciones.
En esta locura, todos creemos tener la razón. Sin embargo, las certezas son como un pan francés, que dura un día, por lo que a diario renovamos lo que pensamos, lo que decimos, lo que sentimos, todo, desde nuestra propia lógica, desde nuestra propia forma de ver el mundo, que en medio de los egos y la arrogancia, terminamos por pensar que es la única que existe. Y pues no, porque hay otras igual de válidas, igual de posibles, igual de ciertas, ya que aunque otros hayan inventado el agua, cada quien es dueño de sus propios hielos. Como en el kamasutra, siempre hay otros puntos de vista y como en el origami, siempre hay otras formas.
Para cambiar nuestra vida, deberíamos cambiar nuestra manera de vivir y esto es algo que pedimos a los demás y desde luego no a nosotros mismos”
Zigmunt Bauman
Aunque todos estamos en obra negra, creemos que nuestra opinión es sublime e irrepetible, que nos fue dictada por una inspiración divina o a través del soplo de alguna deidad caritativa, pero la verdad verdadera es que no somos más que pedacitos de otros, seres eclécticos que tomamos de los demás lo que mejor nos parezca y al final todas nuestras ideas originales ya las hemos escuchado antes por ahí.
No importan las cifras o los estudios, porque lo que valen son las clarividencias y las intuiciones. Las convicciones de otros son meras conjeturas, versiones chimbas de la realidad, interpretaciones discutibles de la vida, porque uno ve las sombras pero es incapaz de distinguir las luces. Pero, ¿cuál es la verdad? ¿son los hechos o las interpretaciones? ¿quién es su dueño? ¿quién la posee? ¿O será, tal vez, una exégesis subjetiva de lo que pasa por nuestra vida?
Decir de lo que es que no es, y decir de lo que no es que es, es falso; decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es verdadero”
Aristóteles
Somos prepotentes y egoístas, trogloditas y dogmáticos y nos sentimos con derecho de arrasar a los demás, esperando que siempre estén de acuerdo. Se nos llena la boca hablando de igualdad, siempre y cuando los demás sean los que se parezcan a nosotros. Sin embargo, en este mundo subjetivo, todo termina siendo relativo, aunque lo relativo también es relativo y porque donde sobran locos, generalmente faltan cuerdas.
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