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Está claro que la línea recta no siempre es el camino más corto entre dos puntos, pero los colombianos exageramos. Nos encanta dar vueltas, escrutar vericuetos, tomar laberintos, porque confundimos la diplomacia y las buenas maneras con la hipocresía, cuando en el fondo de lo que se trata es que somos inseguros. Curioso en un país que ha hecho de los atajos su forma de vivir.

Almibarar las palabras, endulzar las intenciones, dulcificar los propósitos, es la forma que tenemos para decir lo que debemos y para hacer lo que nos toca . Como en La vida es bella, la hermosa película de Roberto Benigni, creamos universos paralelos como una forma concreta de asimilar nuestras miserias, de sobrellevar nuestras desdichas, de detener lo inevitable, aún sabiendo que más tarde que temprano la realidad terminará por tocar la puerta. Por eso, nuestra vida termina siendo una ilusión contrafáctica de situaciones que no han sucedido, pero que evidentemente pudieron haber pasado, porque para nosotros lo importante no es que sea real sino que sea creíble.

Creamos universos paralelos como una forma concreta de  asimilar nuestras miserias

Por eso amamos los calambures y los rodeos. Creemos que eso nos salva y nos cambia las tristezas. Sin embargo, no podemos olvidar que algo va de la ironía al eufemismo: la primera consiste en envolver una piedra en papel regalo y la segunda en perfumar un mal olor.

Que neguemos el conflicto y la guerra que nos toca no resucita a nuestros muertos, ni detiene las balas que dejan las masacres. A las madres que les matan a sus hijos no les interesan las cifras ni los discursos con frases rimbombantes. Ni a los pobres, ni a los nadies, porque su realidad de dolor y  sus techos con goteras no cambiarán así los conviertan en concepto. Eludimos las verdades porque confiamos y sabemos que nuestras furias desaparecen con los días. Nuestra indignación es una especie de eyaculación precoz, que nos dura solo instantes, y a esos muertos los tapan otros muertos.

Negar el conflicto y la guerra no resucita a nuestros muertos.

La definición de eufemismo en la RAE es un eufemismo en sí mismo: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Suena bonito, sin duda, pero ser franco y ser directo, hasta ahora, no le ha hecho mal a nadie, aunque tampoco se trata de ser un chambón sin empatía.

Si nuestra realidad fuera tan bonita como las frases que decimos seríamos un país distinto. Sin embargo, somos lo que somos, lo que nos tocó ser y lo que decidimos por más vueltas que le demos. La vida es bella. La que es fea es nuestra propia realidad.

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