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Las tragedias son, desafortunadamente, los sucesos que más sacan a relucir lo mejor y lo peor de nuestra condición humana. La catástrofe que puso a Mocoa en el mapa, el pasado primero de abril, mostró que los colombianos somos solidarios y que estamos dispuestos a brindar apoyo, pero fue también el pretexto de inescrupulosos que sólo piensan en sacar provecho personal con el sufrimiento de otros.

De un lado, la exposición de imágenes evocadoras de dolor y sufrimiento fue el insumo de los medios de información durante varios días. Por nuestras pantallas atravesaron crónicas, cubrimientos especiales, entrevistas y testimonios que apelaban a nuestra sensibilidad y solidaridad, pero la saturación y explotación al cansancio de esta tragedia acercó a muchos medios masivos a las fronteras del amarillismo y la impertinencia.

Este fenómeno que podría estar justificado por las características de la dinámica del consumo de noticias, no se compara con el abuso de quienes, haciéndose pasar por organismos de socorro, solicitaban de manera ilegal insumos y donaciones en dinero, sin olvidar los que se hicieron pasar como transportadores de las ayudas para traficar con marihuana. Es indignante y doloroso que el aporte de algunos colombianos bien intencionados haya terminado en manos de criminales y haya sido aprovechado por los narcotraficantes de este país.

Un sector al que siempre le conviene figurar en medio de las tragedias es el de la esfera política. De un lado, algunos gobernantes y líderes se jactaban de su pronta indignación frente a la catástrofe, sacando pecho ante logros que, si bien son muy valiosos, deberían darse por sentado dentro del marco de su labor. Por supuesto, a ningún punto del espectro político le faltó culpar a su opositor por la tragedia. El dolor humano no es un juego y tampoco es el pretexto para promover agendas políticas.

Los desastres naturales, como el que hoy nos tiene en duelo, son un recordatorio devastador del poder de la naturaleza y del respeto que le debemos. Las evidencias que indican que la tragedia pudo haberse prevenido y que estuvo relacionada con la falta de planeación urbana, dan cuenta de que creemos que podemos manipular el planeta a nuestro antojo e ignorar sus advertencias. Sobre esto, preocupa la actitud de algunos líderes, que siguen ignorando el impacto del cambio climático.

El panorama de Mocoa es desolador y nos exige hacer frente de una manera más efectiva, a una situación que se repite en todos los rincones de nuestro país en épocas de lluvia. Además de obligar a las entidades responsables a tomar medidas preventivas más sólidas y planeadas, nos hace responsables a los ciudadanos espectadores del dolor, de buscar mecanismos efectivos para brindar apoyo y a investigar seriamente sobre el destino de nuestra ayuda que haga posible preservar la vida de los sobrevivientes y no generar más caos al caos.

Hoy quiero expresar mi solidaridad con el pueblo de Mocoa y mi disposición para brindar el apoyo necesario para que pueda sobrellevar esta difícil situación.

@FDavilaL

Fernando Dávila Ladrón De Guevara

Rector Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano

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