Justo antes de empezar con esta última entrega, me encontré la historia de un tipo al que le cobraron en un chiringuito de Formentera, España, €337 por un pescado fresco, una botella de vino, una ensalada, pan con alioli, una botella de agua, una cerveza, un tinto de verano y un helado. Desconcertado por semejante gancho al hígado, el ingenuo turista solo atinó a compartir su factura en Twitter -como si de algo sirviera-, pero lo único que recibió fue la solidaridad de miles de vaciados.
París
Y eso pasa, al turista siempre le ponen la trampa. Yo también caí. Para empezar, siempre desconfíe cuando en la carta lo enredan con cosas así: Fondues, mínimo dos personas; precio por una persona €15,50. ¿Entendió? Relájese, no es necesario, porque solo comprenderá de qué se trata cuando llegue la cuenta. Lo anterior me pasó en uno de tantos restaurantes de esta ciudad. Mis amigos y yo queríamos almuerzo y encontramos en Internet, como ya me había pasado en otra oportunidad (lea la anterior entrada de este blog), un local de buena pinta llamado Pain, vin, fromages. Bien reseñado, bien recomendado, allá fuimos a dar y empezamos con una fondue savoyarde, que es una exquisita y poderosa mezcla de quesos; seguimos con una fondue bourguignonne, que trae 250 gramos de carne; y para finalizar, un postre y una botella de vino. Lo anterior llegó por €94,50, que a mi modo de ver es un escándalo. Pero pensé, bueno, es París.
Sin embargo, a mi llegada a Colombia le conté a un amigo francés mi experiencia y se me rió en la cara; primero, porque en verano no se acostumbra a comer fondue; segundo, porque la tradición es hacerlo en las montañas. Y nosotros, pensando que la rompíamos con la visita a un auténtico restaurante francés, no hicimos ni lo uno ni lo otro. ¡Qué ignorancia! Pero bueno, nos la gozamos -porque rico sí estaba-, aunque pagamos sin una gota de vaselina tremenda inaugurada en esta ciudad de mujeres divinas y malmiradas; lo cual, la verdad sea dicha, las hace más divinas.
De consolación nos quedaron unos buenos crepes en el Barrio Latino, que aún hoy y después de ver muchas veces cómo los hacen, no deja de sorprenderme la facilidad con la que manipulan la mezcla para rellenarla. Sabrosos.
Berlín
Alguna vez le dije a una amiga venezolana que de seguir así, la llegada de sus paisanos a Colombia terminaría por influenciar de alguna manera, y creo que a largo plazo, la gastronomía del país; cosa que me parece excelente. De hecho, ya no es extraño encontrar arepas venezolanas en Bogotá. Pero bueno, todo esto para contar que luego de un par de días en Berlín me acordé de aquella conversación, porque en esta ciudad los turcos pisan duro. Hay restaurantes en todo lado y mis amigos, cada uno por su lado, me recomendaron un par de sitios con aquel sello. También fui a un marroquí, y aunque tiene sus diferencias con el turco, para un paladar desprevenido como el mío podría ser casi lo mismo. Todos muy buenos y baratos (entre €5 y €10), pero recomendar uno como el mejor, habiendo tantos en todos lados, me parece muy arbitrario. Claro, como en todo viaje son más las cosas que uno deja de probar, pero aquí cuento como yo lo viví.
Varsovia
Aunque los polacos son locos con los pierogi, un plato típico de la cocina del país, y que se trata de una especie de ñoquis rellenos de diferentes vegetales o carnes -que se mojan en salsas hechas de quesos u hongos-, yo me quedo con los nudillos de cerdo de The Red Hog, un restaurante que a mi parecer solo podría ser conocido por un polaco, pues de la ciudad vieja -que es de lo más turístico- está bien retirado. Este plato, a pesar de su nombre un tanto tosco, solo tiene carne magra y piel crocante hechas al horno, que se desprenden con enorme facilidad. El restaurante dice que la receta conserva la tradición de la República Democrática Alemana, lo que lo hace aún más nostálgico. Esto está, sin ninguna duda, en la parte más alta de mi escalafón de las cosas que llegué a probar en 28 días de viaje.
No siendo más, me despido de este verano.
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Tres ciudades que también visité Alejo. La comida en Paris es divina, creo que es la ciudad en donde mejor he comido en toda mi vida y la cuenta la pagó mi empleador. Lo mismo en Varsovia donde la comida no es tan buena pero las mujeres son divinas. Lo mejor de Polonia, aparte de las mujeres sonnlos helados con un sabajón Holandés cuyo nombre he olvidado. En Berlín andaba de estudiante vaciado entonces comí comida rápida en la torre de televisión del antiguo Berlin Este.
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