Una estudiante de trabajo social de la Universidad del Valle describe la intervención de instituciones y profesionales que desafían el estigma social y trabajan por la infancia vulnerable
Por Rosa Perea Benítez. Especial para Color de Colombia
Sobre el área sur occidental de Cali, se alza en la montaña un barrio de colores y texturas que siendo uno de los más antiguos en la ciudad, encanta a quien, desafiando los estigmas sociales, se aventura a conocer a su gente, su niñez, su juventud y su forma sencilla pero cálida y apasionada de ver la vida.
En el imaginario vallecaucano común, Siloé es una palabra que se remite casi automáticamente a robos, homicidios, marginalidad y analfabetismo.
Sin embargo, para aquellos y aquellas que hemos trabajado y vivido en el sector, la riqueza cultural de su gente, su calidez y su empuje para resolver las dificultades con ingenio en aras de salir adelante, se constituyen en lecciones de paciencia y creatividad en el día a día mucho mas significativas que el estigma social.
Esta calidez y vivacidad aflora espontáneamente en las niñas y los niños de Siloé con quienes entre bailes, música, talleres lúdicos y pedagógicos, se adelantan procesos desde diferentes ONGs (Funof, Proniño de Fundación Telefónica y ACJ, entre otras) e instituciones independientes de desvinculación al trabajo infantil y adhesión al sistema formal de Educación.
Estos niños y niñas entre los siete y los doce años comparten sus contra jornadas aprendiendo sobre convivencia, auto cuidado y educación. Fruto de esta promoción aparecen resultados como mayor interés en el área académica, las semillas de sus proyectos de vida y el respeto a los otros y las otras.
El trabajo infantil es una actividad común y naturalizada en Siloé y no se le ven desventajas a su práctica; antes bien es reivindicada en creencias como: [Es] «Para que aprenda el valor del trabajo», «para que vaya conociendo como es la vida», «Yo solo/sola no puedo con los gastos», «Prefiero que haga esto en lugar de andar con malas compañías, además yo estoy pendiente».
Aun así, los y las acudientes priorizan el proceso de educación formal de sus hijos e hijas y parte de los pocos ingresos obtenidos se invierten en la vida escolar (útiles escolares, el dinero del recreo, dinero del transporte, entre otros).
Vinculados también a estos programas de erradicación del trabajo infantil, los y las acudientes han:
a) Reflexionado en torno a los efectos y riesgos del trabajo infantil a corto y largo plazo.
b) Aportado al reconocimiento del cambio de roles y dinámicas familiares en los niños y las niños cuando los unos y las otras desarrollan actividades propias de quienes tienen la autoridad en la casa.
c) Permitido a sus hijas e hijos realizar actividades artísticas, lúdicas, pedagógicas que por cuestiones de tiempo o recursos no habían podido conocer/hacer.
d) Recibido aportes y atención profesional psico-social para su vida individual y familiar.
En efecto, se han logrado adelantos significativos gracias también a la voluntad de esta comunidad afanada por mejorar sus condiciones de vida y su imagen ante la ciudad.
Por revisar, aun quedan los elementos de ejecución que complejizan aun más e innecesariamente los procesos, entre ellos cuento: el compromiso de los y las profesionales que intervienen, el nivel de solidaridad y alianza entre ONGs, la forma de convocatoria, a quién se vincula, entre otros.
Sin embargo, he querido resaltar esta labor que tanto la voluntad de la comunidad como los y las profesionales están exitosamente adelantando.
Te felicito por tu artículo, se nota que a más de inteligente y hermosa tienes una gran sensibilidad social. Coincido con tigo en que la mejor forma de romper los estigmas es a través de la investigación social directa.
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