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La conocida frase que pronuncian con frecuencia los abuelos para quejarse de los hechos actuales, tiene ahora, más resonancia.

¡Cómo cambian los tiempos!, en efecto, cuando cerca del 70% de la población tiene -al menos en teoría- teléfono móvil. Efectivamente el porcentaje es mayor pues muchos recurren a la oferta callejera (con tarifas más bajas que las oficiales de las propias operadoras) y tienen acceso sin las molestias de cargar el aparato.

Ese solo indicador  explica muchos cambios: los padres pueden controlar más directamente la ubicación de los hijos ("No me apague el celular" ha reemplzado la antes tradicional frase "lo espero a la 1 de la mañana. Ni un minuto más tarde"), los jefes a los empleados y las parejas entre sí

Cambian, tambien, los símbolos de distinción : "Ay, no mija. Ahora hasta la de adentro tiene 2 de esos benditos aparatos. Y ni forma de decirle que no lo use, pues como ella lo paga y no utiliza el de la casa", decía una dama ya de edad provecta a su amiga.

Los mensajeros, porteros, taxistas, choferes, todo estudiante (la cobertura de móvil, en una investigación que adelanté recientemente en 2 universidades bogotanas, es del 100%), las clientes veteranas de los salones de belleza y las manicurista; los profetas, pastores, curas y fieles de todas las religiones, fes, creencias y cofradias…ya que estamos en Semana Santa.

Seguramente las procesiones ( asistí a varias en las Fiestas del Rocío, en Huelva, el año pasado. Y en todas ví manolas y sus caballeros grabando a los cantaores con…¡el móvil!) , son diferentes a como eran antes.

Participar en las ceremonias litúrgicas por televisión tiene otro encanto: en lugar del peso del incienso, las fragancias de la cocina hogareña (cuyas recetas ahora no se trasmiten de generación en generación sino de e-mail en e-mail), los requiem grabados en IPod o reproducidos para toda la congregación desde Morpheus directamente revelan matices ocultos entre las paredes de las viejas catedrales.

Cambian los objetos, las cosas, las relaciones, las personas, las celebraciones y los tiempos (para parafrasear a los abuelos), se vuelven más intensos que los anteriores.

El ritmo, inclusive el lento de la Semana Santa, parece acelerarse en estos días al punto de que algunos en algunas partes podrían confundirlos, fácilmente, con otras temporadas festivas. Con el explicable escándalo de algunos veteranos.

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