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Fácil afirmar cómo debería vivir el otro su vida. Desde la distancia todo parece más simple.
Los mismos que condenan a toda costa el aborto, casi siempre apoyándose en argumentos de dioses que de humanos tienen muy poco, se empeñan en defender lo que llaman la “familia tradicional” y en reducir a las demás a familias disfuncionales que se salen del molde que les metieron en la cabeza, probablemente a partir de ideas que alguna iglesia dijo tomar de algún dios para decir cómo deberían vivir las personas… desde la lejanía.

Entonces les parece descabellado que una mujer sola, un hombre solo, dos mujeres juntas o dos hombres juntos, por no mencionar las tantas posibilidades, formen una familia y quieran adoptar un niño. Vamos a ver: cuando una mujer sola, en circunstancias inimaginables para muchos como una violación, una enfermedad, la falta de recursos económicos o la incapacidad de recibir a un ser humano para educarlo y ofrecerle un hogar digno y seguro, hacen que tome la decisión de no traer a esa persona al mundo, les parece completamente inadmisible, “un pecado”. Pero cuando esa misma mujer sola desea con todas sus fuerzas y tiene los medios para ofrecerle un hogar digno, seguro y amoroso a un niño o niña que no lo tiene, ahí sí no les parece bien porque una mujer sola –o dos mujeres, dos hombres o un hombre– no constituyen la familia que se han imaginado (aunque no sea para ellos, sino para el desafortunado desconocido).

Eso querría decir que les parece más lógico y más humano que un niño viva en las más duras circunstancias con una mujer sola que se sentía incapaz de recibirlo, a que otra mujer, que también está sola y que lo ha buscado a toda costa, le dé la bienvenida en su hogar a ese que, precisamente, no tenía uno.

Dirán entonces, frente al aborto: “que no aborte, que lo dé en adopción” (nuevamente desde la lejanía, sin saber lo que eso significa en la vida de una mujer ni tener en cuenta sus derechos). Y eso nos lleva a que lo que quieren es que haya un montón de niños en adopción, pero oponiéndose a que gran parte de las familias existentes que quieren adoptar puedan hacerlo.

También dirán, sobre las distintas familias: “no queremos que nuestros hijos se eduquen con ese ejemplo, que tengan amiguitos con dos papás, o dos mamás, o vengan de hogares monoparentales”… ¡Por dios! Seamos conscientes de que estamos hablando de las vidas de otros, de si un niño tendrá hogar o no y las consecuencias de uno u otro camino.

Tal vez sus hijos tengan un mejor ejemplo en una sociedad con más hogares sanos y menos obligados, y tal vez deberían dedicarse a educarlos en la diversidad, a construir buenos seres humanos capaces de convivir en la diferencia, de aprender de ella, de sentir compasión y de interpretar las dificultades de otros para respetarlos en vez de señalarlos.

No seamos tan arcaicos y tan egoístas. Dejemos de querer vivir la vida de los demás y de gastarnos el tiempo afirmando en el vacío. Una familia no es lo que diga un diccionario ni un libro religioso o legal. Una familia es lo que buenamente logran construir uno o varios seres humanos desde sus posibilidades dentro de la adversidad que es vivir.

@catalinafrancor

www.catalinafrancor.com

 

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