Junto con otro montón de derechos y libertades fundamentales de las mujeres, la decisión de ser o no madres debe ser respetada por todas y unirnos como un género rico y lleno de posibilidades.
A propósito de este día simbólico para la mujer me encantaría hacer una defensa de la mujer completa en sí misma, no como la extensión de nadie más.
Personalmente, no solo me siento inmensamente feliz de ser mujer –lo escogería una y mil veces si fuera a nacer de nuevo y me lo preguntaran–, sino que tengo la fortuna de percibir que mi entorno me es favorable. No me siento menospreciada, relegada o discriminada, y a lo largo de mi vida me he encontrado con una cantidad de oportunidades maravillosas en todos los aspectos. Me he dedicado a explorar la vida desde los viajes, las lecturas, el pensamiento, el amor y el trabajo, y en todas esas experiencias he descubierto posibilidades infinitas (sé que una gran mayoría de las mujeres en el mundo no cuentan con esas circunstancias y por eso apoyo profundamente las tantas defensas de los derechos y de la igualdad de la mujer).
Por eso, para mí otra de las posibilidades de las mujeres, la de tener hijos, es solo eso: una posibilidad. Es decir, un camino que puedo o no tomar, una decisión de mi pareja y mía de acuerdo con nuestros sueños y objetivos de vida, con nuestra visión del mundo y nuestro concepto de felicidad.
Me parece machista de parte de las mismas mujeres que, si sienten que encuentran su realización convirtiéndose en madres, juzguen a aquellas que no quieren serlo ni encuentran su propia realización en ello. Y de ahí las presiones sociales, que sé que afectan a muchas mujeres ya sea porque no quieren o no pueden tener hijos. ¿Qué tal un montón de niños que llegan al mundo por mujeres a las que la presión llevó a dar “el siguiente paso” de las expectativas sociales? ¿No es ese un problema muy grave, triste, absurdo e irresponsable de la sociedad?
Si tratara, no alcanzaría a expresar lo que siento por el rol y el amor de una mamá: en la mía he tenido durante mis 32 años al ser más inmenso, más maravilloso, la conexión más profunda que pueda imaginar, el amor más incondicional, el lazo más eterno. Por ella sé de lo que es capaz una mamá y lo valoro desde lo más hondo de mi ser. Por ella daría mi vida sin dudarlo un instante y su dedicación y amor son, a su vez, la base del más grande amor que existe en mí.
Entonces no es que no sea consciente de que esa posibilidad puede ser maravillosa o que no tenga la certeza de que si tuviera un hijo lo amaría hasta el dolor y mi prioridad sería, en lo posible, ayudarlo a convertirse en un gran ser humano, mucho más allá de meterlo a las 200 clases de las que oigo hablar hoy en día o de obsesionarlo con su alimentación o tergiversar sus pasiones según mis propios prejuicios.
Sé que, si decido no tener hijos, no tendré la perspectiva desde el otro lado, del de la madre. Pero, ¿y qué? Tengo la de la hija y la de la mujer –completa en sí misma–, que se siente realizada todos los días de su vida con la construcción de su propia humanidad, recorriendo su camino, luchando por sus sueños, saboreándose el mundo, ilusionada con un montón de proyectos, viviendo un amor indescriptible en pareja, en familia.
Y es que una familia pueden ser un hombre y un perro, o lo que uno decida que sea. Admiro un montón el esfuerzo, la dedicación y la entrega de madres extraordinarias que conozco, que sienten un gran amor por sus hijos y que son felices con el tipo de vida que escogieron (en eso, en escoger, está la libertad). Me encantaría empezar a dejar de ver la sorpresa de muchos cuando una mujer les cuenta que no sabe si tendrá hijos. Eso no es sino una visión machista y bastante simple de lo que puede ser y alcanzar una mujer.
Expreso mi duda con la más absoluta convicción: no sé si quiero tener hijos y antes me daba más susto que ahora la posibilidad de decidir que no.
Seguramente, si no los tengo, me perderé de un montón de cosas; y seguramente las que sí los han tenido se perderán de otro montón. Y todas probablemente estaremos viendo la parte más valiosa de lo que escogimos. Cada una con sus decisiones vivirá una vida completamente distinta y decidirá cuánto disfruta y qué tan realizada se siente. Cuando se escoge un plato en un restaurante se deja de probar otro que podría habernos gustado más, o menos. Y así cuando elegimos a la persona con la que compartiremos la vida, nuestra profesión, la ciudad en la que vamos a vivir, etc.
Así que, qué alegría saber que hay una cantidad de mujeres que siguen sintiendo ese “instinto” y soñando con ser mamás, aportándole amor y educación al mundo a través de sus hijos. Y qué alegría, también, que cada día seamos más las mujeres que lo vemos como una opción, que exploramos roles diversos y que posiblemente nos dediquemos a cumplir otro tipo de sueños, que también enriquecerán inmensamente nuestra humanidad –y a cada una como mujer.
Libertad de q acaso estan encarceladas?
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