Después de un día de sentir la energía que transmite una alegría compartida en grupo, anoche me acosté pensando que estaba contenta por ese triunfo de Colombia frente a Polonia que nos acercaba más a pasar a la segunda ronda del mundial. Una ilusión personal y una ilusión de país.
Pensé que me gustaría que, de este grupo, pasaran a la segunda fase Colombia y Senegal. Por lo general, en distintos temas, sobre todo en el deporte, le hago fuerza a los equipos de países que siento que la han tenido difícil, que han llegado hasta allí después de, tal vez, demasiadas luchas. Pienso en la forma que toma la unión de cada uno de esos jugadores que quién sabe de dónde vendrán y después de que batallas, para estar en ese momento preciso ante un reto o un sueño que pueden cambiarlo todo, y así el deporte adquiere para mí otro valor y el deseo del triunfo para dicho equipo se hace sincero.
En el caso de Colombia, es mi país y le sobra historia de dolor y de lucha. Una nación llena de complicaciones y alegrías, de violencias y compasiones ejemplares, de fracasos y triunfos, de desesperanzas y sueños enormes, de pasiones para mal y para bien. Y, por otro lado, esos morenos senegaleses que parecen largas y hermosas figuras de ébano representan para mí no solo a Senegal sino a esa África negra olvidada por el mundo en tantos sentidos. Cómo me gusta ver esas sonrisas blancas brillando sobre sueños y cómo quisiera verlas avanzar y saber que sí tienen un lugar en esta tierra de afortunados y desdichados.
Entonces, en un primer instante, sin duda pensé que Polonia y Japón no tenían tanto que perder. Pero me detuve un momento en la historia de cada uno. Polonia: la pesadilla nazi metida de tantas formas en sus territorios y su población. Sin palabras. Japón: ¡Hiroshima y Nagasaki!
Qué fácil es creer que el otro la tiene fácil cuando no se mira bien. Todos, absolutamente todos, no importa la apariencia que haya hoy, llevamos alguna historia de dolor por dentro. Todos perseguimos sueños a partir de nuestras circunstancias y queremos celebrar la vida de alguna manera.
Qué bonito es ver equipos de soñadores uniendo al mundo en el deporte. Yo sigo queriendo que pasen a la segunda fase Colombia y Senegal, pero aprovecho este mensaje para que, aunque suene a frase de cajón, recordemos ser humanos, compasivos y amables siempre, y sonreír frente a los sueños de los demás, así se alejen de los nuestros, pues cada persona con la que nos cruzamos lleva por dentro algún tipo de batalla de la que a lo mejor no entendemos absolutamente nada.
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