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¡Vengan todos! Aquí la encuentra: la solución a su gran problemas de procrastinación: ver su bandeja de entrada de correos electrónicos llena y, no obstante toda la fuerza que haga, no ser capaz de responder ninguno. Está Facebook, Twitter, esas fotos de gaticos tan divinos, y todas esas cosas tan maravillosas que le trae la Internet, ese Libro de Arena que ni siquiera Borges imaginó que existiría. Pero eso, querida lectora, está mal.

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Yo querría tener una vida como la de mi abuelo en su oficina (es esta que aparece en la foto de arriba – borré a mi abuelo de la foto porque mejor dejarle su privacidad). Mi abuelo nació en 1910 y fue a la oficina hasta que tuvo 100 años y 3 meses (básicamente porque murió 3 semanas después, la foto de arriba es unos meses antes en 2010). Me dejó trabajar desde su oficina varios años y se convirtió en uno de mis ídolos y, antes que cualquier otro, un ejemplo de vitalidad y de ética del trabajo. Pero este post no es sobre mi abuelo (esa sería de páginas y páginas, creo), sino sobre su oficina y lo que le permitía hacer en su trabajo. Por favor véala en la foto, querida lectora. ¿Qué cosas tiene? ¿Qué elementos de los que usted ve ahí se usan hoy en día en su oficina? Y ahora, la pregunta más complicada: le parece a usted imprescindible trabajar con internet? ¿Es TOTALMENTE imprescindible? Piénselo. Hay muchas oportunidades en las que uno se da cuenta de que realmente… no importa tanto estar sin internet un buen rato.

La semana pasada tuvimos una interesante experiencia en mi oficina. Se fue internet por un día entero. Como si fuese oxígeno, tan pronto nos dimos cuenta hubo varias reacciones fisiológicas del personal de la oficina que variaban desde la más extrema hasta la más inocua (tal vez tenían relación con su nivel de adicción a internet). Algunas de las reacciones que alcancé a registrar:

– Gestos de sofocamiento (del tipo “sin internet no puedo vivir”) y manoteo (tipo “les juro que me voy a ahogar si no resolvemos esto pronto”).

– Emisión de la frase “uy no, si no hay internet no podemos hacer nada” acompañada de un cruce de brazos y levantamiento de sus patas encima de la mesa en pose “hasta que vuelva me quedo así como me ve, así talcualito”.

– Caminata ida-y-vuelta entre las esquinas de la oficina tipo “qué hago ahora, no puedo hacer NADA sin internet”.

– Reemplazo del internet por el celular / tablet.

– Reemplazo del internet por el teléfono (porque no había fax, seguramente lo habrían usado porque es la tecnología de comunicación más cercana a enviar correos).

– Lectura de libros (buenaaa, tigre).

– Una combinación de todas las anteriores (fue un día entero, entonces se imaginarán… nadie murió ahogado, tranquilos).

Y sí, después de ese día fatídico, ese oscura experiencia ante una penumbra del ciberespacio, todos los de mi oficina (me incluyo) tuvimos la repentina reacción de pensar que internet era indispensable para trabajar y básicamente dejamos de hacer cualquier cosa, sin juzgar si internet era necesario para eso o no.

Otra experiencia que me parece relevante fue en 2012, cuando Blackberry perdió su conexión durante cuatro días (y perdió 54 millones de dólares en ese tiempo). Yo dictaba clase y mis estudiantes tenían ese aparatejo negro del demonio. Llevaba ya tres años dictando esa clase y era la primera vez que tenía un salón lleno de muchachitos escondiendo su celular para poder responder una de tres cosas:

– “jajaja

– “yo sé =(

– “nada, un prof medio gn

…cada 40 segundos a 7 personas que no eran realmente sus amigos pero que estaban en las mismas con otro prof medio gn. Era a b s o l u t a m e n t e  desesperante dictar esa clase por esa razón, pero esa semana de marzo de 2012 fue aún peor: cada dos minutos oía una respiración entrecortada y algun muchachito diciendo la frase “ya… volvió… ah no, mentira”. Les pedí a mis estudiantes que hicieran el ejercicio de pensar que simplemente no tenían celular y que no habría recibido mensajes inútiles en momentos inoportunos sobre temas idiotas. No entendieron (algunos incluso hicieron gestos de sofocamiento), pero espero que alguno de ellos esté leyendo esto y por lo menos pueda deletrear la palabra “güevón” completa y la mande en el Feis con una frase igual de completa “Uy mire, este es ese profesor güevón que nos daba clase, se acuerda de esa vez que se fue el chat de BB?”.

Y se me ocurre una tercera experiencia en la que sale a relucir esa pregunta sobre lo imprescindible que pueda ser internet: cada vez que me monto en un avión. Ya dije en otro lado todo lo malo de andar en avión, pero sí debo admitir es muy eficiente trabajar cuando uno está en la hoguera del aire. En particular, responder correos es una de las cosas que puedo hacer de manera más eficiente cuando estoy desconectado de internet. Me concentro en leer todos los correos que debo responder y, de hecho, ¡los respondo! La situación cuando tengo conexión a internet es distinta: leo un correo y me dispongo a oprimir el botón “responder”, pero justo en ese instante me aparece un correo nuevo y lo leo y digo “ah, sí, tengo que responderlo”…. Y no respondo ninguno de los dos, sino que más bien decido pasar a El Feis y ver ese video del tipo que se puede comer un paquete de Doritos entero sin respirar (“…y no vas a creer lo que pasó después“… ¿ustedes de verdad hacen clic cuando les dicen eso? Lo que pasó después fue que les pegaron un virus el HP en su computador por haber hecho clic, por si acaso no sabían).

El mundo es una colección de incoherencias, lecciones aprendidas al revés y demostraciones de que Dios está allá arriba, seguro, pero muerto de la risa por las pendejadas que nos preocupan. No le hagan reír más: evalúen con cabeza fría la importancia de internet para trabajar (y, mientras gastan dos minutos en eso, resístanse a la tentación de ver las fotos del matrimonio al que fue ese amigo que no ven hace rato y que en realidad no les importa un carajo y no les va a servir de nada saber que se pusieron una corbata de icopor que dice “ai lob yu mai darlin”… ). En serio: ¿internet es totalmente imprescindible? ¿Sirve para algo distinto que para leer el blog de Pardo (o el de su preferencia)? Lo dudo, amiga. Lo que tampoco dudo es que el mundo está plagado de gente que no puede vivir sin internet, hasta tal punto que existe una página que se dedica solamente a decirle a sus usuarios si hay servicios o páginas que se cayeron (porque seguramente es indispensable saber que Pinterest está sin problemas de conexión ahora mismo…). Si van a perder tiempo, más bien jueguen pacman con Google y sepan que el día que hicieron ese Doodle la economía mundial perdió 120 millones de dólares. En un día. Vayan, jueguen. Y no olviden buscar el gatico tierno otra vez.

Le propongo que haga lo siguiente:

– Calcule cuánto le rendiría su trabajo si desconecta internet durante dos horas (¿Cuánto cree que va a lograr? ¿Lo que tenía planeado para el día entero? ¿Las mismas dos horas? ¿Cuánto cuántooo?)

– Desconecte su internet. Ya. En serio! YA!

– Siga trabajando durante las dos próximas horas. NO, no se conecte.

– Al finalizar las dos horas, conéctese (sí, se siente como volver a respirar), y cuénteme qué tal le fue (cuénteme por twitter, si quiere).

De nada.

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PERFIL
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Carlos Felipe Pardo es un colombiano con maestría en urbanismo de la London School of Economics que trabaja en temas de transporte sostenible, desarrollo urbano y calidad de vida. Le ha tocado ir a más de 60 ciudades en Europa, América Latina, Asia y África a dar asesorías, presentaciones y cursos sobre esos temas. Ha escrito libros y capítulos (unos más buenos que otros), varios de los cuales están en la página de su organización Despacio.org

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Me encantan, estos avances. Me encantan.

The interpreter (para nosotros, La intérprete, y como cosa rara, el título en español significa lo mismo que en el idioma original) es un filme dirigido por el estadounidense Sydney Pollack, estrenado en cines en dos mil cinco. El guión condujo a Pollack a grabar en las propias instalaciones de la ONU (localizadas en territorio internacional dentro de Nueva York), una historia con tintes políticos que recuerdan la situación más o menos reciente del actual presidente de Zimbabwe.

Estaba viendo hace unas horas cierta película francesa realizada exclusivamente para televisión hace unos años, no muy conocida por cierto, y me asaltó una duda que tenía desde hace un tiempo y que se avivó luego de ver La intérprete. La duda es la siguiente:

Lo más seguro es que todos conozcamos el aviso que aparece, usualmente escondido al final de los créditos de algunas películas, que dice lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Los hechos relatados en esta película son puramente ficticios y no deben relacionarse con eventos pasados, actuales o futuros. (...) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."
Yo me pregunto: luego de ver una película que parece un documental acerca de una situación actual, ya sea ésta una realidad o no, ¿qué sentido tiene recurrir a este mensaje, si de cualquier manera los espectadores van a hacer la relación?

Es claro, hay que decir, que no todo el mundo tiene por qué captar estos parecidos. Pero los que sí los captan, lo comunican a los demás, y al final la película pasa a verse como lo que realmente es: una crítica por parte del realizador hacia una situación en particular. Punto. No importa qué tan imparcial se pretenda ser, haciendo uso del mencionado avisito.

En fin, no entiendo esta actitud, si de verdad algunos pretenden protegerse bajo dicho mensaje. Quisiera creer que lo colocan no porque no pretendan dar la cara luego de dar la opinión, sino porque es una especie de requisito, un asunto legal de obligatoria aparición al final de todos los créditos de todas las películas de todos los géneros. Aunque al final, sólo quien tuvo la idea de escribir la historia como quedó escrita es quien sabe qué opinión tiene.

Él y sólo él.

-

Sobre la película, hay un dato lingüístico interesante; se creó un lenguaje nuevo (lo llamaron "Ku"), con sus propias palabras, conjugaciones, reglas... es decir, un lenguaje aparte, sostenible por sí solo, basado en lenguajes existentes en el sur de África, pero que "aunque sería reconocido por habitantes de la zona (...), los confundiría", debido a su estructura gramatical, leo por aquí. En todas partes encuentro que el creador de este lenguaje es Said el-Gheithy, director del Centre for African Language Learning en Londres. En general, no encuentro muchas críticas positivas para la película, pero a mí me gustó.

Me encanta leer la columna Contravía, escrita por Eduardo Escobar. Y la de hoy termina con una reflexión que encuentro parecida a cierto diálogo de La intérprete. Aquí va el diálogo, para terminar y dejar de ocupar su tiempo, estimado lector. Lo traduzco burdamente, pero espero que se mantenga la idea.

Silvia Broome: (...) Siempre que alguien pierde a un ser querido, quiere vengarse de alguien más, o de Dios, a falta de alguien. Pero en África, en Matobo, los Ku creen que la única manera de poner fin al dolor es salvando una vida. Si alguien es asesinado, luego de un año de duelo se realiza un ritual llamado "la fiesta del ahogado". Se hace una fiesta durante toda la noche, junto al río. Al amanecer, el asesino es montado en un bote. Se lleva al agua y se le tira allí, amarrado, para que no pueda nadar. Entonces la familia doliente debe tomar una decisión; pueden dejar que se ahogue, o pueden lanzarse a salvarlo. Los Ku creen que si la familia deja que el asesino se ahogue, se hará justicia, pero pasarán el resto de sus vidas de duelo. Pero si lo salvan, entonces admitirán que la vida no siempre es es justa, y a cambio ese acto los liberará del dolor.


dancastell89@gmail.com

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