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Tree-of-Life52

Comer es un acto espiritual. Como todo el resto de cosas que hacemos en nuestra vida. Si no fuera un asunto del espíritu, comer no podría enseñarnos sobre la vida. Y sí lo hace. Nos enseña sobre nuestra capacidad para dar y para recibir. Nos enseña a decir qué necesitamos, y cuando ha sido suficiente.

Las mujeres entienden sobre este rol profundo de la comida, más que los hombres. Esto ocurre porque frecuentemente, para ellos la comida es gasolina y el vínculo no es emocional. Para nosotras, seres tremendamente emocionales, nuestra comida es más que comida. Es compañía y alivio.

Ser emocionales no es el problema. Nuestro cerebro se diseñó para sentir profundamente porque fue adaptativo para nosotras ser así. Nos fijamos en todo y cuidamos de todo porque nuestro rol primordial como madres ancestrales, fue cuidar niños dependientes en situaciones de alto peligro. Madres o no, todas heredamos ese cableado interno para sentir profundamente. Somos como somos porque la emoción es un vehículo para la intuición, la empatía y la flexibilidad mental, todas características que ayudaron a la supervivencia humana.

Sé que la comida me ha enseñado mucho sobre mi mundo interno. Ahora entiendo cómo la nutrición es un tema profundo que se conecta con todo. Se ha reafirmado mi creencia en la medida que hablo de comida con otras mujeres. Sí hay una lucha con la comida, es una puerta. La comida te llama la atención para que atiendas a tus emociones y les des un espacio legítimo. Con seguridad, sé que lo hizo conmigo; mi comida me enseñó a cuidar de mí para saber atender mis necesidades con precisión y cariño. Comer es un acto espiritual porque es una oportunidad de crecimiento. Todo en tu vida tiene ese mismo potencial. Tu perro, las charlas con tus amigas, tus domingos en la cama. Todo.

www.francamaravilla.com

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