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Por PanzaVidela

Tan sólo una fecha duró la ilusión tras la importante victoria -ocho días atrás- frente a Nacional. Y fue en el Pascual Guerrero que el Deportivo Cali nos «aterrizó». Fue un 4-1 claro, justo y contundente. Por lo visto en el terreno de juego no tenemos ningún tipo de reproches. El Cali, sin ser el súper equipo -desbordante de virtudes-, nos pasó por encima. Nos ganó muy fácil.

En forma de «lo malo» «lo triste» y «la conclusión» hacemos el comentario del partido en Cali.

Lo Malo

Lo peor de todo fue el resultado, que representó con justicia la manera como jugó el equipo. Millonarios nunca encontró un esquema que le brindara seguridad y optimismo en el terreno de juego. El gol de Arrechea, tras brillante pase de Ervin Gonzáles y bella definición del goleador, no fue más que un espejismo, imposible de sostener.  El esquema de 4-1-4-1, propuesto por García, nunca se vio sólido y jamás encontró en el campo la idea de base explicada en el tablero. Los centrales Henríquez y Del Risco (primero), y luego Henríquez y Franco, se vieron muy inseguros e indefensos, incapaces de controlar la velocidad de los delanteros azucareros.
 
El Cali explotó una sola fórmula. Siempre la misma. Entrada frontal a ras de piso, generalmente con pases profundos explotando la espalda de nuestra defensa y el centro al medio del área, donde llegaba solitario el hombre que definía. Así entraron todos los goles. El «famoso» volante cabeza de área, en Millonarios, nunca se vio. Ni Franco -primero- ni el paraguayo Ramírez -después- tuvieron la relevancia para hacerse fuertes en ese puesto y darle solidez al esquema. El juvenil Michael Ortega hizo lo que quiso en ese sector del campo. Él fue quien hiló las jugadas más importantes de los locales y quien rompió, con demasiada facilidad, la débil marca visitante.  La goleada y buen juego de los verdiblancos lleva su sello en letras doradas. Sin duda, la gran figura.

Lo Triste

Lo más triste de todo es ver que nuestro equipo es ridiculizado y humillado, y constatar que dentro de nuestras filas hay jugadores veteranos, jugando mal y quitándole la oportunidad a juveniles de la casa. El caso concreto, sin ir tan lejos, está representado en Omar Rodríguez y el delantero argentino Boyero. Sé que es muy temprano para hacer juicios a la ligera, pero no hay que ser un «gurú» del fútbol para darse cuenta que estos jugadores no tienen un nivel muy superior a jugadores de la casa como Subero, Yuber Asprilla, Edier Tello o el mismo Cuero. Es muy triste constatar -semestre tras semestre- que este tipo de jugadores sigue estando en nuestras filas sin aportar lo que se espera y que tengamos que sufrir este tipo de derrotas sin tener, al menos, la tranquilidad que daría el saber que al menos se le está dando la oportunidad a jóvenes de la casa. Como puede ser el caso -respecto a este partido- con jugadores como Henríquez, del Risco y Franco. Ellos, los únicos que se salvan. De resto, la nómina se vio liviana, pero no por juventud o inexperiencia, sino por falta de capacidades en los jugadores de experiencia.

La conclusión

El balance es negativo, tanto por el resultado como por lo que representa. Porque fue justo y porque nos dejó la impresión que nuestro equipo no tuvo ningún tipo de argumento para proponer un partido de fútbol. La táctica, tanto defensiva como ofensiva, fue completamente inoperante e improductiva. Por ahora no podemos decir que es un bache dentro de una brillante producción, más bien, queda la impresión que el fútbol en este equipo aún está por aparecer. Frente a Nacional, como lo dijimos, el argumento que bastó para ganar el partido fue la actitud. Los argumentos futbolísticos, por ahora, no están muy claros. Ojalá aparezcan pronto, porque el torneo es muy corto y el que da ventaja se va alejando irremediablemente.
 
Este viernes, a las 8:00 de la noche en el Campín, jugamos frente al Quindío. Ojalá ganemos y ojalá los argumentos aparezcan pronto.

¡Saludo Albiazul!

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