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Por
PanzaVidela

 

El partido de anoche en el Campín es uno de
esos juegos que el hincha quiere olvidar. O simplemente nunca haber visto. Un
juego donde su equipo se vio tan limitado y desorientado en la cancha que sólo
provocaba la desesperación y rabia entre los pocos seguidores que, a pesar de todo – ¡ y como
siempre!-, fueron a apoyarlo.

 

Para el hincha embajador ya son muchos
semestres viendo un poco de lo mismo. Ya se volvió costumbre que a la cancha
del Campín vengan equipos igual o más limitados que el nuestro y se vayan
contentos. Ayer el Quindío -con todo el
respeto que se merece por su trabajo- fue un equipo tan liviano y limitado como
el de uniforme azul que tuvo enfrente. Nada más justo que el 0-0. Reflejo
exacto de lo hecho por ambos equipos.

 

Millonarios, anoche, no intentó jamás una
fórmula distinta al pelotazo en busca de Boyero. Este semestre, me parece,  el
equipo dirigido por García entró en un limbo táctico. No se tiene claro el
concepto de base de cómo se quiere jugar.
El semestre pasado, al menos, la
idea de jugar con el balón al piso estaba clara. Pero este semestre, por lo
visto en el partido de anoche, el cambio parece ser de 180 grados. Y los
jugadores aún no asimilan el cambio. No
saben si jugar con el balón al piso o lanzar el pelotazo. El resultado: el
desorden y la falta de brújula y argumentos que vimos ayer.

 

No quiero caerle con todo el peso de la
crítica al delantero argentino o a los otros «refuerzos» de experiencia que
jugaron ayer. Sin embargo, seguiré
insistiendo en que el hincha preferirá siempre ver espectáculos como el de
anoche con jugadores juveniles de la casa. Ayer jugaron David Pérez, Henríquez
y Blanco, dentro del grupo de los juveniles. Tres entre once.
El resto de
la nómina estuvo compuesta por jugadores de experiencia. Luego ingresaron Luis
Mosquera y Subero, ambos dejando grata impresión.

 

Sobre el transcurrir del juego no vale la pena
gastar más tinta. Para todos está claro que el mal juego y la desorientación de
los jugadores en la cancha simplemente son una consecuencia lógica del caos
administrativo y dirigencial. Eso no tiene ningún misterio. Esa lógica obedece al viejo concepto de: «si
la cabeza anda mal, el resto del cuerpo no podrá andar bien.» Y esa frase, así
de simple y sencilla, resume todos los fracasos de los últimos años.
 

 

Recurriendo al poder de las palabras que
utilizó nuestro amigo Panquiaco, en su lista de deseos a principio de año, y a
la famosa ley de atracción, expreso en estas líneas el deseo de toda la
fanaticada embajadora: «ojalá, muy pronto, haya cambios profundos en la administración
de nuestro amado equipo. Que vengan buenos dirigentes, que nos armen equipos
que nos regalen triunfos y alegrías» ¡Así sea!

 

¡Saludo Albiazul!

 

 

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