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@NataliaGnecco

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Sentado bajo la sombra de un frondoso árbol de higuito en la plaza de La Paz, Pablo se balanceaba en su taburete mientras sostenía la caja entre sus piernas, bañado de sudor, pero sus dedos mantenían la concentración necesaria para coordinar el acompañamiento a esas melodías vallenatas que guardaba recelosamente en su mente. Desde sus ocho años su único anhelo era dominar este instrumento de percusión, así pasaba horas en el patio de su casa practicando y su entusiasmo aumentaba a medida se iba acoplando en las improvisadas sesiones de acordeón con su hermano menor Miguel, lejos estaba de imaginarse que algún día haría parte de la delegación cultural que viajó en 1982  a recibir el premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, en Estocolmo, Suecia, o que se convertiría en el cajero más famoso de Colombia.

Pablo creció rodeado de historias de amor que florecían debajo del palo de higuito, su vecino Julio Cesar Zuleta recuerda con nostalgia la dedicación de su madre Agustina Gutiérrez Zequeira, quien tuvo la fortuna de criar a los miembros de esta dinastía vallenata: Pablo Agustín, cajero; Miguel Antonio, acordeonero, Alfonso gran bajista quien murió en un accidente; y Elberto “El Debe López”, quien se inmortalizó al lado de Diomedes con el famoso LP, Tres canciones.

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En los baúles de la historia reposan los triunfos de Miguel, quien fue elegido Rey del Festival Vallenato en 1972, cuando ya la dinastía tenía un reconocimiento gracias a su abuelo Juan Bautista «Juancito» López Molina y a su papá Pablo Rafael López Gutiérrez. Posteriormente, Elberto se corona décimo tercer Rey vallenato, pues conquistó la corona en 1980 y luego en 1992, Alvarito, hijo de Miguel recibe el máximo galardón, consolidando ese legado de la familia al folclore vallenato.

Ahora la dinastía se prepara para ser homenajeada en el 48 Festival de la Leyenda Vallenata, un honor que reciben con mucha humildad y es Pablo Agustín el cajero más renombrado en el país, el elegido para compartir ese sentimiento de regocijo. Pablito como le decimos con cariño, sigue siendo el mismo parrandero de siempre, con su sonrisa a flor de piel, sus canas, sus arrugas, pero sin perder la picardía, ni la memoria de tantas anécdotas que enriquecen la cultura vallenata.

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Sin esconder su emoción me dice que siempre acompañó a Gabo en sus parrandas, su admiración por el fallecido Nobel traspasa las fronteras, por eso no tuvo reparos en participar en la Antología Erótica de Gabo que publicó la revista Soho, junto al extinto maestro Leandro Díaz. Cuando hablamos más a fondo de este género Pablo no disimula su decepción: “la música vallenata la han transformado mucho, antes uno grababa en directo, con la consola, no había capacidad sino para cinco o seis micrófonos y grabábamos de una. Los discos de antes tenían mayor fuerza iba todo el mandao junto, ahora como dice Jorge Oñate todo es un brincoleo… eso está bueno es pa’ Cantinflas.”

Para Pablito existe una gran diferencia entre los Hermanos López y las generaciones nuevas, preocupado agrega: “la mayoría de los músicos tocan sin tener en cuenta la raíz del vallenato, se van por las ramitas, han perdido la esencia del vallenato, graban en segundos. Yo recuerdo que para nosotros grabar era como presentar un examen, como si fuéramos a entrar a la universidad. Nos examinaban casi por más de cuatro horas, pero ahora cualquier persona entra a un estudio y un CD en un momentico”.

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Viajando en el tiempo, el artista recuerda cómo en la época que Santander Díaz era el director artístico de CBS, las cosas eran a otro precio, había una exigencia permanente y si no tenían autorización no podían grabar, moviendo las manos complementa: “ era un trabajo de audio en directo y las canciones como las del compositor Fredy Molina, tenían una lírica especial, ahora hay compositores que hacen veinte canciones en un solo mes, cuando Rafael Escalona demoraba hasta ocho meses para componer una, por eso las canciones de hoy no perduran , no hay costumbrismo. Los compositores hasta nos hablan de amor, sin tener novia.”

Temas como Amor sensible, Tiempos de la cometa, Carmen Gómez, Inquietud, la Muchachita, son canciones inmortales, clásicas para el hijo mayor de la Dinastía López. Pasando ahora de de las composiciones a la interpretación de la música vallenata, Pablo no ahorra elogios para su hermano: “Miguel López es un excelente acordeonero, de lo mejor, es un experto con la puya… Y bueno, nosotros los López somos merengueros.”

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Sin duda los dotes artísticos de Miguel son reconocidos desde la tierra de la almojábana hasta muchos rincones del mundo, nadie olvida que el mismo Jorge Oñate era el primero es destacar la destreza del acordeonero, por eso el grito del jilguero de América nunca pasó desapercibido: “Oye los bajos de Migue López”. Pablo se complace recordando la famosa frase y explica: “el acordeonero es el encargado de armonizar, con el bajo va marcando la melodía. Un acordeonero que no sepa marcar el bajo, es como un jinete que desea montar un caballo sin estribos, en cualquier momento se puede caer”.

Para nadie es un secreto que la Dinastía López vive agradecida con el cantante Jorge Oñate y como diría Julio Cesar Zuleta, “no es para menos, porque a ellos se les apareció la virgen con ese muchacho, los López eran mudos, tenían caja, bajo y acordeón, gracias a Oñate logran consolidar su proyecto y graban en Bogotá en 1968 un LP en donde venían grandes temas de la autoría de Emiro Zuleta como Diciembre alegre, La Paz, Vamonos, Compañera, etc”

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A menos de una semana de iniciar la programación del 48 Festival de la Leyenda Vallenata, El Rey Vallenato 1972, Miguel Antonio López Gutiérrez, se recupera de una intervención quirúrgica que le practicaron en una clínica de Barranquilla, mientras tanto Pablo en Bogotá, recarga baterías para deleitar al público en Valledupar, en lo más profundo de su ser guarda el orgullo que su hijo a pesar de no dedicarse a la música, de trabajar en la Contraloría en Bogotá, también interpreta magistralmente la caja, después de todo, hijo de tigre sale pintao ¿no?

Y bueno, para quienes como yo crecimos admirando el talento de los hermanos López, acompañados por la imponente voz tenor de Jorge Oñate, nunca será suficiente admirar su música, que representa el vallenato puro costumbrista, ese que me inyectó mí padre en las venas, cada vez que salíamos de madrugada en su caminioneta Ford de Santa Marta a la finca de Palomino, volteando ese casette sin parar:

Yo tengo una muchachita
Ay es una muchacha bella (bis)
Pero a mí me mortifica comadre
Que no puedo hablar con ella
Pero a mí me mortifica Humberto
Que no puedo hablar con ella
Ay hombe……

Agradecimientos. Pablo López, Enis López, Julio Cesar Zuleta

Fotos: KienyKe, Biblioteca Nacional de Colombia. archivos El Tiempo

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