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Acabo de ver Don’t look up y me encantó. No es el tipo de película que disfrutarían los esnobistas del cine ni es una gran pieza digna de un reconocimiento en Cannes, pero me pareció una bonita caricatura de lo que somos. Celebro que Hollywood rompa el esquema patriotero y cursi de la mayoría de sus producciones (títulos antonomásicos podrían ser El capitán América  o El día de la independencia; ejemplos del héroe gringo de marras que se enfrenta a un problema apocalíptico y lo supera luego de aprender una lección de vida) y le brinde al nuevo público hiperconectado una perspectiva crítica del mundo con el efectista carácter de la comedia.

Claramente, la película es una sátira que se ubica en un mundo ficticio pero posible, sin embargo, como buena sátira, presenta también una fuerte crítica al contexto mundial actual. Por eso, si es que acaso pudiéramos endilgarle al cine una función didáctica, aquí van cinco lecciones que nos deja Don´t look up.

1. Los idiotas nos gobiernan
Nuestros gobernantes no conocen el mundo en el que viven, no son conscientes del otro, del trabajador, del pobre, del medio ambiente. Disfrazan de democracia el esquema nepotista que los sostiene y carecen de cualquier interés por brindar bienestar a la mayorías. Poco importan las capacidades académicas y de ejecución de sus asesores, lo verdaderamente importante es mantener el poder rodeándose de amigos leales que apoyen a muerte sus idioteces. Para lograrlo se saltan cualquier filtro de decencia o de preparación siempre que el candidato haga parte de lo que en Colombia llamamos «la rosca».

2. Somos iletrados digitalmente

En mal contados veinte años del ascenso de internet, las dinámicas sociales han cambiado drásticamente: las facultades de educación, los colegios y los gurús de la tecnología se han enfocado en enseñarnos a manejar un celular pero se les ha olvidado la gran responsabilidad que implica vivir en un mundo hiperconectado. Urge un currículo que evalúe la calidad de contenido que consumimos, las implicaciones éticas del uso de la redes sociales y los riesgos reales que asumimos al conectarnos. Una tarea pendiente que hubiera evitado, por ejemplo, 370 muertes en el 2021 de influenciadores que intentaron tomarse una selfie.

3. Las corporaciones están destruyendo el mundo

Esto lo decía Marx desde el siglo XIX y aún no acabamos de comprenderlo. El capitalismo es un sistema inviable porque acaba con la mano de obra y con los recursos naturales que generan las materias primas. Así de sencillo y así de delicado: el agua se agota, la selva desaparece y los polos se descongelan; y mientras asistimos en primera fila a la destrucción del mundo, las corporaciones, que son las que en realidad rigen nuestro destino, se lavan las manos vendiéndonos el discurso de que reciclando botellas y ahorrando pitillos vamos a salvarlo. Falso, problemas globales requieren de soluciones globales, no sirve de mucho que yo recicle 20 botellas al año cuando se usan 34 litros de agua para hacer una Coca-Cola.

4. Las acciones de los gobiernos no están enfocadas en el bienestar común

Parece que no aprendimos gran cosa del despotismo ilustrado. Hoy los gobiernos siguen dirigiendo al pueblo sin contar con el pueblo porque sus prioridades giran en torno al culto propio. Las acciones de nuestros líderes están estudiadas meticulosamente para favorecer su imagen al punto de que cada discurso es más una puesta en escena que un acto comunicativo. Hemos visto cómo en contextos locales nuestros presidentes y ministros invierten miles de millones de pesos en encuestas, estudios de  mercado y publicidad, trasladando la plaza pública a un escenario abstracto en donde cada palabra tiene un precio y un voto potencial.

5. Todos vamos a morir

Tantos debates políticos, tanta necesidad de figurar en las redes sociales y tanta preocupación por el medio ambiente a veces nos hacen perder la perspectiva: lo cierto es que en este universo somos infinitamente insignificantes y efímeros. Para compensar nuestra inmensa fragilidad nos gusta imaginar que la vida nos llenará de bendiciones o que el universo conspirará a nuestro favor cuando, en realidad, quizás mañana ya no estemos en este mundo. Ojalá que esta película, además de hacernos reflexionar  y reír sobre nuestro contexto, nos sirva también como Memento mori: a veces no apreciamos lo que tenemos, que es mucho, por desear algo que quizás jamás llegará.  Como lo decía el mediático doctor Mindy: «en realidad lo teníamos todo, ¿no?».

Twitter e Instagram: @naburgosb

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