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Un meme en la red dice:

―Me encanta Cortázar.

―¿Sí? ¿Qué leíste de él?

―Los cartelitos que ponen en Facebook.

 

Malo o bueno, lo cierto del chiste es que mientras los indicadores de lectura del libro físico se han reducido, las cifras de los lectores en formato digital aumentan. Algunas personas que no leen –y a partir de aquí el tema se nos empieza a empantanar–, sí lo hacen en formato digital.

 

¿Pero qué leen los que no leen?

 

Y ya embadurnados de lodo contestamos: estados de Twitter, titulares y, claro, memes, Los cuatro acuerdos y Chopra. “La mejor manera para leer a Chopra es cabeceando de sueño”, dijo un aguafiestas. Y una malintencionada solterona le recomendó a su amiga: “Si está leyendo Los cuatro acuerdos, déjalo ir”.

 

La pregunta nos arroja al pantano por tramposa y ambigua: ¿Qué leen los que no leen? Intentemos, de manera inútil, evitar el lodazal, y limitémosla: ¿Qué leen los que no leen literatura? Y aun así nos vamos al fango, porque en esa “literatura” cabe el cometario de los médicos cuando dicen: “en la literatura sobre el páncreas…”, o de los ingenieros: “estoy leyendo literatura sobre manufactura esbelta…”. ¡Al pantano!

 

Limitémosla más y acotemos “literatura” a los libros de ficción, novelas y poesía, ensayo, incluso la crónica. Es decir, metamos la ficción y el periodismo en el mismo saco. Claro que sí, al pantano.

 

Y entonces volvamos a preguntar: ¿Qué leen los que no leen literatura?

 

Aprovechando las redes sociales, propusimos una encuesta rápida y alguno contestó: “leen encabezados y pies de foto, titulares, chimes de farándula y las historias de capos”. “Quienes no leemos ficción leemos el horóscopo y la Biblia”. Al pantano. Cuando le preguntaron a la historiadora Diana Uribe por qué nunca había hablado de la Biblia, dijo: “por la misma razón por la que nunca he hablado sobre El señor de los anillos”. Otras respuestas: “leemos prensa, actualidad y política”, “historia, economía y arquitectura”, “historia del arte y estética”.

 

Hablemos concretamente en el caso de latinoamérica.

En Colombia, según las investigaciones de consumo cultural del DANE, en el módulo de lectura, cada colombiano se lee, en promedio, 1.9 libros cada año.

 

En Brasil, el promedio es de 4.9 y en México de 5.3. Con razón a algunos padres no les gusta para nada cuando los hijos salen con esa necedad de estudiar literatura. Según esas mismas mediciones, en la ciudad de Medellín se leen sobre todo libros de superación personal; en Cali, sobre esoterismo; y en Cartagena, libros religiosos. La megameta del Ministerio de Cultura, en Colombia, es llegar a 3.6 y para alcanzarla, entre otros programas, trabaja con “Leer es mi cuento”, una campaña que promueve la lectura en escuelas y colegios.

 

Quienes trabajamos en temas de fomento a la lectura, sabemos por experiencia que los niños sienten un gran entusiasmo por las historias y la fantasía. “La literatura es un juego en el que, por cada libro leído, consigues una vida extra”, dice otro trino. Los niños sienten una gran atracción por un cuento colorido en el que, por ejemplo, a Camila se le cumple un deseo y su mamá gritona se convierte en un hermoso globo rojo. El problema empieza cuando los niños llegan a la edad escolar y esa pasión se apaga. La familia, los amigos, los profesores, los currículos, el medio, parecen confabular en contra de esa pasión inicial y, claro, terminan por sofocarla. Y entonces, comenzamos a preguntarles a estas personas que no leen, qué leen. Y preguntando esto, nos vamos al pantano. Porque los que no leen, sí lo hacen. Claro. Leen los subtítulos de alguna película, los mensajes de texto de la familia. Ni más faltaba.

 

En la encuesta por Facebook, otras respuestas fueron: “Algunos preferimos ver los dibujitos, las fotos y las ilustraciones”. “Leen libros que publican los youtubers. “Se leen los fragmentos de Miller y de Gabo que inundan las redes sociales. Excelente estrategia para salir de un aprieto social citando alguien famoso sin necesidad de leer toda su obra”. “La información nutricional de los jugos de Tutti Frutti”. “Otros leemos el tarot, las cartas, la mano, la ceniza del cigarrillo, las estrellas, las señales de humo, las miradas. Porque toda percepción es una lectura”. “Leen imágenes, telenovela, series o películas”. Me rasco la garganta. ¿Qué es leer? Claro que sí, bienvenido al pantano. ¿Qué leen los que no leen novelas y poesía? “Creo que historia, ciencia y periodismo, y todo ello, deliciosamente contado. Como si de buena literatura se tratara”.

 

Según el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), los planes de lectura en Colombia no crean más lectores, entre otras cosas porque en la escuela la lectura deja de ser un placer para convertirse en un deber. Y recomiendan, lo evidente: con el aumento de lectura en formato digital tendremos que fomentar la creación de contenidos digitales. Además, dicen estos expertos, el indicador de libros leídos por año está quedando corto y tendremos que medir otras variables como el tiempo de lectura, entre otros. Pero esto es cierto no solo en Colombia.

 

Esperemos que en Medellín sigamos trabajando por mejorar nuestras lecturas, las que sean, y nos sigamos preguntando qué leen los que no leen. Así esa pregunta nos arroje a un pantano. No importa.

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