El hecho de que todo nos guste a la medida tal vez explica la razón por la que somos un país de locos pero también un país de sastres. Desastre, algunas veces.
Los colombianos somos individualistas, egoístas, envidiosos, suspicaces, resentidos, recelosos y para completar, creemos que somos más de lo que somos. Al expresidente le gustan las desmovilizaciones de los amigos pero no las movilizaciones de quienes considera sus enemigos. Al presidente le gustan las giras para promover el proceso de paz pero no las que lo critican. Al alcalde le gusta la transparencia pero no que sus logros sean invisibles. A los exportadores les gusta el dólar caro pero los importadores lo aborrecen. A las mujeres les gusta la igualdad pero exigen que les cedan las sillas y los hombres hablamos de caballerosidad pero nunca las cedemos. La comunidad LGBTI y los afro, piden que no los discriminen pero exigen tratamientos especiales y los retrógrados y godos respetan la opinión ajena, pero no la que contradiga la que tienen forjada a punta de catecismo y rejo.
A todos nos gusta Transmilenio siempre y cuando vayamos sentados y sin padecer un estrujón y el SITP, siempre y cuando nos deje cerca de la casa. Nos gustan los perdones pero no a cualquier precio, el amor, pero sin condiciones, el deporte pero sin fatiga, la mandarina pero sin las pepas, el sexo pero sin compromisos, la Coca Cola pero sin estrías y los buñuelos pero sin gorditos delatores. Ponernos en los zapatos de los demás siempre y cuando sean de nuestra talla. Admiramos a los bancos y a los amigos mientras nos prestan pero los odiamos cuando empiezan a cobrarnos. Todo a la medida.
Nuestro ruido es falta de paciencia del vecino. El que hacen ellos, es falta de respeto. Lo de nosotros, son pausas creativas. Lo de ellos, es física pereza. Lo nuestro es alegría. Lo de los otros, es pura algarabía. Lo nuestro es ser vivos , lo de los demás, es simple trampa. Lo nuestro es voluntad férrea, lo de los demás es intransigencia extrema. Ellos son intensos, nosotros apenas persistentes. Si ellas lloran, son histéricas, si nosotros sollozamos, somos sensibles. La justicia, para los de ruana , pero si tenemos ruana que sea para los de esmoquin. Nos gusta lo ancho, pero también lo angosto, siempre y cuando ese goteo nos irrigue.
Y así nos va. Somos un país dividido, fragmentado, partido, fraccionado, roto y desintegrado. Por eso tal vez, más que un sastre, lo que necesitamos es alguien que tome medidas. No necesariamente las que nos gusten.…
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