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En Colombia no nos ponemos de acuerdo ni para hacer una fila de pago en el D1.Todos hacemos lo que nos da la gana y en busca del bien particular. Nada logra aglutinarnos y por lo general, todo se convierte en un conflicto. Algunos dirán que el disenso es bueno, que las opiniones diferentes pueden ser factor de desarrollo y eso, que puede ser cierto en otras partes, en nuestro país, funciona al contrario, porque la antropofagia es el sello que nos identifica.

Somos un país con claros sesgos bipolares, en el que lo que hoy nos gusta, mañana no, en el que lo que hoy queremos, mañana odiamos, en el que los héroes de hoy, bien pueden ser al otro día, caminantes del cadalso y en el que lo que hoy nos anima, mañana puede causarnos la mayor de las tristezas.

Las razones pueden ser muchas, pero seguro, seguro, la falta de liderazgo es una de ellas. Estamos llenos de capataces y caciques, de mandamases que gritan y dan ordenes, de jefes regañones, de adalides esporádicos, capaces de encabezar una protesta o de sacar adelante una tarea, pero que como el algodón de azúcar, a los pocos segundos se nos deshacen entre la boca. El liderazgo en Colombia, es una especie de eyaculación precoz: eventual, ocasional, fortuito, aislado, lacónico, breve, fugaz, rápido, exiguo y sobre todo, insustancial.

Confundimos el liderazgo con la popularidad, que es como confundir a Gandhi con Maluma y nos negamos a entender que algo va de una persona célebre o famosa, a otra capaz de planear con mano firme, de ejecutar con rigurosidad, de formar con generosidad equipos de trabajo y de medir con extrema exactitud y sobre todo, una persona que anteponga el bien común. No podemos negar, que tenemos gente conocida, incluso buena y querida, pero en cuanto a liderazgo, estamos cerca de la línea de pobreza.

Se nos llena de agua la boca al hablar de líderes políticos, pero solamente hay que ver los titulares de la prensa para saber en qué estamos: campañas llenas de odio y de indirectas, pequeños gamonales esperando a ver qué ordena el señor emperador, corrupción en todo lado, jueces ricos y popochos negociando con los fallos, funcionarios públicos en la cárcel y mientras tanto el país, envuelto en caos. Si hablamos de aquellos que supuestamente lideran la opinión, el panorama no es distinto, porque el revoltijo de egos, intereses y talento no pueden traer resultados diferentes a verdades con sesgos e incompletas, que más que claridad, lo que ofrecen es oscuridad.Las instituciones que nos llenaban de orgullo ya no son lo que eran antes. Si hablamos de la iglesia, no son pocos los que terminan hablando de pederastia y avaricia. Si es de las fuerzas armadas, no pocos los confunden con falsos positivos, drogas y grupos paramilitares. De la justicia, mejor ni hablar. Y los medios…

En el caso del deporte, el panorama no es distinto.Si aceptamos que como decía Albert Camus, “ la selección es la patria”, no podríamos esperar algo diferente. Tenemos unos buenos jugadores, otros un tanto sobrevalorados, algunos un poquito picapiedras, pero lo que si es evidente, es que nos falta una cabeza. No hay un líder que junte, que amalgame el grupo en pos de un objetivo. Es tan dramática la cosa, que para el último partido tuvimos que importar a un sobreviviente de los Andes para llenarnos de confianza. A Rusia iremos, como un barco a la deriva, esperando los chispazos de James o Falcao. Es decir, estaremos sujetos a la suerte. Y es que un líder no puede ser el que más corra o el que más goles meta o el que más gane, ni tampoco el que diga golpeándose en el pecho “ otra vez yo”. Debería ser una persona a la que los demás le crean, lo sigan y de alguna manera le obedezcan. Y ese, lamentablemente no existe en este equipo y como los líderes ni se compran, ni se importan, ni se fabrican, debemos aceptar que al mundial iremos dando esa ventaja. Jugaremos en minúscula, a no ser que volvamos a contratar a Carlos Páez. Y eso para no hablar de Nairo Quintana que tiene que salir a gritar a los cuatro vientos que es el líder para que le crean.

En cualquier campo, la falta de liderazgo genera caos y desorden. La incertidumbre se asoma en las ventanas y la inseguridad y desconfianza se apoderan del ambiente. Y así nos va.Tal vez sea una versión apocalíptica del país, que retrata un estado de las cosas que invita a apagar e irse. Lastimosamente no hay quien baje el switch y nos diga por dónde hay que coger….

 

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