No hay muerto malo. Tenemos un temor reverencial a reconocer los errores de los que emigran de este mundo. En algunos países europeos se utilizó durante mucho tiempo la figura de los encomiadores, que se encargaban de hablar bien de los muertos. En América, se conoció también el oficio de las plañideras, que, aunque apareció en el antiguo Egipto, se hizo muy común en la zonas cercanas al Pacífico, ya que existía el temor de manifestar tristeza por la muerte de un difunto. Por eso, se contrataban mujeres que lloraran al extinto.
Pero una cosa son los muertos y otra muy distinta los vivitos y coleando. En Colombia, tan acostumbrados a caudillos vestidos de mesías, a próceres celestiales de carne y hueso, nos hemos llenado de encomiadores y serviles, de aduladores y lambones, de lambiscones y también de lame suelas.
Los fanáticos y seguidores actúan al mejor estilo de las temibles barras bravas y por eso resulta sudando más la tapa que la olla. Su espíritu servil los empuja hasta inmolarse con tal de resguardar a su caudillo, sin importar las banderas que defienda, las ideas que promulgue o los delitos que cometa. Su amparo ya lo hubiera querido Jesucristo, porque a su líder no le ven defectos ni fallas, ni peros, ni paras, ni nada por arreglar. Todo le disculpan, todo le comprenden, todo le justifican, todo le exoneran. Los otros son culpables. Sus caudillos no. Los otros le quieren hacer el mal, lo quieren perjudicar, lo quieren lastimar y fastidiar.
Nos hemos llenado de encomiadores y serviles, de lambones y lame suelas.
Sin que se hayan muerto, los gradúan de santos o beatos. Le exoneran las culpas y pecados y todo lo que hagan siempre tiene una mejor explicación. Se lían a trompadas, se mechonean y se insultan con los otros, sin importar siquiera que su líder los ignore o no sepa que existen o respiran.
Son encomiadores de profesión, porque se han comido el cuento que expele la verborrea de su guía. Por eso no conciben el mundo si les falta, ni mañana, sin su luz.
Nos sobran indulgencias y perdones, sapos y lambones, pero sobre todo nos falta entender que todos los ídolos de barro siempre tienen su granito de arena.
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Jajaja!, si, abel489398,gracias por hacerme caer en cuenta, en todo caso dentro de esos dos está la adivinanza del artículo, eso está como el cuento negro, son Caín y Abel, pero el gran problema, enigma e interrogante es saber cual de los dos es Abel, Jajaja!
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@charlie59: o de pronto al oji brotado? Tristemente Colombia se ha convertido en la plaza de disputa entre los fanaticos de dos politicos torcidos.
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Muy profundo, real y cierto su análisis, además de muy sutil, parece el cuento de blanco es, gallina lo pone, y frito se come, no se si sobre la pregunta o esté yo equivocado, pero por casualidad no se estará refiriendo usted al que llaman el presidente eterno, otros le dicen el innombrable, otros matarife , y a su secta de fanáticos ciegos?
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