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Con vehemencia justificada Nicholas Negroponte replicó versiones de prensa que asignaban a Michalis Bletsas, director de conectividad de la One Laptop per Children OLPC, una declaración en el sentido de que los aparatos también serían vendidos comercialmente por e-Bay.(http://business.guardian.co.uk/story/0,,1991026,00.html).
 
La polémica antecede la salida de los primeros portátiles que -con un sobre-precio del 50% a lo anunciado inicialmente (U$ 100)-, dan cuerpo a ésta iniciativa en la que  confluyen diversos sectores comprometidos en abrir nuevas alternativas al desarrollo social basado en la tecnología.
 
Sin embargo, el aparato sólo es la parte visible – y más llamativa-, de un programa orientado a romper los criterios imperantes en materias como brecha digital, masificación de Internet, centros comunitarios, educación, tecnologías y desarrollo, etc.
 
¿CON SU MISMO FETICHE?
 
Muchas acciones aparentemente orientadas a la expansión social de las TIC ocultan los intereses estrechos de fabricantes, proveedores, empresarios y burócratas que buscan amarrar sus negocios y ganarse, de paso, el aplauso ingenuo de la opinión pública.
 
De ese modo, por ejemplo, lo que cuesta reparar un PC viejo donado por una empresa (que así se deshace fácil de la basura digital, reduce impuestos y proyecta una imagen altruista) para entregarlo a una escuela de extramuros, equivaldría a 3 de los portátiles que ofrece la One Laptop per Children.
 
Ni que decir los que se podrían adquirir con lo gastado en un programa cuyo nombre alguna vez fue “Internet al parque” (ahora no sé como se llama, si es que existe y qué se hecho por este tema en Bogotá ¿Alguien lo sabe?).
 
A la OLPC se le critica, entre muchas cosas, que suministre portátiles para los chicos (uno por cabeza, es la meta) y no por escuela: propicia el individualismo, aducen, además afecta los indicadores de cobertura e impulsa el consumismo tecnológico.
 
Sin embargo, los célebres y costosos computadores para educar -uno por escuela- son administrados como dispositivo didáctico, en tiempos y espacios restringidos a la enseñanza, de manera indeterminada lo cual los convierte, de hecho, en fetiches: entes investidos de sapiencia cuando no son más que simples trastos.
 
Cuando 100 millones de chicos pobres vayan por las calles con su portátil debajo del brazo (o los pongan de porterías en los partidos de futbolito), los computadores estarán más cerca de la tierra que del paraíso de Gates.
 
TELE-CENTROS DEMAGÓGICOS
 
Algo así ya sucede con los teléfonos móviles: gracias a que las prestaciones de los equipos ha avanzado vertiginosamente -sin que los precios se hayan puesto por las nubes-, se han convertido en objetos corrientes, de uso universal e indiscriminado.
 
Más usuarios conectados y equipados, con tarifas accesibles representan economías a escala pero, sobre todo, comunicación entre las personas (Con las épocas de un teléfono fijo por casa y más atrás aún de teléfono por quedan en el olvido las llamadas internacionales como un acontecimiento de una vez al año barrio ¿Se acuerdan?).
 
Por esa misma razón, el esquema de tele-centros comunitarios, resulta anticuado frente a modalidades -como los locutorios y cafés Internet- que funcionan hasta en el más remoto pueblo de provincia iberoamericana. Es cierto, las tarifas no son siempre las más convenientes pero son soluciones MENOS COSTOSAS que estos tele-centros convertidos en instrumentos demagógicos de políticos y operadores de telecomunicaciones.
 
INTERNET: PARA PERSONAS O PARA MASAS
 
Los efectos de un portátil por niño sobre el entorno social y el aprendizaje han sido cuidadosa y lúcidamente estudiados por expertos partidarios de las pedagogías constructivistas (como Seymor Papert y Alain Key vinculados a la OLPC) y por Michel Ickx y Paolo Manzelli (a través de la Teoría del Net-Learn-Do) quienes han señalado que la forma más efectiva de aprender de y con las TIC es mediante la interacción libre, juguetona y creativa y no a través de las opresivas formas de educación tradicionales.
 
Los auxiliadores de tales formas reivindican -en su acción y en su discurso- la  “masificación de Internet” para anular el sentido social, complejo y libertario, de las tecnologías y para mantener los viejos criterios autoritarios y restrictivos.
Prefieren, claro, un solo ordenador central, controlado por la autoridad suprema, en vez de esas redes diversas y dispersas que tanto caos prestan al caos de un mundo que ya no es.

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