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Otra vez sale alguien de Planeación Nacional a decir que se necesita otro estudio para que diga qué
debe ir primero, si el Metro o el tren de cercanías. Tranquiliza, eso sí, saber
que el análisis lo hará una universidad y no cualquier perico de los palotes.

Opiniones de 4ª… línea

En la
reunión que sostuvieron hace poco menos de un mes el Alcalde Mayor de Bogotá,
el Gobernador de Cundinamarca y el presidente Uribe, se anunció que el Gobierno
Nacional asumiría parte de la financiación necesaria para construir el metro,
el Alo y el tren de cercanías.

Sin
embargo, en un foro reciente, un funcionario de 4ª línea salió a decir que eso
no es posible. Y, a renglón seguido, un parlamentario (delfín que se las tira
de avión, aunque no sabe sumar bien) afirma, con insensatez rayana en pura
majadería, que para financiar el metro ¡habrá que elevar el impuesto predial en
Bogotá!

De Uribe
se dice que cumple…al menos en ciertos temas y es de suponer que el Metro para
Bogotá es de éstos: le aseguraría el respaldo de algunos sectores interesados
en la modernización urbano-regional (incluidos, claro, los dueños de la zona
franca de Mosquera, que no son cosa pequeña) y, además, se beneficia para sus
siguientes re-elecciones. (¿A razón de una re-elección por cada 10 kilómetros
lineales?).

¿Quién toca al delfín?

Al
funcionario aquel lo callaran, si insiste en contradecir los anuncios
presidenciales (ni más faltaba, ¡vaya insolencia!). Pero, el parlamentarito
delfín
¿Quién lo toca? 

Nadie se
atreve siquiera a preguntar qué meritos tiene, (aparte, claro, de los derivados
de una madre improvisada columnista y un padre improvisado presidente), en
cuáles estudios sustenta sus livianas afirmaciones o qué méritos académicos o
experiencia tiene en cuestiones tan delicadas.

Es
evidente que detrás de estos manejos se esconden intereses económicos y
políticos que despiertan ¿cómo no? la voracidad de ciertas elites que, con
pavorosa ligereza maltratan la fe pública y bloquean la aspiración ciudadana a
contar con un sistema ágil, eficiente y moderno de transporte público.

Con
aritmética elemental, el parlamentarito desvirtúa escrupulosos estudios cuyos
resultados finales se conocerán apenas en dos meses. Y, olímpico, saca un
porcentaje de aumento del impuesto predial que algunos ineptos reporteros
repiten sin repasar las sumas y sin descontar los réditos -monetarios o
electorales- suyos y de sus congéneres, los otros herederos.

Semejante
irresponsabilidad, que no tiene en cuenta los mínimos criterios técnicos esperados
en un congresista y que atropella la lógica simple con una simpleza
escandalosa, no inmuta a los políticos ni a los medios empeñados en impedir, a
como dé lugar, que Bogotá tenga un Sistema de Transporte Masivo de la calidad
que merece.

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