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La Radio Nacional de
Colombia enfrenta a 70 años de su fundación fuertes contradicciones entre quienes
anhelan proyectarla como una emisora de categoría técnica y cultural y los que pretenden
convertirla en un aparato propagandístico al servicio del régimen.

Los inmensos acumulados de RN
se condensan en la fonoteca, dotada con las más avanzadas tecnologías de
conservación,  que guarda más de 80
mil piezas de acetato, cintas de carrete abierto, discos de larga duración,
casetes, DAT (Digital Audio Tape), MD (Mini Disk).

Todo ese material se
digitalizó en los últimos años, de modo que hoy es posible catalogar, consultar
y
escuchar cualquier
documento sonoro sin tener que manipular los originales.

Adicionalmente, el sistema de matriz digital de
enrutamiento de señales y las consolas digitales On Air 3000 Studer de
última generación la ponen a la vanguardia en América Latina por encima,
inclusive, de cadenas privadas: las consolas de Caracol, por ejemplo, no tienen
pantallas touch’n’action que sí tiene
RN.

Por lo demás, la plataforma de la emisora estatal permite
acceder a formatos de señal que puedan implementarse en el futuro para
transmisiones digitales de radio y televisión 24/7 en una amplia gama de
formatos, con un alto grado de fiabilidad y redundancia.


La amenaza de la alianza
gris


Esos avances -tras los decenios de abandono que
siguieron al impulso del gobierno de Rojas Pinilla a las comunicaciones- están
en peligro.

La alianza entre el personaje gris designado para
dirigir la RN, con la eminencia gris del régimen (el mismo ideólogo del estado
de opinión que alienta la persecución contra quienes denuncian la corrupción y los abusos del régimen, la censura y
el cierre de la revista Cambio) y con un locutor cómico
vinculado a turbios negocios; amenaza orientar a su antojo -y con propósitos
propagandísticos y económicos propios-, ese patrimonio del país que es la Radio
Nacional.

Doloroso que eso pueda ocurrir justo cuando la emisora
posee los recursos para tener presencia en Internet, allí donde puede
compararse y medirse con las emisoras institucionales, universitarias y
culturales más prestigiosas del planeta.

Cuando, además, Radiónica gana audiencia entre los jóvenes
con propuestas audaces pero que no caen en el mal gusto dominante en las
emisoras privadas. 

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