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Gobernada por los buenos hijos de las castas locales, en el futuro la ciudad ha recuperado el prestigio de otras épocas y se apresta a disputar el título de la más sucia y violenta. Sólo que, ahora, tiene que pelear duro si quiere reducir la ventaja que en los últimos meses le sacaron las nuevas capitales del deterioro.

Cuando el juez omnímodo anunció que de ahora en adelante, las autoridades sí trabajarían por volver al pasado, algunos entendieron que la gramática enrevesada no escondía una amenaza sino una promesa cumplida a los patrones, padrinos y magnates que lo sostienen en cuerpo, alma y bolsillo.

Basura hay hasta para botar

Lo primero que volvió fue el desaliento en aquellos que parecían querer acostumbrarse a la limpieza de las calles -a cargo de un pequeño ejército de familias recicladoras complementada por los operarios de una nueva empresa, oficial-, cada vez más confiables para recorrer las calles de la urbe.

Regresaran, es obvio, los añorados camiones de basura, humeantes y ruidosos, escondidos por los magnates del aseo público para impedir que se los expropiara el enemigo, ahora derrotado por orden del juez omnímodo. Saldrán en adelante los añorados camiones escoltados por motociclistas armados al cuidado de las rutas, así como otros vigilan las rutas de dinero, substancias tóxicas, armas hechizas, mujeres y menores y demás negocios propiedad de patrones y padrinos.

Al borde de esos derroteros, las familias recicladoras intentarán recoger algo para su subsistencia. Agazapados en las sombras, tratarán de evitar la persecución de los guardias pagados para impedirles que se apropien de las basuras que dejan en las aceras los recolectores de basura y que son obsequio de un capo a los hijos de un subalterno.

La abundancia de basura que hubo antes a la ciudad, retorna rotunda pues, aunque el consumo no ha crecido mucho que se diga (la situación tampoco es que esté para fiestas), reinicia la maña antigua de botar periódicos repletos de anuncios, revueltos con bolsas vacías de leche, empaques de frituras, envases de aguardiente, papel higiénico, jeringas y colillas.

La ciudad del futuro

La ciudad del futuro

Así crecerá otra vez el relleno sanitario, horarios y rutas extendidas explicarán el aumento de las tarifas que la población aceptará a disgusto pero con la simpatía de los periodistas que recibirán su propina por demostrar la bondad de medidas que ponen a la ciudad, en el alto sitial de las urbes acosadas por el hedor del poder.

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