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Defiendo y promuevo el perdón, pero no sé qué tan sencillo les resulte a todas las mujeres que han visto cómo les quitaron a sus hijos, cómo les violaron a sus hijas y cómo las despojaron de sus tierras limpiar su corazón de tanto dolor y tanta tragedia.
Tampoco sé qué tan fácil puedan los hijos de un padre secuestrado y muerto en cautiverio sobreponerse a la orfandad en la que los han dejado otros.
Tal vez sea injusto pedirles a todas estas víctimas que actúen frente al dolor de la misma forma. El proceso para sanar y liberar de una vez por todas las atrocidades con las que actuaron otros es en últimas un recorrido individual: para unos, tortuoso; para otros, menos curvo, y tal vez para algunos jamás termine.
No importa el bando de donde vengan la muerte y las heridas, para quien las ha padecido tal vez el apellido del asesino o del secuestrador sea lo de menos, el dolor frente a estos delitos es esencialmente humano y no hace distinción de un grupo armado.
Pero por más que todas las religiones y creencias espirituales promuevan el perdón como un hecho fundamental para encontrar la paz y reencontrarse consigo mismo, lo cual es totalmente cierto y yo personalmente creo en el perdón como un hecho vital para ser feliz, tal vez resulte un poco ingenuo pretender que todas aquellas personas que viven dolores muy profundos causados por otros puedan mirar a sus victimarios a la cara y sonreírles con amor.
Creo que, si tan solo buscáramos convivir sin matarnos, compartir un país sin vengarnos unos de otros tendríamos totalmente ganado el terreno. Los hombres sabios, las almas nobles y los líderes de los procesos de paz en el mundo han hecho soñar a la humanidad con las grandes virtudes que todos los seres humanos podemos llegar a alcanzar, y una de ellas es, sin lugar a dudas, la capacidad para perdonar. Son vidas ejemplares y estos sueños han generado cambios profundos en la sociedad, pero el ser humano es complejo, con lados oscuros donde también habitan emociones y sentimientos como la rabia o el rencor.
Por fortuna, podemos encontrar montones de ejemplos de personas que han logrado perdonar en el país, en este proceso de las conversaciones en La Habana se han escuchado sus voces y los medios las han ampliado, pero quiero citar al historiador alemán Hubertus Knabe, quien estuvo en Colombia en 2014 y la revista Semana lo entrevistó como uno de los europeos que más sabe de verdad y reparación. Dirige el centro de memoria de la vieja cárcel de la Stasi en Berlín y sus palabras fueron: “Me parece que ustedes no deberían tener la obsesión de perdonarse por completo. En una sociedad no todos tenemos que ser amigos. Pero ojo: esto no quiere decir que tengamos que odiarnos. En una sociedad libre uno no debe sentirse obligado a amar a los demás sino a estar tranquilo con su conciencia y respetarlos. Las culturas cristianas pueden pensar distinto, pero yo pienso que tras un conflicto tan difícil y complejo ese anhelo es imposible. De lo que se trata, más bien, es de poder vivir juntos y en paz. Si ustedes logran eso, ya habrán alcanzado algo enorme”.
Doña catalina,
Usted toca un punto importante, el Perdón, como todos los analistas serios, toca sutilmente la violencia, ejercida desde los dos bandos, lo malos y los buenos, los buenos y los malos, tiene razón, perdonar es dificil, muy dificil y casi imposible. Por ello el perdón es un arma tan poderoso tan hiriente, tan ofensiva , tan simple y tan valiosa.
El caso, Doña catalina, es el mismo, no se perdonara del todo y nunca se olvidara, el dolor de aquello cuyos suyos fueron enterrados, mientras uno y otros veían la guerra por Caracol o RCN o LO leina en la prensa escrita es muy grande….pero la paz es eso, la posibilidad, que ido yo los míos puedan ejercer el perdón, que yo no pude, pero que estoy dispuesto a intentar, la paz tiene que llegar, pero no es prender y/o apagar la luz.
Cordial saludo,
Manuel Perez
Toronto
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