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En mi pasado post escribí sobre el tuit de Álvaro Uribe en el que contó que en un supermercado Carulla se le había acercado un compatriota para decirle que trabajaba para pagar extorsión. Hasta hoy, el texto ha generado 38 comentarios con críticas por no tener sentido, pendejo, sin humor, que no aporta ni analiza, bobo, que no se entiende, pero eso sí, superó notablemente en lecturas otros posts que he escrito sobre abuso a menores, la salud mental en Colombia a raíz de la guerra o la indiferencia de nosotros frente a la situación de la infancia en Colombia. Mi post titulado #Entro a un Carulla, tuvo más de 20.000 lecturas y fue más de 1.000 veces compartido en Facebook. En cambio, la entrada titulada “El abuso a menores nos vale cinco”, recibió 5 comentarios, se compartió 694 veces en Facebook y lo leyeron 1.893 personas.

Mi interés con este blog no es ser popular, tampoco convertirme en tendencia en redes ni llenarme de likes, y por supuesto jamás pretenderé agradarle a todo el mundo. Es claro que si uno se expone a opinar, llegan las críticas y bienvenidas sean todas, por eso son públicas.

Pero estas cifras me generan una reflexión como lectora. Creo que en esto de la seriedad de los medios de comunicación quienes los utilizamos también somos responsables.

Durante mis años de experiencia como periodista en diferentes medios he visto cómo los temas que tocan situaciones profundas, trascendentales, dolorosas, aterradoras o historias que revelan puntos de quiebre que necesitan una solución con urgencia, tienen poca acogida y esfuerzos periodísticos valiosos por revelar corrupción o injusticias no siempre tienen eco dentro del público.

Creo que con las redes sociales y el cambio que se está dando en la manera como nos informamos, las audiencias podemos marcar tendencias. Como consumidores ya lo estamos haciendo con las compras en tiendas de descuento duro. A punta de comprar más barato, las estadísticas están mostrando que en ciertas categorías, como los productos de aseo, por ejemplo, el comercio está cambiando.

Lo mismo podría suceder con la información si entre todos decidiéramos que vale la pena preocuparnos por los temas importantes. Creo que nunca antes como en este momento los lectores habíamos tenido tanto poder frente a la información. Pero tal vez no estamos haciendo gran cosa con ello. Sí, se están castigando ciertos medios tradicionales con disminución de lectores o de televidentes y oyentes, pero en estos medios también se hacen trabajos periodísticos valiosos y trascendentales que no cuentan con el respaldo necesario para seguir adelante.

Tal vez no hemos entendido lo que la información puede hacer por nosotros, tal vez no dimensionamos lo que nosotros podemos hacer por ella, pero sí creo que, si queremos un cambio verdadero en los medios, lo primero que debemos decidir es qué tan dispuestos estamos a bajar nuestras armas de pelea y de indignación, para centrarnos en los hechos y dejar de esperar que estos se ajusten a nuestras opiniones para mirarlos sin apasionamiento y darle a la realidad una mirada constructiva.

Si nos atreviéramos a ser críticos, si dejáramos la pereza y buscáramos información seria, si nos saliéramos de las notas cortas y leyéramos análisis, si decidiéramos echarnos el país al hombro, entonces sabríamos que lo que sucede nos afecta a todos y que conocer la realidad es una gran herramienta para cambiarla.

Cómo sería de beneficioso para todos que los artículos más leídos y comentados de los medios de comunicación fueran los más investigados o que los medios independientes que existen pudieran sobrevivir a las dificultades económicas gracias a la información serie y profesional que producen. Actualmente esto sería mucho más viable que antes del auge digital, pero tal vez no estamos haciendo buen eso del poder que la tecnología nos ha dado para exigir que sea noticia el país completo, no solo por partes, y para que la historia de Colombia realmente nos importe.

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