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Resulta reconfortante escuchar a alguien hablando de paz en Colombia sin que por ello sea tildado de comunista, mamerto, santista, guerrillero o antiuribista. Resulta reconfortante saber que las palabras paz, esperanza y perdón vuelven a tener en nuestras noticias y titulares el valor que les pertenece por su propio significado.

Cuando habla Francisco, nadie puede salir a decir que lo hace en nombre de Timochenko ni que es “castrochavista”, tampoco puede argumentar que le está entregando el país a la izquierda o que concede demasiado a cambio de nada. Realmente toca el alma esta oportunidad para hablar de valores humanos sin reducirlos a intereses políticos, votos y elecciones. Otra vez la paz vuelve a su lugar y deja de ser esa pobre toda manoseada.

Para mí la visita del papa no tiene ninguna consideración religiosa pues no soy creyente, pero sí creo que su mensaje es universal y justamente ese es el valor que tiene. Me encanta que alguien puede hablar de los excluidos, de los pobres, de las víctimas, sin utilizarlos como instrumentos para ganar votos o prebendas políticas, sin usarlos para discursos populistas y mentirosos. De verdad me encanta que por unos días podamos hablar de cosas bonitas en Colombia sin odiarnos, sin agredirnos.

Claro, dirán unos, nada más político que un papa, por supuesto que todo lo que hace y dice es eminentemente político, por eso sus palabras no les gustan a muchos, pero en el caso colombiano, escucharlo es tal vez dejar que alguien nos toque el alma con su voz sin pensar en que quien habla tiene un interés escondido detrás.

No comparto muchas de las creencias católicas y por supuesto rechazo horrores como la pedofilia y el interés por esconderla para que nadie sea castigado, pero sí creo que en este momento un mensaje amoroso, honesto y transparente no le cae mal a nadie. Seguramente no traerá grandes cambios en el país, pero sí nos está dando un merecido respiro en medio de tanta corrupción, tanta injusticia social, tanta desigualdad, tanta polarización y tanta mentira.

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PERFIL
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Después de escribir por más de 20 años en revistas, periódicos y páginas web sobre lo que opinaban, decían y hacían los demás, decidí dar mis propias opiniones. Ahora trabajo como periodista independiente y como profesora universitaria. Escribí el libro "Mi bipolaridad y sus maremotos" como una forma de luchar contra el estigma hacia la enfermedad mental.

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Me encantan, estos avances. Me encantan.

The interpreter (para nosotros, La intérprete, y como cosa rara, el título en español significa lo mismo que en el idioma original) es un filme dirigido por el estadounidense Sydney Pollack, estrenado en cines en dos mil cinco. El guión condujo a Pollack a grabar en las propias instalaciones de la ONU (localizadas en territorio internacional dentro de Nueva York), una historia con tintes políticos que recuerdan la situación más o menos reciente del actual presidente de Zimbabwe.

Estaba viendo hace unas horas cierta película francesa realizada exclusivamente para televisión hace unos años, no muy conocida por cierto, y me asaltó una duda que tenía desde hace un tiempo y que se avivó luego de ver La intérprete. La duda es la siguiente:

Lo más seguro es que todos conozcamos el aviso que aparece, usualmente escondido al final de los créditos de algunas películas, que dice lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Los hechos relatados en esta película son puramente ficticios y no deben relacionarse con eventos pasados, actuales o futuros. (...) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."
Yo me pregunto: luego de ver una película que parece un documental acerca de una situación actual, ya sea ésta una realidad o no, ¿qué sentido tiene recurrir a este mensaje, si de cualquier manera los espectadores van a hacer la relación?

Es claro, hay que decir, que no todo el mundo tiene por qué captar estos parecidos. Pero los que sí los captan, lo comunican a los demás, y al final la película pasa a verse como lo que realmente es: una crítica por parte del realizador hacia una situación en particular. Punto. No importa qué tan imparcial se pretenda ser, haciendo uso del mencionado avisito.

En fin, no entiendo esta actitud, si de verdad algunos pretenden protegerse bajo dicho mensaje. Quisiera creer que lo colocan no porque no pretendan dar la cara luego de dar la opinión, sino porque es una especie de requisito, un asunto legal de obligatoria aparición al final de todos los créditos de todas las películas de todos los géneros. Aunque al final, sólo quien tuvo la idea de escribir la historia como quedó escrita es quien sabe qué opinión tiene.

Él y sólo él.

-

Sobre la película, hay un dato lingüístico interesante; se creó un lenguaje nuevo (lo llamaron "Ku"), con sus propias palabras, conjugaciones, reglas... es decir, un lenguaje aparte, sostenible por sí solo, basado en lenguajes existentes en el sur de África, pero que "aunque sería reconocido por habitantes de la zona (...), los confundiría", debido a su estructura gramatical, leo por aquí. En todas partes encuentro que el creador de este lenguaje es Said el-Gheithy, director del Centre for African Language Learning en Londres. En general, no encuentro muchas críticas positivas para la película, pero a mí me gustó.

Me encanta leer la columna Contravía, escrita por Eduardo Escobar. Y la de hoy termina con una reflexión que encuentro parecida a cierto diálogo de La intérprete. Aquí va el diálogo, para terminar y dejar de ocupar su tiempo, estimado lector. Lo traduzco burdamente, pero espero que se mantenga la idea.

Silvia Broome: (...) Siempre que alguien pierde a un ser querido, quiere vengarse de alguien más, o de Dios, a falta de alguien. Pero en África, en Matobo, los Ku creen que la única manera de poner fin al dolor es salvando una vida. Si alguien es asesinado, luego de un año de duelo se realiza un ritual llamado "la fiesta del ahogado". Se hace una fiesta durante toda la noche, junto al río. Al amanecer, el asesino es montado en un bote. Se lleva al agua y se le tira allí, amarrado, para que no pueda nadar. Entonces la familia doliente debe tomar una decisión; pueden dejar que se ahogue, o pueden lanzarse a salvarlo. Los Ku creen que si la familia deja que el asesino se ahogue, se hará justicia, pero pasarán el resto de sus vidas de duelo. Pero si lo salvan, entonces admitirán que la vida no siempre es es justa, y a cambio ese acto los liberará del dolor.


dancastell89@gmail.com

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1 Comentarios
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  1. Es un comentario muy acertado y con mucho contenido. Especialmente porque lo que dice respecto a los intereses que algunos (todos los politicos) persiguen usando a la gente, especialmente a las personas que solo se guian por la creencia de que una persona le va a resolver su vida economica y social, como es el caso de los candidatos a la presidencia. Me encanta la visita del papa y me facina el mensaje de paz. Espero que Alvaro Uribe aprenda una leccion de este mensaje y que no siga usando a sus seguidores(ignorantes de los intereses de este senor) para obtner poder. Que viva la paz y que ojala todos los grupos fuera de la ley se una a ester mensaje y permitan que Colombia sea la potencia mundial de turismo que es lo que yo creo que sera si nos volvemos un pais en paz y lejos del crimen.

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