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Si de verdad a los seres humanos se nos arreglara la vida con mirarnos al espejo todas las mañanas y decirnos cosas bonitas o con seguir 7 pasos que seguro nos llevarán al éxito; si la felicidad y el logro de los sueños vinieran en botellitas, seguramente los poderosos y los multimillonarios ya se habrían apoderado de las fórmulas, las estarían vendiendo a precios astronómicos y existiría un mercado negro, oscuro y peligroso, con muchos muertos a bordo, también dominado por los multimillonarios y todopoderosos.

Pero no, nada de esto ha sucedido todavía. Solo gobernantes que se atornillan en el poder, ricos que se quedan con las ganancias de todos y una manada de habitantes que vivimos el día a día y que entre la incertidumbre y el miedo muchos tratan de sobrellevar la vida a punta de frases mágicas y recetas que abarcan desde las enseñanzas de los lamas hasta la moda de las Kardashian.

Pero no, las fórmulas mágicas no existen, por más que los líderes de la nueva era, los amantes de las energías y los médicos con habilidades comunicativas escriban libros con recetas para aprender a hablar con los demás, para conseguir trabajo, para rezar de tal forma que Dios sí escuche; por más que las librerías se llenen de títulos que empiezan con la pregunta sobre cómo lograr algo o con frases que responden a ese como, los seres humanos no vamos a encontrar atajos para enfrentar lo que nos toca enfrentar y para gozarnos lo que nos toca gozar.

Qué mejor que vivir la vida con lo que traiga, sin pasos que nos tenemos que aprender de memoria, sin tener que levantarnos todos los días a decirnos una frase positiva, sin tener que tomarnos el agua tibia 10 minutos antes de desayunar para evitar el colon irritable, sin tener que caminar obligatoriamente los 20 minutos del día, y luego medir las calorías del desayuno para sumarle el cuarto de porción de arándanos para mejorar el colesterol, pedir la ensalada sin aderezos al almuerzo, meditar 20 minutos antes de que caiga el sol y escribir en la noche lo bueno que ha tenido el día para concluir con un agradecimiento por todo lo que se ha vivido.

Creo que es mejor levantarse en desorden, salir feliz a hacer ejercicio porque a uno realmente le encanta, preparar un desayuno con el mercado que queda, almorzar con las amigas y pedir un delicioso helado con salsa de chocolate para todas, llegar a la casa a abrazar a los hijos, dejar en el estudio un desorden maravilloso con las energías de toda la familia revueltas y acostarse agotado porque el día se ha vivido con intensidad.

Sí, creo que tantas fórmulas nos van aburriendo la vida y no nos dan las respuestas para cuando de verdad nos llenamos de rabia en el trancón, nos enfurecemos con el que nos robó la billetera y decidimos que en vez de respirar profundo y tranquilizarnos, caminamos con pasos fuertes hasta la casa y nos acostamos agotados porque el día ha sido devastador.

Creo que los matrimonio son más divertidos sin tanta planeación estratégica, que los ahorros se hacen más sustanciosos cuando se decide gastar en el antojo de un día y que el trabajo se hace enriquecedor cuando uno se puede reír a carcajadas con el del escritorio de al lado y se le quita el miedo de decirle al jefe lo que uno realmente quiere hacer.

Porque no quiero quitarle las sorpresas a la vida, porque quiero llorar con el alma cuando lo necesite, porque considero que la complejidad, la duda y la incertidumbre son parte de la esencia humana, creo que toda esta ola de autoayuda que nos están vendiendo en casa esquina lo único que ha hecho es engañarnos y hacernos creer que las respuestas están a la vuelta de la esquina, que la introspección no tiene valor, que el coraje consiste en respirar profundo y no en abrirnos suficiente a la experiencia de la vida, con miedo y todo, para que ella esculpa en nosotros lo que tiene que esculpir.

 

 

 

 

 

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