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Me monté al avión que no era. Me di cuenta cuando ya me había subido, ya habían cerrado la puerta y ya el piloto había prendido motores. Pero me salvé y aquí estoy para contarlo.

En Brasil hay una ley extraña (la ley 9502 de, 11 de marzo de 1997, para ser precisos): en ella se indica que todo ascensor debe tener el siguiente aviso en su entrada:

Está el ascensor?

(si no me cree, consulte el texto de la norma aquí, vea artículo 1)

Y sí, el aviso dice que por favor no se monte al ascensor antes de confirmar que el aparato ya está ahí. Y, bueno, nunca sobra aclarar una de esas reglas para una vida segura y libre de problemas. Aunque me parece que está muy cerca de la instrucción escrita del manual de televisor que dice “para prenderlo, asegúrese de que está enchufao”, después de haberme montado a un avión errado me parece hasta lógico que le hagan indicaciones así de obvias al usuario:

Cuidado avion

Yo viajo mucho, y no me parece que viajar tenga el más mínimo glamur. Más bien me parece algo cercano a viajar en flota pero más horas y agregando turbulencia. En uno de mis incontables viajes tuve la oportunidad de volar entre Buenos Aires y Santiago de Chile en un soleado 11 de septiembre a las 10am (sin ánimo histórico, fue pura coincidencia que volara en ese fatídico día). Esta vez tocaba llegar en busecito hasta el avión, e íbamos tarde. Todo era de afán y todo era sin mucho aviso.

Llegamos al avión, y me monté tan pronto pude, intentando encontrar una buena oportunidad para entrar de primerito y tener espacio para mi maleta encima de mi silla. Entré, guardé mi maleta y me senté. Y me dí cuenta que la aerolínea era distinta. “Austral”, decían todos los papelitos, y yo me había montado a un avión de Aerolíneas Argentinas…

“Bueno, a veces pasa. Será operado por otra aerolínea” me dije a mi mismo. Y continuamos nuestro viaje. Horas más tarde, tuve esta vista desde mi ventana:

La Cordillera

Después de afianzar el manejo de mi cámara, ya pude tomar una mejor foto de la vista:

La Cordillera

Bello paisaje. Qué distensión. Qué belleza, uno debería viajar todas las semanas a un lugar distinto. Viva los hermanos Wright, viva la belleza de volar, viva la argucia de Da Vinci cuando dijo “el ser humano podrá volar algún día” y ese día está aquí, queridos hermanos. Todos, todos, todos los seres humanos deberían tener la posibilidad de ver por esta ventana, ver estas cordilleras nevadas que se derriten ante mis redondos ojos. ¡Quién dijo montar en bicicleta! ¡Quién dijo transporte sostenible! QUÉ VIVAN LOS AIRES, CARAY.

… creo que me despisté un poco. Estaba a punto de contarles una experiencia terrible y terminé contándoles sobre el vuelo de hoy y las hermosas cordilleras entre Argentina y Chile. A eso no iba mi cuento, yo no quería generarle más gloria a los viajes aéreos. Mejor me concentro un poco más:

En Mayo de este año tuve que ir a Cochabamba, en Bolivia. Tuve que volar de noche a La Paz, dormir dos horas allá y madrugar para tomar el primer vuelo a Cochabamba. Me desperté de milagro, salí corriendo para que no me dejara el vuelo y llegué justo a tiempo. Tomé un cafecito y llamaron mi vuelo, por lo cual bajé y vi solamente una puerta abierta que daba directamente a la pista del aeropuerto y este avión frente a mí:

avion-boliviano

Caminé hacia el avión. Me monté. cerraron la puerta y busqué mi silla pero me dice un compañero pasajero “no, tranquiiiilo, use la silla que quiera“. Y me senté:

silla-boliviana

“Mí mismo…qué avión tan pequeñito. Nunca me había montado en algo así”.

(prenden motores)

“Estos papelitos y folleticos… es como otra aerolínea, no?”

(cierran la puerta del avión)

“señora, ¿este va para Cochabamba, no es así?”

es este o no

“eh…no. Oruro” (se abren sus ojos como dos pepas)

(se abren mis ojos, se dilatan mis pupilas)

“Jueputa… SEÑOR PILOTO: ESTOY EN EL AVIÓN EQUIVOCADO”

(piloto enfurecido, frenos, ademanes al personal de tierra diciendo “bajen a este güevón”)

Y sí, me monté en el avión que no era. Pero por lo menos tengo algo que contarle a todo el mundo cuando me preguntan “uy oiga, ¿y a usted nunca le ha pasado algo super raro en algún vuelo?”. Y gracias a Dios me pasó eso y nada tengo que contar de algún ascensor en Brasil…

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PERFIL
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Carlos Felipe Pardo es un colombiano con maestría en urbanismo de la London School of Economics que trabaja en temas de transporte sostenible, desarrollo urbano y calidad de vida. Le ha tocado ir a más de 60 ciudades en Europa, América Latina, Asia y África a dar asesorías, presentaciones y cursos sobre esos temas. Ha escrito libros y capítulos (unos más buenos que otros), varios de los cuales están en la página de su organización Despacio.org

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