Fabián Salazar Guerrero. PhD. Doctor en Teología. Asesor en Belleza Espiritual.
La pandemia es una gran escuela y ha dejado su huella en familiares, amigos y hasta en historias personales. Algunos ya se han ido y aún queda la incertidumbre de cuántos más se irán por su causa. Esta escuela nos ha hecho revaluar nuestras prioridades, nos ha permitido ver lo valioso de muchas de las acciones cotidianas y sobre todo nos ha cuestionado sobre el significado de la vida. Para la reflexión dejo a continuación unas consideraciones:
La vida es un bendición. Al separar la palabra bendecir en sus componentes resultaba el verdadero sentido de la palabra “decir – bien”. La bendición es el resultado de hablar bien de las personas, de las circunstancias, de los acontecimientos y de nuestro mundo interno. Eso no significa evadir la realidad sino darle un sentido positivo y propositivo a todo lo que nos rodea para beneficio de nuestro crecimiento, aprendizaje y madurez espiritual.
La vida es maestra de medicina. Aceptar que la vida tiene su sabiduría y sus tiempos para la sanación es reconocer que no sólo se sanará el cuerpo, sino que se sanarán también las heridas del corazón, ocasionadas por el odio, el rencor, el resentimiento, la rabia, la venganza, la desilusión y el miedo. La vida nos coloca personas y recursos para sanarnos, pero debemos estar dispuestos a recibir la ayuda de una manera humilde, confiada y atenta a las oportunidades que se nos presentan de dejar atrás aquello que nos hace daño.
La vida está siempre renovándose. La existencia está permanentemente fluyendo y se desliza entre ciclos de espiral, que la hacen fantásticamente nueva. El intentar quedarnos en una etapa de nuestra vida, sin notar las transformaciones que están ocurriendo alrededor, ocasiona que no evolucionemos; o el pretender que el entorno se detenga a nuestra conveniencia da como resultado el perdernos la gran aventura de estar vivos y disfrutar de los cambios, los instantes irrepetibles y los momentos que no van a volver. Cada día trae un cheque de 24 horas y debemos estar seguros en qué lo vamos a invertir.
La vida es sorprendente. Qué gran inspiración son los niños, que en su descubrir del mundo se atreven a preguntar, a sorprenderse y a jugar, y es por eso que se llenan de gozo por estar vivos. Así también necesitamos seguir su ejemplo y cambiar nuestra mirada para llenarla de esperanza, de alegría y de disfrute por los detalles y milagros que nos rodean. Quitar de nuestros ojos la sombra de la amargura, la nostalgia o la pena y descubrir que, a pesar de las dificultades, la vida es realmente lo único valioso, y que mientras estemos en esta dimensión es nuestro más bello hogar, refugio y tesoro.
La vida solo se vive en el presente. Muchos permanecen atrapados por el pasado, encerrados en sus recuerdos y dolores, mientras otros se pierden en futuras ilusiones irreales y fantasías. La existencia es tan corta y pasa como el agua entre los dedos que no podemos atraparla, y entonces no queda otra opción que disfrutarla a cada instante, beberla a sorbos largos y no dejar para mañana las experiencias del hoy en toda su riqueza, profundad y colorido. Si hoy hay que amar, hay que hacerlo, si hoy toca tomar una decisión, pues hay que hacerlo, si hoy corresponde emprender una acción, entonces hay que hacerla pues el tren de la vida no da espera a quién duda, no guarda para después los fabulosos momentos, y no mantiene a nuestro lado, para siempre, a los seres queridos. Recordemos que simplemente somos momentos.
La vida es armonía. Todos estamos interconectados con todos, todos dependemos de todos, todos somos hermanos con todos, incluyendo a todos los seres de la naturaleza. Somos un gran organismo viviente en el que cada ser tiene un importante papel para la supervivencia. Es por eso que si nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras y nuestras acciones son sanadoras, amorosas, compasivas, tiernas y constructivas contribuiremos a transformar la vida del planeta y dejaremos un hábitat de bienestar para las nuevas generaciones. Es hora de dejar el estúpido egoísmo, la detestable violencia, la incomprensible indiferencia y la malvada avaricia. Aquí en este plano o vivimos bien todos o nos extinguimos todos.
La vida es la oportunidad de agradecer. Lo que nos rodea es un regalo, nada de lo que recibimos al nacer lo hicimos nosotros, y nada de lo que tenemos aquí nos lo llevaremos a la hora de la partida. Somos simples huéspedes temporales, somos pasajeros de un viaje corto, somos estrellas fugaces en el cielo de esta existencia y por eso no queda otra verdadera opción que ser agradecidos por este hermoso presente que hemos recibido. Es también una invitación a ser amables, bondadosos y gentiles no solo con nuestros semejantes sino con todas las criaturas y la creación misma. Es una fortuna estar vivos y por tanto tenemos la invitación a que no desperdiciemos la vida en aquello que no vale la pena.
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