Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

En 2024 los mercados financieros cerraron con gran fuerza. Analistas resaltaban el ‘american exceptionalism’, en donde se habla de la grandeza y el acelerado crecimiento de la economía americana que en el mercado de valores se traduce en el S&P 500 – el índice que promedia en bolsa el comportamiento de las 500 empresas más grandes de EE.UU-. Sin embargo, con la llegada de Trump el 20 de enero y el crecimiento acelerado no solo de EE. UU. sino de potencias alternativas como Asia y la Unión Europea, el ‘american exceptionalism’ no solo seguirá pasando a un segundo plano sino que desaparecerá completamente.

La economía americana está en su momento estrella. En 2024, el S&P 500 cerró con un P/E ratio (Precio/Beneficio) por encima del percentil 90. A nivel práctico, esto quiere decir que el valor promedio de las acciones de las 500 empresas más grandes de EE. UU. (Amazon, Apple, Netflix, Mastercard, etc.) está por encima del 90 % de los valores históricos. Mejor dicho: algo nunca antes visto. No obstante, pensar que Estados Unidos es el único actor con crecimiento económico sostenido no es más que una arrogancia y mala lectura de la realidad.

Foto de iStock.

En primer lugar, la bolsa es un referente de cómo se comportan las empresas que componen una economía, más no el comportamiento de la economía per se. Hoy en día, en medio de un ciclo de acelerado crecimiento global que es impulsado por la intensa competencia en áreas clave como la inteligencia artificial, la tecnología verde y la seguridad entre tres regiones dominantes en el mundo: América, Asia y Europa, el comportamiento en bolsa es una variable más en la ecuación de quién manda en la economía. Es decir, balanceando los hechos y las prioridades de avance de la humanidad, nos encontramos en un mundo tripolar, no unipolar.

China ha desarrollado una política industrial que ha extrapolado a nivel mundial a través de sus inversiones, orientada a la tecnología verde. Hoy por hoy, representa 1/3 del total de la inversión en este sector a nivel mundial. Esto, en últimas, le permite a países como Colombia no depender de EE. UU. sino también buscar apoyos en países alternos como China para financiar proyectos de infraestructura (ej. Metro de Bogotá) y tecnología verde. Esto, en últimas, se ha traducido en mayor influencia asiática en la región.

Por otro lado, se encuentra la Unión Europea, en donde países como Alemania intentan hacerle frente a China en la producción de automóviles eléctricos y buscan no perder dominancia en el segmento de la movilidad eléctrica que es y será clave en los próximos años en la geopolítica internacional.

Si bien Estados Unidos también había estado avanzando agresivamente hacia una política industrial bajo la administración de Biden, con enormes esfuerzos legislativos como la Ley de Chips y Ciencia, que destinó USD$ 53 mil millones para apoyar la fabricación de semiconductores; la Ley de Infraestructura Bipartidista, que ya ha anunciado más de USD$500 mil millones en financiamiento para proyectos; y la Ley de Reducción de la Inflación, con la llegada de Trump al poder este 20 de enero, el futuro es totalmente incierto.

A pesar de que el entorno global ha cambiado en su totalidad respecto a hace 8 años en donde Trump ejerció su primera presidencia, su base de ideas sigue siendo exactamente la misma: Proteccionismo, no multilateralismo y ‘America First‘. Esto se traduce en un comportamiento aislacionista que dejará un vacío de poder a nivel regional y que por supuesto, las otras potencias buscarán aprovechar.

Con seguridad, a las compañías americanas les seguirá yendo bien en bolsa. Trump ha demostrado ser eficiente en que la economía americana crezca sostenidamente con su lógica ‘America First’. Sin embargo, Estados Unidos no es, no ha sido y, por lo tanto, no será el único que domine los mercados internacionales, las inversiones y mucho menos la innovación tecnológica. El futuro estará marcado por una competencia feroz entre las principales potencias económicas, en donde cada una está buscando maximizar sus ventajas estratégicas y posicionarse en los sectores clave del futuro.

Aunque Estados Unidos sigue siendo una variable importante en la ecuación de la economía global, las dinámicas de poder económico están evolucionando hacia un sistema tripolar, en el que ya no solo Estados Unidos dicta las reglas del juego, sino que ahora está apretado y con espacio limitado respecto a otras economías emergentes que están ganando terreno a pasos agigantados. Es válido pensar que a lo mejor el mundo se encuentra en una economía post-americana. Adiós al American exceptionalism, el mundo es tripolar ahora.

 

 

 

 

Compartir post