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Recientemente, el reconocido nobel de economía Paul Krugrman publicó en su columna del New York Times una carta al nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden. En esta oportuna columna para la coyuntura, el economista le da cuatro recomendaciones a Biden para manejar la heredada crisis económica. Ahora bien, cualquier persona que haya leído al grupo mainstream que normalmente acompañan distintos libros, papers y conferencias (Samuelson, Stiglitz y Piketty) puede predecir lo que le Krugman le recomendó al presidente: Aumente el gasto público, no dude en intervenir los mercados necesarios y, sin duda, expanda la capacidad de endeudamiento. 

Efectivamente, sin duda las reglas que Krugman le propone a Biden para el buen manejo de la economía estadounidense no son más que precisiones respecto a las generalidades del mainstream economics. Sin embargo, algunas en particular lo llevarían a cometer los errores que han cometido sus antecesores y, además, paradójicamente a promover ese capitalismo de amigotes respecto al cual aparentemente Krugman y compañía han estado en contra por años. 

La primera regla, predeciblemente, es: no dudas acerca de la capacidad que tiene el gobierno para ayudar. Si bien Krugman habla inocentemente acerca del Affordable Care act (A.C.A), que es la ley que crea el servicio de cobertura universal en Estados Unidos, más conocido como el Obama Care, olvida que esta enorme capacidad también se ha traducido en favoritismos y salva vidas a grupos de interés. Cómo olvidar cuando Biden y Obama recordaron la ‘capacidad’ que tenía el gobierno cuando lanzaron la ley Dodd – Frank y con ello, el paquete de rescates y bailouts al sector financiero. Por supuesto que el gobierno tiene la capacidad de ayudar, pero a través de la generación de bienes públicos y de la provisión de servicios como la seguridad y la justicia. Ahora que los bancos se enfrentan a problemas similares a la situación del 2008 es hora de frenar estas prebendas que los gobiernos le han otorgado a los grupos de interés del sector financiero. 

Otra recomendación llamativa de Krugman a Biden es que se olvide completamente de la deuda y con eso del techo que impone año a año el Congreso de Estados Unidos, una suerte de regla fiscal agringada. Si bien existe un consenso acerca de que efectivamente el endeudamiento en el caso de Estados Unidos es sostenible en el tiempo (no hay nada más seguro financieramente hablando que los bonos del tesoro), el estímulo de aumentar el gasto público de manera desenfrenada no deberá ser la solución a la crisis. Si bien el gasto público en el ideal de Keynes, y por tanto de todos los keynesianos, dinamiza la demanda agregada, el gasto debe buscar generar valor agregado a la economía y la regla no deberá ser gastar por gastar, que en lo práctico produce en programas de empleo del gobierno que expanden la burocracia. 

Respecto a las dos recomendaciones restantes no puede ser más desacertada la de no contar con los Republicanos para nada. En medio de una crisis de orden mundial y del vacío de poder que hay en el mundo y en Estados Unidos, la cooperación bipartidista es inminente. Si bien el Congreso es favorablemente demócrata, el trabajo del gobierno federal con los gobernadores de cada Estado es imprescindible y más para la implementación de la campaña de vacunación y, además, para la coordinación de la red hospitalaria. 

En conclusión, más allá de Krugman y sus ideas bienpensantes y políticamente correctas respecto a la responsabilidad del gobierno en la reactivación económica, es momento de que tanto en Estados Unidos como en el mundo nos replanteemos lo que ya se ha dado por sentado y quizás, por qué no, pensemos en ideas alternativas tanto para la reactivación económica como para la reinvención de la humanidad luego de la pandemia. 

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