Me encontré en mi tiempo diario de procrastinación en Internet con un post que mostraba obras de pintura al óleo de mujeres “escuchando“ hombres. Miré en detalle las obras y me pareció supremamente interesante ver los gestos de algunas de ellas, aunque lamenté no encontrar comentarios profundos sobre éstas, gajes de mi “pulsión analítica”.
En mi inquietud constante por interpretarlo todo, recordé las palabras del estudioso de la cultura y activista jamaiquino Stuart Hall, quien falleció hace unos meses en el Reino Unido. Sin volver mi discurso académico, sólo digo que leerlo a él y otros autores y autoras de los estudios culturales de la comunicación, me ayudó a comprender que todo es susceptible de interpretación, es decir que TODO es susceptible de tener sentido. Y ese sentido, se crea en la interacción. Un ejemplo para no complicarnos. Piense en una esvástica…
Una esvástica (sí, la de los nazis) es relacionada con Hitler y la Segunda Guerra Mundial en occidente. Pero lo que mucha gente no sabe es que es un símbolo mucho más antiguo de felicidad y prosperidad en las religiones de oriente, al que se le dio la vuelta, en sentido literal y figurado. Las condiciones en las que se interpreta el símbolo son las que le dan significado.
Volviendo a las pinturas de éstas mujeres, mi cabeza echó vuelo desde el título de la entrada. “Mujeres escuchando a los hombres” y me dije, voy a invitar a jugar a mis lectores y lectoras a cambiar un poco el lugar desde donde interpretamos esas imágenes. Ellas “escuchan” es un sentido que se construye desde el punto de vista del amor romántico, un cuento que nos echamos que casi siempre minimiza el papel de la mujer a que es conquistada o acompaña silenciosa al hombre como testigo de sus acciones. Pero, caray, mi aventura interpretativa me lleva más allá y veo en esas obras un guiño de los artistas o de las realidades que plasmaron que me hace sonreír. Yo, desde mi lugar de mujer muy diferente a muchas mujeres, feminista, si se le quiere poner una etiqueta rígida a mi postura, veo diferencia, autonomía, cierta rebeldía silenciosa. Mujeres que dan la espalda, miran a otro lado o encaran al artista al mirarlo fijamente, como si fuera su cómplice, hartas de la verborrea de ese mundo masculino que representan algunos hombres (no todos, por supuesto).
Siempre hablo del sentido de nuestras vidas, ¿qué tal jugar a ver sentidos distintos?, ¿a cambiar nuestro punto de vista de vez en cuando? Eso hace el arte y sería como vivir la propia vida como una obra de arte. ¿Rico, no?
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