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Un caso inaudito, un caso para revisar, una conducta que llama la atención desde el punto de vista de la sociología y el comportamiento humano, es el que se presenta en el municipio de Lenguazaque en Cundinamarca, en la provincia de Ubaté, y que se encuentra a solo 116 kilómetros de Bogotá.

Está viviendo desde hace una semana un infernal incendio, como los vividos en el centro oriente de la capital. Allí los incendios se han presentado por múltiples razones, según las autoridades: como siempre, manos criminales, incendios por botellas o vidrios, un cigarrillo, los famosos asados de olla o una quema campesina, entre otros.

El pueblo tiene una extensión de 160 kilómetros cuadrados y 9.600 habitantes, aproximadamente, y cuenta con atractivos turísticos como El Paramo de Rabanal, la escultura de la Mujer Campesina, el ferrocarril y la arquitectura en piedra de su alcaldía. Todo esto en peligro, más el riesgo en que se encuentran las vidas de sus habitantes y la flora y fauna de la región.

El incendio comenzó el 26 de enero. El 28 ya había consumido 70 hectáreas de bosque. El 31 de enero aumentaba su paso pues 12 focos continuaban activos y afectaron a cinco veredas vecinas del casco urbano.

El colmo es que ante esa emergencia y ante la solicitud de algunas personas para que se cancelaran las fiestas y ferias, el alcalde Camilo Andrés Lara se negara a cancelarlas. Su espíritu fiestero solo atinó a postergarlas por uno días, a pesar del fuego y de que el Ideam declaró al municipio en alerta roja “por amenaza alta o muy alta de ocurrencia de incendios de la cobertura vegetal en zonas de bosques, cultivos y pastos”.

Es increíble, y aceptar esta realidad es peor, ver a los campesinos solidarios con chamizos en mano, motosierras y su buena voluntad tratando de mitigar las llamas, cosa que nunca lograron, pues las dificultades del terreno y la falta de personal especializado lo impidieron.

Y todo esto sumado, querido lector, a la falta de Acueducto y la carencia de Bomberos y Defensa Civil. El municipio de Ubaté tuvo que darle una mano a los campesinos que lidiaban con baldes, platones y azadones con las llamas. A trapo limpio enfrentaron el fuego.

Varias, por no decir todas las administraciones, han prometido el acueducto, pero nadie ha cumplido. Todo se ha quedado en promesa electoral.

“Lenguazaque en lengua chibcha quiere decir ‘fin de los dominios del zaque o faja de tierra del zaque’, porque allí venía a descansar el zaque de Tunja y posiblemente a remojarse en las aguas termales de agua caliente”, dice la leyenda.

Al cierre de este blog no se ha podido tener un levantamiento estadístico de pérdidas de flora y fauna, y no se tendrá pues a esta hora nadie está interesado en el desastre que se causó, ni nadie está organizando cómo llevar la Defensa Civil y el Cuerpo de Bomberos a Lenguazaque.

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