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Giovanni Acevedo

Giovanni Acevedo, escritor bogotano, columnista de opinión, asesor en asuntos políticos para América Latina, estratega político.

 

 

¿Cuál es el compromiso de los gobiernos de América Latina para combatir la pobreza extrema? ¿Quién debe realmente comprometerse? ¿Quién demarca la línea del asistencialismo?

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Hasta el año pasado, América Latina registró 167 millones de personas en condición de pobreza extrema, según el informe anual de la CEPAL sobre este tema en 2015, esto quiere decir que 167 millones de personas no son capaces por sus propios medios, de satisfacer sus necesidades básicas, entendidas como alimentación, salud, educación básica, agua potable e información. Esto, como para que lo dimensionemos en la cabeza, es más o menos la población total de Colombia, Perú, Chile, Argentina y Ecuador. Es como si estos cinco países carecieran en su totalidad de agua potable, y todos sus habitantes no tuvieran acceso a la educación, ni a la comida ni a la salud pública.

En Argentina, el presidente Mauricio Macri, se comprometió en su discurso que le dio inicio a su gobierno, a reducir la pobreza extrema hasta el indicador 0%. Una promesa seductora y cautivadora pero completamente irreal en la práctica.  ¿Por qué? Si revisamos las estadísticas sobre esta materia de los países desarrollados, encontramos que sus números de pobreza extrema son muy bajos, gracias a que estos gobiernos han logrado cubrir a prácticamente la totalidad de sus ciudadanos, con servicios imprescindibles que mitigan las situaciones de pobreza; educación gratuita, atención médica, subsidios en casos de enfermedad y jubilación. En estos casos se utiliza el termino – pobreza relativa -. No son tan pobres como los pobres de América Latina. Así que la promesa de Macri es técnicamente imposible para un país con 40% de inflación anual y 11 millones de argentinos en la pobreza extrema.

En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos durante su primer gobierno y en lo que lleva del segundo, ha liderado fuertes políticas para combatir el cáncer de la pobreza extrema, le ha destinado fuertes recursos a programas que le entregan casas gratis a familias en condición de vulnerabilidad, becas universitarias a estudiantes de escasos recursos, ha llevado agua potable a poblaciones apartadas y logró reducir el desempleo a un digito como lo prometió en campaña electoral. Con todo y esto, pareciera que estos esfuerzos son insuficientes en esta lucha. ¿Por qué? Colombia además de ser uno de los países con mayor riqueza en flora y fauna, también es uno de los países con los índices más altos en corrupción, inequidad con profundas deficiencias en el sistema de salud y educación. A esto se debe sumar el conflicto interno que año tras año le cuesta cientos de millones de dólares que podrían ser destinados a programas sociales, educativos, productivos y de innovación tecnológica.

En el 2014 el 25,8% de los peruanos vivía en condiciones de pobreza extrema. El gobierno de Ollanta Humala creó la Estrategia Nacional para el Desarrollo y la Inclusión Social con el propósito de articular esfuerzos para la reducción de la pobreza extrema, la promoción del desarrollo y la generación de oportunidades. Esta estrategia viene acompañada de programas de subsidios para los adultos mayores o la primera infancia con Cuna Más, muy parecido, por no decir que es idéntico al colombiano “De Cero a Siempre” manejado por la primera Dama. En el 2015 Perú bajo su indicador llegando al 23,9% de peruanos en pobreza extrema.

Pareciera que no importa a que se comprometen los gobiernos, ni que tantos esfuerzos ni recursos destinen para combatir la pobreza extrema y sus secuelas en las poblaciones más golpeadas de América Latina, pareciera que esta es una lucha a tientas y con proyecciones bastante deficientes y que los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres, una frase muy sonada en los discursos populistas de algunos políticos de la región. Esta frase, con una leve modificación, tiene la respuesta a las preguntas con las que comencé este escrito. “Cada vez hay más ricos, y hay más pobres” y esta es una conclusión básica, si entendemos el crecimiento poblacional.

Por supuesto que los subsidios a la vejez, a la niñez y la invalidez son necesarios, pero no son determinantes en la búsqueda de una solución definitiva. Son más bien pañitos de agua tibia. Entendemos bien los síntomas de la pobreza extrema, y pretendemos atacarla aliviándolos, algo que para mí es un error que se convierte en un circulo que nunca va a tener fin. Darle de comer al que tiene hambre, estudio al que quiere estudiar y salud al enfermo no es atacar la pobreza extrema, sino hacer vigentes derechos que nunca debieron ser vulnerados. Lo que en realidad debemos atacar son las causas de la pobreza extrema, que yo voy enumerar en 5 puntos.

1: Enfermedad.

Un pueblo sano es un pueblo en capacidad de trabajar, estudiar e innovar, es un pueblo productivo. Por esto es importante, además de garantizar el acceso a la salud de calidad, garantizar la prevención de cualquier tipo de enfermedad que pueda terminar sumergiendo a números preocupantes de ciudadanos en la improductividad y a vivir del asistencialismo.

2: Dependencia.

La caridad, las ayudas asistenciales de unos a otros solo tienen validez en casos extremos, cómo en terremotos, inundaciones, incendios o cualquier tipo de adversidad que ponga a ciudadanos en condiciones de vulnerabilidad y dependan de ayuda asistencial inmediata. Cuando un ciudadano se acostumbra a depender de auxilios de terceros, dará por entendido que no es capaz por si solo, de proporcionarse lo necesario para su manutención, y perderá total interés en la búsqueda de la auto superación.

3: Apatía.

Hay personas que ven imposible salir de la pobreza y se resignan a vivir en la miseria, careciendo de servicios y derechos básicos que le ayuden y garanticen su crecimiento personal, educativo y económico. En personas creyentes esta situación se justifica con la voluntad de Dios, y entienden su estado de pobreza como el destino que Dios a decidido para ellos, aferrándose así a la fe y negándose a luchar por salir del estado de vulnerabilidad. Esta causa termina por contagiar a familiares y vecinos, incrementando el estado de impotencia.

4: Corrupción.

Los estudios muestran a Uruguay como el país de toda América Latina con menos corrupción dentro de los organismos públicos. Sin embargo, este país registra 335 mil personas en la pobreza (pobreza relativa) y 10 mil en la pobreza extrema (indigencia). Vale reconocer que los esfuerzos de este país hasta el 2015 logró sacar a 60 mil uruguayos de la pobreza y a 6 mil de la pobreza extrema. La corrupción es solo una de las causas de la pobreza en los países, y también una de las razones para que su lucha sea más lenta. Muestra de ello; en Colombia hay actualmente investigaciones por corrupción en contratos de alimentación a niños de escuelas en diferentes regiones del país.

5: ignorancia.

El poder depende de la información, del conocimiento. Por eso un pueblo ignorante es un pueblo condenado a la pobreza y vulnerable a que sus derechos sean irrespetados por algunos que tienen un poco más de conocimiento o información. Esto no solo hace referencia a los ciclos educativos de primaria y segundaria, sino al traspaso de conocimiento constantemente para capacitar y empoderar a ciudadanos en su camino hacia la superación en comunidad. Alguien me dijo alguna vez “no hay pueblo más fácil de manipular, que uno con ignorante y con hambre”.

El papel de los gobiernos nacionales y las administraciones locales no se puede quedar en el asistencialismo, debe pensar en las causas y brindarles posibilidades a los ciudadanos de utilizarlas sin limitaciones, así, y con seguimientos responsables, las brechas que marcan diferencias en nuestros países podrán ser cerradas poco a poco.

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Giovanni Acevedo

Twitter: @acevedocol

Facebook: Giovanni Acevedo 

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Consultor en proyectos de innovación social y participación ciudadana. Impulsor de proyectos sociales en América Latina. Espacio público, urbanismo táctico, empoderamiento social. || Viajero frecuente

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  1. En Colombia se les proveerá de una estera y un repelente para hacerles la vida llevadera debajo de los puentes. Ya se les aprobó el consumo de marihuana que los ayuda a no sentir frío ni hambre. El seguro se compromete a darles toda la cantidad de ibuprofeno que deseen y las bacrim, hijas del proyecto cumbre de seguridad de un estadista especial, se hará cargo de la limpieza social.

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