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Tres escapularios

La guerra contada desde la frialdad, desde la impetuosa cotidianidad de algunos a quienes la vida les escogió el camino. Se ve cercana, atrae, pero repugna. Lo enfermizo de ver la sangre por el cuerpo, lo excitante que llega a ser una bala rompiendo carne. La violencia que tienta hacia afuera y que batalla contra la paz que se busca por dentro. Eso es ‘Tres escapularios’, la tercera cinta del colombiano Felipe Aljure.

Está claro, Aljure tiene su estilo, lo afirma y reafirma. Irreverente, dice lo que se le da la gana y como se le da la gana. Desnudo ante la pantalla y sin pudor.

Nico y Lorena, dos guerrilleros, son enviados para asesinar a una exmilitante de la guerrilla, cuyo testimonio ocasionó el hostigamiento a un campamento en el cual murieron varias personas, entre ellas, el novio de Lorena. Desde ahí se despliega una especie de ‘road movie’ que vive a través de paisajes caribeños y sudor entre calles.

Fue grabada con cámara fotográfica por términos de presupuesto, eso hace que la historia trabaje una imagen poco uniforme. Sin embargo, creo que la propuesta estética de la misma es original y nos saca de la comodidad como espectadores. El desenfoque es otro protagonista, tanto así, que podemos ver escenas completamente desenfocadas.

Hace uso de una pantalla dividida que permite ver dos versiones de varias escenas. Eso da pie a un juego ideológico entre las dos caras de la moneda.

Las actuaciones, en contraste, son irregulares. Pesa mucho Isabel Jiménez (Lorena) frente a Mauricio Flórez (Nico). Es ella quien arrastra todo el argumento y le da vida a un personaje macabro, temible pero también humano (una escena final penosa, complicada y confusa que retrata a la perfección). Flórez aporta toques de comedia que funcionan en varias ocasiones, pero se queda un tanto corto frente a la labor de su coprotagonista.

La clave de ‘Tres escapularios’ es que, si bien es una historia ya contada, que ya se ha visto antes y que lo tiene todo para reforzar los estereotipos colombianos, recorre una dimensión poco transitada, se adentra en lo humano de quienes no pareciesen humanos.

Muestra con crueldad cada vértice, cada arista, cada ángulo de la realidad de los personajes, por eso son ‘identificables’.

Aplaudo el trabajo de Aljure, logra una película directa, sin tapujos, muy de su estilo. Negra en su humor y negra en su totalidad. No cuenta la guerra por contarla. La pregunta que queda es si es necesario seguir contando la guerra, o si, por otro lado, sería más interesante poder ver el carácter de Aljure como director construyendo otras temáticas.

6 claquetazos de 10.

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