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Pareciera ser un término que ha cogido bastante resonancia en las conversaciones ambientales, pero no todos conocen el trasfondo y las implicaciones de este concepto.

El Greenwashing o “lavado verde” es una metáfora que hace referencia a la técnica del mercado que busca vender la ilusión de responsabilidad ecológica y sostenible.

Sin embargo, esta comunicación no necesariamente significa que las empresas, compañías e industrias realmente estén operando en concordancia con la conservación del planeta Tierra.

Este término se comenzó a utilizar hacia el año de 1986 para llamar la atención de un hotel en Samoa que estaba tomando prácticas supuestamente ambientales en sus habitaciones, cuando, paralelamente, estaba invadiendo cada vez más la zona costera.

Es importante entender que detrás de esto hay etiquetados, logos, slogans, campañas de mercadeo, estrategias de ventas y demás, que son utilizados con un lenguaje que suena ecológico y transparentemente sostenible, pero que su proceso de producción y toda la cadena de abastecimiento es desconocida.

Ejemplos hay muchos y acá les traigo algunos.

Compañías de telas que dicen ser “eco” en sus empaques pero que en realidad utilizan cientos de litros de agua en la producción.

Empresas automovilísticas que dicen ser híbridas pero que, en realidad, para llegar a cero contaminaciones se necesitan altas dosis de energía para recargar el carro, o los elementos para ensamblarlo realmente no se obtienen de manera responsable.

La incapacidad de poder rastrear la proveniencia de los procesos, los materiales e ingredientes del etiquetado, y del manejo que los mismos empleados le dan a toda la cadena.

En fin…

Desde mi punto de vista hoy en día las empresas e industrias en general tienen una mayor conciencia con respecto al impacto de sus operaciones; pero más allá de conciencia, yo diría que hay un interés por sumarse a medidas y estándares internacionales para que sean competitivas en el mercado. Es por esto que, muchas le apuntan hoy en día a cumplir los principios ESG que responden al medioambiente, la gobernanza y el ámbito social.

Ya no basta que una compañía produzca para lucrarse, eso ya no es vendedor.

No obstante, buscarle “la comba al palo” es muy sencillo y vender algo verde cuando en realidad es gris, es muy fácil y ahorra costos.

La responsabilidad en nosotros como consumidores es gigantesca ya que, debemos tener un ojo mucho más crítico a la hora de apoyar verdaderamente a quienes hacen el esfuerzo por ser lo más sostenibles y coherentes posible en su cadena productiva.

¿Qué otros ejemplos tienen ustedes?

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