
Un título controversial pero que me permite llamar su atención y compartirles una reflexión que recientemente escuché de Richard Burnell en una charla de TED en el 2019 que me encantó, y, para quienes me leen hace varios años, saben que de vez en cuando me tomo un espacio de los artículos ambientales para este tipo de contenido constructivo.
Richard habla de los mitos del respeto haciendo alusión a diversas situaciones cotidianas donde un acto de amabilidad no siempre tiene una respuesta equivalente.
Y de seguro a todos nos ha sucedido. El ejemplo que él utiliza es cuando una persona le sostiene la puerta a otra porque va de afán, y esta no se percata de tal acto, sino que sigue derecho. Frente a lo anterior, la persona que está sosteniendo la puerta le susurra con malestar: “con gusto”. En ese instante el otro individuo se detiene y explica que no pudo agradecerle debido a que estaba mirando el celular para obtener algo de señal, ya que debía entregarle noticias devastadoras frente a la muerte de un familiar a un amigo. En ese momento la persona que sostenía la puerta pudo caer en cuenta de que no fue un acto ordinario o displicente, sino que sencillamente la otra persona estaba en otro universo lidiando con sus propias batallas.
Después de este ejemplo Richard hace una reflexión muy sencilla pero poderosa: no le restemos el valor que poseen los actos de amabilidad solo porque no nos brindan la reciprocidad que estamos esperando; esto, debido a que la consecuencia sería sentir rabia, malestar y odio ante decisiones que supuestamente deberían reflejar todo lo contrario.
En definitiva, realicemos actos amables porque es lo correcto de hacer, y no por esperar algo a cambio que sea equivalente o que represente algo incluso mejor. Lo que es adecuado para una persona, puede no serlo para otra, ya que estamos diseñados con células, órganos, y ADNs completamente diferentes. Por lo mismo, pensar en las mismas dimensiones se vuelve un imposible.
El otro día tenía la oportunidad de conversar con una amiga frente al tema, y llegamos a la conclusión de que no porque el “montón” actúa de una determinada manera, nosotros debemos ser “una más”; todo lo contrario, si encontramos en esos denominadores comunes valores que no nos representan, pues lucharemos por seguir aquellos que sí lo hacen hasta el final.
Son elecciones y no obligaciones.
¿Al levantarnos podemos escoger cómo nos vamos a comportar con los demás?
¿En el trabajo podemos elegir qué tipo de relación vamos a crear con los compañeros?
¿Cuando nos hacen un comentario desafiante podemos escoger cómo responder?
¿Si nos insultan en la calle sin razón alguna podemos elegir cómo actuar?
Si la respuesta ante estos sencillos cuestionamientos es un “sí”, es porque ser amable es una elección y no un devenir misterioso del “más allá”.
La amabilidad, y pueden investigarlo, tiene beneficios hasta para la salud; pero sobre todo, es un valor que por sí mismo genera un brillo inigualable que no puede verse opacado por expectativas o intereses personales.
Hoy en día vivimos en una sociedad desafiante, llena de tentaciones, y líneas “grises” donde los valores intrínsecos se han venido desdibujando gracias a esos matices modernos donde la excusa de el: “sí pero no” – “depende” – “eso ya no se usa” – “nadie lo hace, yo porqué sí” – son la nueva Ley.
El respeto es el respeto y la amabilidad es la amabilidad.
Pero, ¿qué opinan ustedes?, ¿harían este ejercicio de ser amables sin esperar nada a cambio apenas terminen de leer este articulo?
Los leo.
Créditos a la intervención de Richard Burnell en TED Talk pulicada en Youtube
Aplaudo infinitamente este artículo. Ojalá llegue a mucha gente e impacte por su excelente contenido y acertividad. Felicitaciones!!
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