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Imagen tomada de: Vatican News, 2021.

Imagen tomada de: Vatican News, 2021.

En este artículo me detendré a hablar de la violencia cotidiana que suma a esa gran bola de nieve que nos tiene donde estamos hoy.

No son solo los crímenes a nivel local, regional, departamental y nacional los que nos aquejan todos los días por parte de los grupos armados, de bandoleros, de pandilleros y demás calificativos al margen de la Ley.

La violencia se vive en cada momento de la cotidianidad del colombiano en el trabajo, de camino al médico, llegando al mercado o haciendo una fila para pagar los servicios. Lo que pasa es que “a ella” la hemos vuelto esa “acompañante” fiel que no se puede tocar físicamente, pero que sí se siente con su energía oscura y pesada caminándonos por el lado en todo momento para usarla cada vez que la necesitemos.

¿Usted cree que no está perpetuando la violencia cuando insulta a alguien por atravesársele en un cruce de semáforo; o tratando mal a sus empleados porque no entregaron los informes como esperaba; o hablando pestes de algún compañero/amigo/conocido por redes sociales que no le cae bien o cuando no mide sus palabras con los demás?

Cuál es mi punto en todo esto: si creemos que la violencia en Colombia solo la perpetúan los grupos ilegales con crímenes de lesa humanidad, tenemos una historia cierta, pero incompleta. La cruda realidad es que cualquier acto que parezca pequeño o inocente, puede estar reflejando algo que se torne en hechos mucho más violentos en el futuro, sin contar con la calidad de sociedad que estamos dejando en el camino con nuestros pasos.

“Ah, pero es que cómo vamos a comparar tratar mal a mi compañero del trabajo o serle infiel a mi pareja, o hablar mal de una persona, con un crimen de lesa humanidad”. No se trata de que aquellos actos u omisiones que están catalogados como aquellos de los más inhumanos de todos, sean los únicos que contribuyen a este malestar social que vivimos como país. Claro, unos pesan mucho más que otros, pero no por ello hay que prestarles menos atención. Todo suma.

Se trata de ver la imagen grande y entender que podemos estar aportando a construir una sociedad colombiana desgastada, intolerante, antipática, poco empática, y discriminante.  Ah y sin memoria que es lo peor de todo.

Quienes no estuvimos propiamente en la época de la violencia en los años 80s y 90s como muchos otros, tenemos una responsabilidad aún más grande de mostrar evolución humana y transformación social de 180 grados, acompañado de empatía por quienes sí lo vivieron con la esperanza fallida de nunca más repetirlo.

Recuerde que ser buena persona no es un calificativo más que valga poco, es el alago más grande que alguien pueda recibir porque está mostrando una integralidad de valores donde en ninguna circunstancia “se flaquea” para hacer excepciones frente a lo que es correcto. Porque habrá muchos que se crean solamente buenas personas a nivel familiar, o con los amigos, o en su faceta de trabajador incansable; descuidando así muchos otros aspectos de la vida donde también se valora el actuar bien.

“Yo soy buena gente acá, pero allá, o con este fulano, porqué o qué”.

Ser buena persona no es no tener criterio, opiniones, posturas firmes, ambiciones o falta de personalidad. Y si todavía seguimos confundiendo lo uno con lo otro, no solo no estamos progresando en lo absoluto, sino que nos estamos privando de entender el sentido real de la vida misma.  

Si usted sigue desvirtuando a alguien que demuestra ser buena persona porque no lo cree lo suficientemente tenaz, capaz, y audaz, de hacer cualquier cosa, piénselo dos veces….

Tal vez tenga una fortaleza de espíritu tan grande que nos deje sin palabras.

¿Cómo estamos contribuyendo desde nuestra cotidianidad a crear una realidad distinta para Colombia?

¿No seremos capaces de ser buenas personas? ¿Nos quedó tan grande?

No lo creo, porque cuando el colombiano se ha unido en el pasado, ha logrado cambiar la historia.

Los leo.

 

 

 

 

 

 

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