Departía yo en un almuerzo con varias personas y alguien puso sobre la mesa el tema de los desafíos que trae consigo la crianza de los hijos. Una de las mujeres allí presentes, de alrededor de 30 y tantos años, dijo con voz segura que lo que estaba diciendo era una verdad irrefutable: “de mis dos hijos con quien sé que voy a tener problemas tarde o temprano es con la menor… ya saben… es mujer”.
¿Qué calidad de relaciones con las personas del mismo género habrá llevado esta mujer, para que tuviera tan firme la creencia que el pertenecer al reino femenino es ya una condición para ser problemática y, más aún, para pensar que de esa creencia ni su propia hija se librará y la declaraba ya un dolor de cabeza futuro?
En temporadas como estas en donde se celebran fechas como el Día Internacional de la Mujer, se multiplican las felicitaciones de y hacia las mujeres. Históricamente hemos vivido un proceso de apropiación y reclamo legítimo de nuestros derechos civiles, políticos, sociales y en la mayoría de los países del mundo lo hemos logrado.
Sin embargo, pareciera que para muchas no se ha logrado la apropiación de un ítem fundamental: la capacidad de admirar, empoderar y relacionarse positivamente con otras personas de su género.
No soy historiadora, ni socióloga, ni feminista, ni machista. No sé si esa falta de relacionamiento tiene que ver con, como lo encontré en varias publicaciones googleando el tema, una competencia por “atrapar” atención masculina, o porque hay algo en esta carrera por demostrar lo que somos capaces a nivel social o profesional que les lleva a mirar con ojos de desagrado, casi siempre disimulados, a aquellas que pueden lucir o brillar más.
Por eso, aquella frase que ha dado varias vueltas por redes sociales proveniente de, precisamente una mujer, “mujer con mujer, hombre con hombre y viceversa”, me llega hoy como la frase perfecta para llenar el vacío que existe:
Se necesitan mujeres con mujeres. Que conformen verdaderos equipos de trabajo y equipos de la vida, que generen conversaciones de valor, de significado para sus vidas y las de quienes lo rodean.
Se necesitan mujeres con mujeres. Que rescaten y edifiquen el liderazgo que naturalmente tiene el género femenino. Que como líderes estén conscientes de que las fortalezas y debilidades no tienen que ver con la otra, sino consigo mismas. Que entiendan que una crítica destructiva no solo perjudica a quien está siendo objeto de ella, sino que dice mucho de quien la dice.
Y claro que se necesitan hombres con hombres. Que construyan juntos, que se reconozcan en su ser masculino y en su aporte al equilibrio en las relaciones, los equipos, las organizaciones y la sociedad.
Y viceversa. Todos con todos. Necesitamos de hombres y mujeres que puedan ver el potencial en quién está a su lado con honestidad. Que puedan escuchar, que encuentren a alguien cuando necesiten ser escuchados. Que no etiqueten. Que desafíen creencias limitantes impuestas por nuestra familia o por la sociedad. Creencias como “me va a dar problemas… es mujer”, “¿oficina con mayor número de mujeres?, qué pereza”
He trabajado y trabajo con equipos mayormente femeninos y han sido y son una experiencia fabulosa y edificante. Las relaciones se construyen a partir de las conversaciones que generamos con nosotros mismos y con los demás. ¿Qué conversaciones estoy generando a mi alrededor?
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