En mi constante búsqueda por encontrar otra persona con el don de interpretar los sueños, me encontré en Internet la obra literaria «Me alquilo para soñar». Es un texto escrito por el maestro Gabriel García Márquez en 1980 e integrado posteriormente, en 1992, a la colección de cuentos titulada «Doce cuentos peregrinos». En esta obra el narrador cuenta cómo conoció en Viena a una colombiana a quien los estudiantes latinos que constituían su círculo social llamaban Frau Frida. Era una mujer que poseía la capacidad de interpretar sus propios sueños y, con base en ellos, predecir acontecimientos que afectarían la vida de quienes vivían a su alrededor. Su primera experiencia la tuvo a los siete años de edad cuando soñó que uno de sus hermanos era arrastrado por un torrente. La madre, por pura superstición, le prohibió al niño que se bañara en la quebrada pero ella dijo: «lo que ese sueño significa no es que se vaya a ahogar sino que no debe comer dulces». El niño, en un momento de descuido, se comió a escondidas un dulce y murió atragantado.
Por tratarse de una creación literaria catalogada por un sector de la crítica como «cuento fantástico», es factible suponer que Frau Frida sea un personaje ficticio a pesar de que otros personajes que intervienen en ella son reales. Tal es el caso de Pablo Neruda y su esposa Matilde y del propio narrador que se supone es el mismo García Márquez. Sin embargo, no es descartable que sea la recreación de alguna persona real conocida por el autor en algún momento de su vida. Aunque el narrador se muestra escéptico y desconfiado de las dotes de intérprete de sueños de Frau Frida, incluso en el vaticinio que le hizo a él mismo, los hechos expuestos en la narración develaban un fondo de certeza.
No soy experta en temas literarios y no pretendo en este post elaborar un análisis del cuento desde esta perspectiva. Lo traje a colación porque, aparte de la ficción o la realidad, me interesó mucho la característica del «don» del personaje de la obra. Ella interpretaba sus propios sueños y a partir de ahí anunciaba sus vaticinios. Es un hecho que destaco porque los sueños siempre identifican la situación que está viviendo el soñador en el momento justo en que sueña. Y el mensaje que recibe por ese medio es para él, para nadie más. Sin embargo, muchas veces la información que recibe está relacionada con acciones que debe ejecutar en beneficio de otras personas. Por lo tanto su papel, en cumplimiento de ese mensaje, puede ser, por ejemplo, el de constituirse en guía, protector o consejero de alguien muy allegado suyo. Un ejemplo de esta clase de mensajes, extraído de la Biblia, es el de los sueños de José, el esposo de María y padre putativo de Jesús. Las citas correspondientes fueron publicadas en el post «Los sueños en la vida de Jesús de Nazaret». En ellos se aprecia cómo un ángel se aparece en sueños a José y le da las instrucciones necesarias para preservar la vida del niño en vista de la orden impartida por Herodes de exterminar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén. José las cumple al pie de la letra y gracias a su obediencia el niño se salva de perecer a manos del rey sanguinario. El mensaje que recibió José fue muy claro, las acciones concretas y la finalidad salvaguardar a las personas que constituían su entorno inmediato, es decir, su familia y especialmente el niño.
En cuanto a mi experiencia personal relacionada con este tema, puedo decirles que a lo largo de mi vida he tenido muchos sueños en los cuales los mensajes respectivos me decían que debía llevar a cabo acciones para orientar o proteger a alguno de mis hijos o a mis hermanos. En un post anterior les conté cómo, gracias a un sueño, pude salvar la vida de mi hija cuando, siendo una niña, se enfermó de gravedad y llegó al extremo de ser desahuciada por los médicos que la atendían. En el presente, por medio de sueños propios, puedo guiar a las personas que me consultan personalmente. Lo hago después de establecer una conexión espiritual con ellas e integrarlas dentro de mi círculo de allegados.
Finalmente debo confesar que continúo mi búsqueda encaminada a encontrar a otra persona con el don de interpretar los sueños. Hubiera querido hablar con nuestro Nobel de literatura y preguntarle si Frau Frida fue un invento de su portentosa imaginación o, como en otros de sus escritos, alguien que verdaderamente conoció en su amplio recorrido por el mundo. De lo que sí no me cabe duda es de que la realidad, muchísimas veces, es más fantástica que la ficción.
Nací en Barranquilla, Colombia, en 1949. Desde muy niña, a la edad de seis años, descubrí que poseía el don de interpretar los sueños. Al principio supuse que era una facultad natural que poseían todos los seres humanos. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo observé que no era así. Entonces, al llegar a la adolescencia, decidí ocultarlo para evitarme problemas y malos entendidos con quienes suponían que lo mío era un arte adivinatorio. Después de haber educado a mis hijos, de verlos casados e independientes, y ya retirada de mis ocupaciones laborales, consideré que había llegado la hora de desempolvar el don y ponerlo al servicio de los demás.
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