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Los espíritus suelen sorprender cuando se aparecen en los sueños a personas con las cuales durante su existencia física no tuvieron una buena relación. Incluso, cuando a pesar de no haber existido trato alguno con esas personas, los sentimientos recíprocos eran de animadversión. Sin embargo -no es algo nuevo porque lo he dicho varias veces- los espíritus lo ven todo, lo saben todo y lo comprenden todo. Por lo tanto, no son egoístas ni rencorosos y procuran desde su dimensión el bienestar de sus seres queridos. Para lograr ese propósito piden la ayuda de quienes, según su percepción, están en capacidad de prestarla. Por eso no les importa recurrir con ese fin, si les parece conveniente, a viejos rivales o enemigos.

El preámbulo anterior es necesario para comprender por qué una mujer soñó con la expareja de su esposo después que ella falleció por causa del covid 19.

Antes de narrar el sueño es preciso contextualizar los hechos que lo precedieron. Conozco la situación de primera mano porque se trata de una persona a la cual presté mi asesoría .

La señora que tuvo el sueño conoció a su esposo cuando él estaba separado de su anterior pareja y era padre de dos hijos varones muy jóvenes. La relación marital precedente de su marido fue tormentosa por causa de diferencias irreconciliables que desembocaron en la inevitable separación. Él resolvió marcharse de la casa y vivir solo. Su expareja siguió con su vida pero alimentando la esperanza de la reconciliación. Muy a su pesar, no valieron los ruegos ni las amenazas para lograr que él regresara. La decisión del señor de ponerle punto final a la convivencia fue definitiva. La ruptura había llegado al punto de no retorno.

Con el transcurso del tiempo él fijó sus ojos en otra mujer. Encontró en ella virtudes que lo enamoraron y lo motivaron a llevarla al altar (la relación anterior fue de convivencia sin vínculo matrimonial). Procrearon una linda niña y esta suma de acontecimientos exacerbó la rabia y el resentimiento de la expareja del señor. Además, deterioró la relación que él tenía con sus hijos varones porque sintieron que su papá le había fallado a su mamá y empezaron a compartir el odio que ella sentía por la esposa de su exmarido.

La relación entre ambas mujeres pasó de inexistente a convertirse en una guerra de odios y discordias. Los ataques iban y venían. La vida de todos los involucrados se convirtió en un pequeño infierno hasta que sucedió un hecho inesperado.

La expareja del señor se enfermó. Al principio, por los síntomas, ella supuso que se había resfriado pero al cabo de unos días y después de realizarse la prueba se comprobó que estaba contagiada de covid 19. No se encontraba vacunada porque el caso ocurrió el año pasado cuando en Colombia no se había iniciado el plan de vacunación. Los médicos que la trataron no alcanzaron a ingresarla a una UCI y en 8 días perdió la vida. Este hecho sorpresivo ocasionó el replanteamiento de las relaciones personales entre sus hijos y la nueva familia de su exmarido. Él llevó a sus hijos mayores a vivir en su casa pero la presencia de los jóvenes incomodó a la esposa quien consideró que ellos representaban un problema en el hogar y una perturbación en la relación con su esposo. Los reclamos y las quejas de ella hacia él por esa causa fueron constantes. Finalmente, para evitarle disgustos a su padre, los muchachos resolvieron regresar a la casa que compartieron con su mamá. En medio de estas circunstancias y de la tirantez con su esposo, la señora tuvo el sueño que anuncié anteriormente.

En ese sueño se le apareció la expareja de su esposo y le dijo que estaba viva pero que quien había fallecido era él. Se expresaba con amabilidad y buenos modales lo cual la sorprendió porque en vida nunca se trataron. El odio que sentían entre sí surgió por los rumores infundados contra su buen nombre y dignidad que puso a circular la antigua pareja de su esposo.

En la continuación del sueño la esposa se acercó a la ex para consolarla y le dijo que no se preocupara, que entre las dos sacarían adelante a los muchachos y ellos, a su vez, cuidarían a su hermanita. Los jóvenes aparecieron en el sueño abrazando a la niña pero se veían tristes. La ex la miró con ojos suplicantes mientras le señalaba a sus hijos. En ese instante, dice ella, se despertó confundida y alterada por las imágenes del sueño.

Cuando terminó su narración me sentí conmovida al extremo. Las lágrimas brotaron incontenibles de mis ojos porque comprendí cuán grande y sin límites es el amor de una madre. Le expliqué a la señora que el espíritu de su antigua enemiga se le había presentado para suplicarle que acogiera a sus hijos, para decirle, además, que ante su ausencia física ellos debían contar con la protección de su padre. Que la perdonara y no permitiera que ellos perdieran también a su papá. Que los dejara compartir con su hermanita.

Sé que para los seres humanos perdonar no es fácil. Tampoco lo es pedir perdón. Ambas actitudes son dos caras de la misma moneda. Para asumir una u otra se requiere de una grandeza de espíritu y de un enorme sentido de humanidad que no son accesibles para cualquiera. Olvidar las ofensas recibidas y despojarse del resentimiento y el deseo de venganza, es una misión imposible para muchos. También lo es reconocer con humildad los errores propios. Pero para el espíritu de una madre no hay imposibles ni barreras cuando se trata de la protección de sus hijos. Máxime cuando entiende que se equivocó al odiar gratuitamente a una persona que no fue responsable del fracaso de su relación marital.

Espero que, así como el espíritu de una madre fallecida pidió perdón para ella y comprensión para sus hijos, la esposa de su exmarido tenga la capacidad de perdonar y acoger a los hermanos de su hija. Ella también es madre y por eso debe saber que esos muchachos necesitan a su padre.

El Portal de los Sueños

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