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daniela camacho FPor: Daniela Camargo Camacho.

El pasado 24 de marzo de 2016 se cumplieron 40 años del golpe militar causante de la desaparición de una generación completa en la Argentina. Para esta fecha el obelisco, el monumento histórico considerado un emblema de la ciudad de Buenos Aires, como la Torre Eiffel en París o la Estatua de la Libertad en Nueva York, fue vestido con tres grandes pancartas que rezaban “40 años, justicia y memoria”, para recordar que la fecha nefasta que dio comienzo a una de las atrocidades más grandes que han acontecido en América Latina.

El 24 de marzo, fecha de conmemoración del día de “Memoria, Verdad y Justicia”, a pesar del calor sofocante, que aún persistía del verano pasado,   millares de personas de todas las edades se dieron cita en la famosa Plaza de Mayo para recordar el 40 aniversario del comienzo de la dictadura, fecha que nunca debe quedar ajena y nunca se debe olvidar. Los manifestantes caminaron por las calles portando pancartas con fotos para honrar la memoria de los desaparecidos y con las palabras “Nunca Más”.

Tuve la oportunidad de hablar con una persona que para el año 1976 tenía mi misma edad, 25 años, que recordaba con nostalgia y tristeza aquella época en que la libertad dejó de existir. Esta mujer tuvo que irse del país porque el ambiente se volvió invivible, Mariana estaba en plena flor de su juventud, cuando más se disfruta de las salidas al cine, ir a comer los excelentes helados de la capital y una que otra noche ir a bailar a los famosos boliches porteños.

Al morir Perón en 1974, su viuda Isabel de Perón asumió la presidencia, pero la mandataria siempre fue un títere manejada por políticos y militares. Durante sus veinte meses de su gobierno, en los cuales hubo problemas sociales, políticos y económicos, como las continuas huelgas impulsadas por frentes sindicales, la devaluación del peso argentino, el aumento de la inflación y la aparición de grupos guerrilleros. La mandataria no pudo lidiar con todas las dificultades que acarreaba el gobierno de una Nación que tuvo su apogeo para los años 50 en el primer mandato de su marido Juan Domingo Perón. Fue así que el 24 de marzo de 1976, la Junta Militar, derrocó a Isabel de Perón y comenzó una de las décadas más sangrientas en la historia de la Argentina.

A raíz, de la aparición de los grupos guerrilleros, la Junta Militar tomó medidas militares encaminas a detener la acción subversiva. Se suspendió los derechos de los trabajadores, la actividad política, se prohibieron las huelgas, se disolvió el Congreso y los partidos políticos, se suspendió la vigencia del Estatuto Docente, se clausuraron los locales nocturnos, se censuraron los medios de comunicación y se comenzó la quema de miles de libros que se consideraban peligrosos para la seguridad nacional.

Mientras todo esto ocurría Mariana comenzó a darse cuenta de la implantación de estas medidas represivas en las calles bonaerenses, pues mientras iba camino a la universidad veía militares patrullar por todas partes; durante las clases siempre había un militar dentro del salón escuchando el discurso del profesor fuera de la materia que fuera, para ver si en él notaba alguna palabra que atentara contra el orden militar impuesto. Los lugares a los que iba Mariana con sus amigos estaban cerrados y el toque de queda era lo que más la asustaba, pues luego de las ocho de la noche ya no podía andar nadie por las calles ya que era declarado objetivo militar.

Un día, recuerda Mariana como si fuera ayer (y por su voz noto su angustia como si recién le acabara de ocurrir), lo acontecido cuando ella iba manejando en el carro de su padre acompañada de su hermano y dos amigos más. Estaban en la provincia, a una hora de Capital Federal y ya se acercaba la hora temida. Su hermano comenzó a quejarse de un dolor de muela insoportable. Cuando por fin llegaron a la ciudad, fueron a la única farmacia que a esa hora estaba abierta, pero, debido a la premura de llegar a su casa, cometió el error grave de detener el auto sin apagar las luces. Mientras uno de sus amigos bajó corriendo a la farmacia, los militares que rondaban la zona creyendo tal vez, que traían en el carro un herido guerrillero, en par minutos se vio rodeada de por lo menos una docena de militares con ametralladora en mano.

El jefe de los militares de esa zona la hizo bajar del auto, mientras ella decía que lo único que buscaban era un analgésico para el dolor de muela de su hermano menor. Los militares comenzaron a inspeccionar el carro por todas partes y como en el baúl había unas cajas con 200 baldosas, porque sus padres estaban remodelando la casa, el jefe la hizo separar una por una para ver si no tenían un arma u otro objeto que los comprometiera. Luego, cuando ya iban a subirse al carro, uno de los militares vestidos de civil se le acercó cautelosamente a su hermano y le dice: “y vos dejá de frecuentar la Giralda”. Él era uno de los miembros del Consejo Estudiantil de la Facultad de Arquitectura de una universidad en Buenos Aires y de vez en cuando se reunía con sus compañeros en este café de la capital, por lo que el ejército ya tenía fichados sus movimientos.

Mariana tuvo después varios sustos llenos de angustia y zozobra como el narrado anteriormente, hasta que un día no soportó más y se dijo: “¡No soporto vivir presa en una democracia que no existe!” Y en el año 1978 se fue para Europa donde vivió diez años y sólo cuando retornó la verdadera democracia, regresó a su país. Su hermano menor, luego del incidente en el carro, tuvo que marcharse del país, porque era claro que su vida estaba en riesgo. A su regreso sus padres con lágrimas y un dolor que ha perdurado en sus corazones para siempre, le contaron quiénes de sus amigos de toda la vida habían sido desaparecidos y quiénes habían sido obligados a exiliarse.

Esa generación fue prácticamente aniquilada pues miles de personas entre los 18 y 30 años desaparecieron y sus familias aún siguen exigiendo verdad y justicia, luego de 40 años, aunque nunca se sabrá su paradero. Día a día, las abuelas y las madres de la Plaza de Mayo, recuerdan, que un día les arrebataron su vida entera y sus voces seguirán retumbando en el aire porteño “Nunca Más, Nunca Más.”

Twitter. @danielacam9006

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Son un grupo de jóvenes que dan su visión particular sobre el acontecer político, cultural y social ante todo tratando de generar una reflexión critica.

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Reconocimiento a un melómano que acaba de fallecer y que cultivó la melomanía en miles de clientes. Además. reflexiones en torno a un concierto bastante raro, el de Carlos Santana y la Fania. 

 

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En la noche de ayer, domingo, falleció de un infarto Saúl Álvarez, el fundador de la tienda La Musiteca, ubicada en el paseo comercial de la calle 19 con carrera 8, en Bogotá. Ese local fue el precursor de toda la ola de vendedores de música de la zona. Su negocio estuvo ubicado primero en una de las casetas metálicas que quedaban sobre la calle 19.

 

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Recuerdo que cuando yo era niño, iba casi todos los domingos al mercado de las pulgas que en ese entonces era por la carrera tercera. Y si estaban abiertas las casetas de discos, era el momento de bajar y mirar esas rarezas que a uno de niño lo dejan marcado para siempre.

 

La última vez que estuve, hace no más de dos meses, le compré el disco de Hercules & Love Affair, y el Dig Lazarus Dig!!! de Nick Cave. De paso le eché ojo a la hermosa caja que tenía de los Talking Heads, prometiéndome que un día de estos volvía a la tienda a comprarla... Qué impresión tan tenaz saber que si vuelvo, Saúl ya no va a estar ahí.

 

Hoy me enteré del deceso a través de José Plata, locutor de Radiónica, y luego lo confirmó por Facebook otro coleccionista, Mario Jursich. En su proyecto Musicpimp, Alejandro Marín también recuerda los últimos discos que le compró... ¿Cuáles le compraron ustedes?

 

Vive.in publicó en alguna ocasión una corta reseña de Musiteca, dentro de su guía de lugares interesantes de Bogotá. Allí aparece la imagen de Saúl, sosteniendo una de sus joyas de colección.

 

La pérdida de Saúl Álvarez es un golpe certero en la cultura del melómano que creció haciéndole encargos a este rebuscador consumado. Era demasiado raro que no pudiera conseguir algún encargo caprichoso de esos que a uno se le venían repentimanente a la cabeza.

 

Para quienes estén interesados en acompañarlo en la velación, supe que será a partir de esta tarde en la Funeraria Gaviria de la 13 con 42.

 

Paz en su tumba. Sea momento para despedirlo con una buena canción: 'Phoenix', de Wishbone Ash.

 

 

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¿Qué pasó con la Fania?

 

El pasado concierto conjunto de la Fania All Stars y Carlos Santana estuvo lleno de matices que harán de la noche del jueves 12 de marzo de 2009 una experiencia inolvidable. Sobre todo porque, pese a que fue un gran concierto con más de cinco horas de música, fue también, extrañamente, una gala de confusos errores que dejaron deslucida a una de las agrupaciones más interesantes de la historia de la música popular latina.

 

Empecemos por el final. Empecemos por Carlos Santana... ¡Qué concierto! El tipo le dio gusto a todo el mundo. Para quienes disfrutamos de sus grandes clásicos, no se midió en gastos y tocó 'Oye cómo va', 'Samba pa ti', 'Evil Ways', 'Jingo' y una que me encanta y que no me imaginaba en el repertorio: 'No One To Depend On', que me la canté a grito herido... y en uno de sus "potpurríes", metió 'A Love Supreme', un fragmento de la pieza de jazz de John Coltrane que Santana tocó con John McLaughlin en el disco 'Love Devotion Surrender', en su etapa más experimental y espiritual al 100%... cosa rara, definitivamente. Supongo, específicamente por ese fragmento, que es un concierto diseñado para gustarle también a los fanáticos que extrañan a ese Santana salvaje.

 

 

Yo sentía que me había desconectado de la música del guitarrista mexicano desde hace mucho tiempo, porque no me he sentido nunca identificado con la onda que se produjo del álbum 'Supernatural' para acá. De hecho, su música de los noventa también me parecía muy aburrida. Yo soy seguidor del Santana que comenzó en el 'Live At Fillmore' en 1968 (antes de Woodstock) y que llega al 'Inner Secrets' de 1978; luego le reconozco su importancia por 'Blues for Salvador' (1987) y me encantó el 'Santana Brothers' (1994). Pero de resto, no me gustó nada mas.

 

Y coincido con algunas teorías que dicen que Santana tenía un talento que se desarrolló hasta un punto máximo y ahí comenzó a repetir la fórmula, años tras año. Cuando ya parecía no tener más ideas nuevas, y ya invadido por una espiritualidad acaramelada que alteró su visión musical con una mística de la paz y el amor al extremo, salió con los duetos al estilo 'Supernatural', a promocionar nuevos talentos como la carrera en solitario de Rob Thomas, etc etc etc.

 

Pues bien, quienes nos creemos tan críticos con Santana desfallecimos en el concierto del pasado jueves. Si bien, el guitarrista tiene una sola fórmula para hacer todo lo que hace, lo hace de manera genial. Vale que se repita, vale que se desvíe, vale que no tenga ideas muy novedosas... las que ya tuvo hacen historia.

 

Y ahora trajo consigo a una banda interesante, con dos cantantes de perfiles interesantes, con los que grabó recientemente el álbum 'Multidimensional Warrior', reinterpretando todos sus éxitos. Un espectáculo muy sólido.

 

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Tan sólido, que aún hasta hoy me pregunto por qué los organizadores pensaron que podían integrar los dos espectáculos, el de Santana con el de la Fania... ¡Son completamente diferentes! Y si Santana traía una planificación, es respetable porque tenía ganas de tocar durante tres horas (y por eso llegó a las 12 de la noche tocando). La última vez que estuvo en Colombia, fue espectacular pero fue tratado casi como un artista de apertura frente a Soda Stereo. Esta vez quería vengarse y por eso jugó con el público a "¿Se quieren ir a dormir ya?"...

 

En la foto de la derecha, Ismael Miranda.

 

Si el mánager de Santana fue el que ordenó que sacaran a la Fania del escenario alrededor de las 9:05 p.m., eso sí está muy mal. Especialmente porque la anterior fue posiblemente la última oportunidad de ver a todo este combo de estrellas reunido. Será seguramente el último concierto de Ismael Quintana en Colombia. Y además junto a Cheo Feliciano y Johnny Pacheco, quienes tampoco pueden esconder el peso de los años, y Adalberto Santiago, Ismael 'niño bonito' Miranda y Andy Montañez.

 

Pretendían quienes juntaron a todos estos artistas que se iba a resolver una diferencia histórica en Bogotá, como homenaje al fallecido Ralph Mercado. Creían que Santana se iba a unir a la Fania, posiblemente a tocar 'El ratón' o 'Oye cómo va' en homenaje al hombre que precisamente intentó comprar a Carlos Santana hace más de 30 años, cuando le ofreció un cheque en blanco firmado, como comprando su voluntad. Fue en ese entonces que, como Santana rechazó la jugosa oferta, entonces su hermano Jorge Santana, el 'malo' (por el nombre de su banda, porque es buenísimo guitarrista) aceptó la propuesta y surgió la grabación de 'El ratón' que veíamos en el post de ayer.

 

A las 9:00 p.m. fue el turno de Richie Ray y Bobby Cruz tocando con la Fania. Salieron a tocar el 'Jala jala'. Papo Lucca le dio paso a Richie en los teclados para llegar al sonido bestial. Pero por sonido bestial, todos entendíamos otra cosa: Cada viento iba por su lado, los trombones nunca se entendieron. La voz de Bobby fue sepultada por una interferencia, piano y vientos iban a ritmos distintos, como si no tuvieran retornos. Aldredo de la Fe miraba a sus compañeros descompuesto, como si pudiera arreglar algo en el camino pedregoso hasta la primera nota. Impresionante. Recuerdo a un amigo melómano agarrándose la cabeza, sin entender por qué sonaba todo tan mal. Ninguno de nosotros entendió.

 

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Papo Lucca, Bobby Valentín y Alfredo de la Fe, desconcertados durante el concierto de la Fania.

 

Lo que pasó con la Fania fue vergonzoso. Y fue una culpa compartida, entre quienes forzaron el show y los mismos protagonistas, el grupo: una demorada salida al escenario en la que ni los presentadores del show sabían qué era lo que estaba pasando; partituras extraviadas y instrumentos desencajados, cantantes que aparecieron con la ropa con la que estaban ensayando porque nunca les llegaron los vestidos. Roberto Roena haciendo muecas de que le llevaran algo que nadie entendía bien qué era. Canciones que comenzaban y a los 20 segundos debían detener, porque iban en un tono diferente. En fin, un completo desorden.

 

Si bien cada miembro de la Fania merece todo el respeto que se han ganado a través de la historia, era importante que un concierto de este envergadura estuviera muy bien preparado. Para muchos colombianos, fue el concierto de despedida, y esa no era la imagen adecuada para cerrar.

 

Ojalá vuelvan todos juntos para un concierto exclusivo para ellos. Ojalá que así sea. 

 

Suerte y pulso.

 

 

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1 Comentarios
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  1. alejandro634355

    No escribas mas de esa mier…..da aca en colombia tambien pasar cosas Muchas…….
    Lá verdad no importa que paso con
    As mierd………as del sur.

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