Exactamente hoy hace 20 años, las Farc mataron a cuatro militares en un ataque en Arauquita entre la contraguerrilla número 30 del ejército y una columna del quinto frente de las Farc. Durante el enfrentamiento, los miembros de la guerrilla usaron sus armas para arrebatarle la vida al capitán Bayardo Parada Ojeda y los soldados Carlos Rivera Ramírez, Luis Flórez Mojica, Biecy Trujillo Fajardo y Elías Chacón Quiroga.
No puedo asegurar que los mismos fusiles que usaron los guerrilleros en ese entonces, hoy hagan parte del arsenal de armas que ya se encuentran en manos de la ONU, pero lo que sí puedo afirmar es que gracias a la entrega que hubo el día de ayer, hechos como los ocurridos hace 20 años probablemente no van a volver a suceder y seguramente, cientos de militares y civiles podrán estar seguros de que sus vidas no se van a terminar en un enfrentamiento con las Farc, pues con la entrega del 60% de las armas, este grupo guerrillero pronto desaparecerá.
¡Nada más y nada menos! La guerrilla más antigua de América Latina por fin entregó más de la mitad de su arsenal, y se espera que la semana siguiente el 100% del armamento esté en los contenedores que administra la misión verificadora de las Naciones Unidas, la cual ya tiene registradas 7.132 armas de los aproximadamente 7.000 guerrilleros que se encuentran en las zonas veredales.
Este acto, sin duda, es una de las noticias más importantes en la historia reciente de Colombia, a pesar de que algunos lo consideren engañoso e insignificante y unos cuantos lo tilden de “simbólico”.
Por mi parte, respeto y confío en el trabajo de una organización internacional con suficiente legitimidad como lo es la ONU, quien ha demostrado trabajar efectiva e imparcialmente en la intervención y verificación de acuerdos de paz a lo largo del mundo.
Pero más que eso, confío en que la destrucción del armamento entregado voluntariamente por las Farc será un paso para evitar más muertes en este país que no quiere seguir registrando en las páginas de su historia actos violentos e injustos por una guerra absurda, que finalmente no tuvo ganador ni perdedor.
Será un paso para evitar que regiones como Bojayá, Toribio, San Vicente del Caguan, Turbo, Mitú o Catatumbo no vuelvan a despertar por el sonido de los fusiles o de las granadas de las Farc.
Eso, de por sí, ya es razón suficiente para haber celebrado el día de ayer lo sucedido. Sin embargo, en nuestro país pareció no ser tan relevante, porque la guerra acostumbró a ciertas personas a que la muerte es normal y que salvar vidas no es suficiente. No sé, entonces, qué será suficiente para ellos.
A pesar de esto, me llenó de alivio ver que cientos de personas, y en especial los jóvenes, celebramos el acto en redes sociales bajo el hashtag #AhoraElArmaEsLaPalabra, lo cual me demostró que las generaciones que pronto tomaremos las riendas del país no queremos, nunca más, volver a vivir una guerra como la que nuestros padres, tíos y abuelos tuvieron que soportar por más de medio siglo.
La entrega de armas es un acto que debe motivarnos para empezar a valorar los esfuerzos que tanto la guerrilla, como el gobierno, están haciendo para terminar definitivamente el conflicto que dejó un saldo, según el Centro de Memoria Histórica, de 218.094 muertes.
Es hora de que creamos, de una vez por todas, en nuestro país y que entendamos que con el 60% de las armas en manos de la ONU, por fin se silenciarán los fusiles y finalmente podremos decir: que en paz descanse la dolorosa guerra con las Farc.
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