Ante la incertidumbre extrema, ante la inundación de información que envuelve la profunda crisis que comenzamos a vivir en nuestro país, muchos nos preguntamos: ¿qué camino seguir? Para responder, quiero invitarlos a hacer una reflexión sensata de las consecuencias de esa decisión, y para ello podemos comenzar por las medidas que se han tomado para sortear la coyuntura.
Lo primero es tener claro que la prioridad es la de proteger la vida. Así lo demuestran decisiones difíciles tomadas por el Gobierno, tales como la cuarentena de 33 días, declarada el 25 de marzo y que se alarga hasta el 27 de abril, con “solo” 128 casos de contagio registrados; o la inyección de 4,5 billones de pesos colombianos al sector salud. Actuando sobre dos factores clave: qué tantos contagios se dan en un determinado momento, y qué tan preparados estamos para atenderlos.
Para darnos una idea de este último, el Registro Especial de Prestadores de Servicios de Salud (REPS) muestra que en el país existen 5451 camas en Unidades de Cuidados Intensivos para adultos, lo que revela la urgencia cuando se proyecta que el coronavirus nos lleve a un total de 58.824 hospitalizaciones en 90 días, de las cuales 16.124 deberán pasar por UCI, tal como lo comunica el profesor asociado de la Escuela de Salud Pública (Estados Unidos), Felipe Lobelo, en un informe del 26 de marzo del presente año.
Dicho esto, no podemos dejar a un lado las consecuencias de la pandemia sobre la economía real. Con sectores enteros llevados a detenerse casi completamente, en todos los niveles de la sociedad se presentan reacciones admirables para seguir adelante. Unión más que necesaria cuando las economías latinoamericanas, además de contar con menores recursos que las desarrolladas, también sufren de mayores niveles de pobreza e informalidad.
Los datos del Dane muestran que para el 2018 el porcentaje de personas en situación de pobreza multidimensional fue del 19,6 %. Son estas casi 10 millones de personas las que sufrirán con mayor fuerza las consecuencias de esta crisis, no solo sanitaria sino también económica. En esta dirección el gobierno ya está haciendo esfuerzos, necesarios mas no suficientes, al entregar ingresos a estas familias, a través de programas como Familias en Acción, Jóvenes en acción y Colombia mayor.
Además de cubrir esta base vulnerable, se han tomado medidas drásticas para generar liquidez en el sector privado y evitar una crisis financiera. Tales como las evocadas por el economista Eduardo Lora, en una charla el 2 de abril pasado, con la reducción de la tasa de interés del Banco de la República al 3,75 %, o los programas de repos con títulos públicos y privados para todo tipo de entidades financieras, que buscan llevar sangre al sistema y poder responder a las necesidades de crédito de las empresas y particulares.
Sin embargo, el mismo Eduardo nos da un balance de las medidas tomadas hasta ahora, destacando las falencias en materia de conservación del empleo. Es imperante que el Gobierno dé soporte al sector privado, tomando cargas financieras mientras dure la crisis y evitando cierres. La desaparición de una empresa y la salida de sus empleados no es algo que se recupere de la noche a la mañana. La cultura organizacional, la eficiencia del trabajo producto de la cohesión de los equipos…
En fin, es muy difícil recuperar todo aquello que afecta a la llamada economía real, esa que afectamos con cada una de nuestras decisiones, ese factor humano de la economía. Decisiones que tomamos según nuestros conocimientos, nuestros recursos, nuestras presiones y nuestros miedos.
Es por eso que, ante la pregunta ¿qué camino seguir?, nos invito a seguir el camino que nos lleve a salir de esto más fuertes que nunca, escuchando nuestra conciencia y haciendo lo que nos deje dormir tranquilos: como agente del Gobierno escuchando a los científicos y tomando decisiones argumentadas, como empresario manteniendo a flote al personal buscando acuerdos de crédito y mejorando la productividad de la empresa, como empleado dedicando el tiempo a formarnos mientras no haya actividad y a trabajar en lo que podamos mientras podamos; y sobre todo como familiar, que lo somos todos, teniendo la fortaleza emocional y la solidaridad necesaria ante esta situación compleja que enfrentamos todos por igual.
Estoy de acuerdo con mucho de lo que comentas, Sebastian Ordoñez, sin embargo donde hablas de la reducción en la tasa de interés del Banco de la República, resulta que los bancos tradicionales, que son a los que la gente y las microempresas recurren para sus créditos, por el contrario aumentaron las tasas de interés de los créditos de consumo, lo cual se evidenció por algunos congresistas donde manifiestan lo siguiente: A finales de marzo las tasas de interés eran las siguientes: DAVIVIENDA 18%, COLPATRIA 18,14%, BANCOLOMBIA 18,20% y BANCO DE BOGOTA 17,29%. y a fecha del 10 de Abril las tasas de interés eran: DAVIVIENDA 22,11%, COLPATRIA 20,52%, BANCOLOMBIA 18,88% y BANCO DE BOGOTA 18,33%. Por mas muestras de solidaridad y empata que la ciudadanía realice, no se entiende como el sistema financiero brilla por su ausencia de solidaridad y por la austeridad que manifiestan, a sabiendas que estos créditos son los que para muchas micro y pequeñas empresas permitirían seguir pagando nominas a sus empleados en estos momentos tan críticos. Chiki.
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