Ahora estoy temporalmente retirado de las calles, el estrés y los trancones, permitiéndome un tiempo para dedicarlo a proyectos personales y a escribir todas esas historias que me ocurrieron detrás de un volante durante los diez años que trabajé como conductor de servicio público individual. Historias que recopilé en un libro que espero pronto salga al mercado, porque aunque ya tengo editora, la mala fama de los taxistas me sigue afectando y los directivos piensan que tal vez el proyecto no sea exitoso por la animadversión que en general la gente tiene sobre los que realizamos esta labor en ciudades como Bogotá y en general en todo el país.
Un taxista tiene muchas historias que contar; he tenido que ser testigo de lágrimas, buenas noticias, alegrías, tristezas, despedidas, lecciones de vida que algunos clientes me han dado y hasta alguna vez me enamoré de una pasajera. Es precisamente por eso que he querido compartir con ustedes una de las más de cincuenta historias que escribí. Espero que sea de su total agrado y que pronto puedan tener en sus manos mi trabajo completo, porque se hizo con esfuerzo y dedicación escribiendo muchas veces desde el celular, un café internet, un ipad prestado o el computador de un familiar.
Son diez años que llevo dedicándome a este oficio y paso más tiempo con mis clientes que con mis propios seres queridos en jornadas diarias de catorce horas en promedio. He transportado a muchas mujeres bellas de este país; famosas y no famosas, inalcanzables y otras accesibles, rubias y morenas, jóvenes, maduras, ‘cuchibarbies’, operadas, naturales y hasta trozuditas. Pero quien realmente se robó mi corazón fue una mujer de quien no pienso develar muchos detalles por respeto. Solo ella sabrá que esta historia es suya y ojalá se tope en una de las librerías de este país con estas líneas.
Hice contacto con ella por primera vez como lo hacen casi todos mis pasajeros, en una esquina de la capital donde teníamos que coincidir ese preciso día. Me sacó la mano con un montón de paquetes saliendo de un centro comercial e inicialmente no me llamó la atención físicamente porque soy más de dejarme impresionar por el interior que por la apariencia externa. Tal vez no diría lo mismo si tuviera menos años y las hormonas hirvieran sin control. El caso es que con el diálogo que permitió el trancón, durante más de una hora supe más de la hasta ahora desconocida clienta, quien luego se convertiría en la mayor frustración sentimental de mi vida.
Siempre acostumbro dejar mis datos a los que considero posibles buenos pasajeros que pueden en dado caso volver a utilizar mis servicios, y obvio esa pasajera no fue la excepción; por eso digo que ella fue la culpable de que yo empezará a sentir cosas, ya que inesperadamente volvió a llamar. Esto sin saber que me haría daño con el pasar del tiempo. Muchas veces me atravesaba la ciudad vacío solo por ir a recogerla así perdiera plata en gasolina, lo importante era que no se subiera en otro taxi arriesgando su integridad. Nadie la iba a tratar mejor que yo, nadie iba a ser más diligente en la ruta para llevarla a tiempo a su oficina o a donde ella se le diera la gana. Ni yo mismo sé porque me enamoré porque nunca pasó nada, es como esos amores platónicos que uno cree inalcanzables y que por timidez pero sobre todo por respeto se guarda silencio. Uno siente que hay química debido a todas las cosas que le cuentan y todos los secretos que se develan mientras se va rodando en un carro de servicio público.
En esas no la pasamos más de dos años, años en los cuales compartimos en escenarios diferentes como almorzar, acompañarla a hacer compras, pagarle los servicios de su apartamento, llevarle su perro al veterinario porque ella no tenía tiempo por su trabajo, desvararle su carro porque había dejado las luces prendidas en el parqueadero de la oficina, despincharle la llanta que se había tirado por coger un hueco a gran velocidad, pagarle los impuestos etc. A todo eso estuve dispuesto, tal vez por querer volverme indispensable para ella y obviamente, buscando agradarle siempre. Pero no contaba con que ella podía tener una vida sentimental, es más, nunca le conocí pareja lo que me creaba una falsa seguridad que después me estrellaría de frente con la realidad.
Así fue hasta que una vez me citó muy temprano porque tenía un vuelo a primera hora de la mañana, bueno, por lo menos eso fue lo que me dijo. Pero el destino me tenía preparada tamaña sorpresa ese día al salir el sol. Llegué como siempre puntual y mejor arreglado que de costumbre (siempre que sabía que la iba a recoger me esmeraba aún más en mi presentación personal) y al anunciarme con la portería me indicaron que en cinco minutos bajaría. La respiración se aceleraba, las manos me sudaban mientras yo ensayaba cómo la iba a saludar o qué le iba a decir. Cuando por fin la vi salir del ascensor traía dos grandes maletas a las que no les presté mucha atención porque estaba embelesado con sus labios, a los que siempre admiraba por el retrovisor sin que se diera cuenta.
— Hola Hugo ¿cómo está? viene muy pispo hoy.
– Hola Adriana, siempre será un placer verla ¿esta vez a dónde viajamos?.
– Es largo de contar, vamos avanzando que lo quiero invitar a desayunar para contarle con detalle para dónde me voy.
– Usted manda mi querida señorita, yo honrado con su invitación.
Mientras fuimos dirigiéndonos al sitio que normalmente frecuentábamos cerca del aeropuerto y al que pensé íbamos a entrar, guardó un inusual silencio que me empezó a inquietar porque normalmente ella era muy dicharachera. Cuando de pronto despertó de su letargo y me dijo con voz melancólica.
— Vamos directamente al aeropuerto, allá me acompaña y buscamos que comer mientras esperamos el vuelo. No se preocupe que tiempo tenemos de sobra.
Ya en ese momento y sin saber por qué, me dejé contagiar por ese ambiente triste que pululaba entre los dos. Parqueamos el vehículo y presuroso me dispuse a ayudarle con sus maletas. Ella mientras chateaba, recibía llamadas mientras yo percibía que trataba de contener el llanto; todo era silencio en la fila de la aerolínea donde recibirían el equipaje y le entregarían el pasabordo. Luego de eso yo la seguía detrás sin saber que rumbo dentro del aeropuerto quería tomar, cuando por fin levantó su mirada del celular me dijo:
— ¿Cómo que quiere desayunar?
Con angustia respondí:
— No sé, lo que sea, en realidad lo que yo quiero es saber que es lo que pasa, su cara ya me está asustando.
Ahí fue cuando no pudo contener más el llanto, me tomó de la mano y entramos a un restaurante cualquiera del terminal aéreo. En ese momento yo también quise soltar la lágrima pero sería demasiado evidente si lo hacía, entonces tuve que controlarme conservando la calma mientras ella se decidía a hablar.
Ordenamos el desayuno y de nuevo hubo un largo silencio que hacía que se me hiciera un nudo en la garganta: de pronto escuché un largo suspiro y sentí que clavo su mirada en mi diciendo:
— Hugo, esta es la última vez que nos vemos, este viaje no tiene retorno.
No le pude sostener la mirada mientras una lágrima delataba mi tristeza por la fatal noticia; amarrándome el corazón respondí:
— Pero por qué está triste, dichosa usted que puede salir del país, yo lo más lejos que he llegado es a San Andrés.
— Usted no entiende, es una apuesta que estoy haciendo, es un acto de amor. Dejo a mi familia, a mi tierra, a mis seres queridos entre los cuales mi taxista favorito se logró colar, a mis costumbres, a todo.
Cuando intenté contestarle me interrumpió diciéndome con la mirada que la dejara terminar.
— Me enamoré de un árabe, voy a convertirme al islam, no podré volver a utilizar la ropa que acostumbro, debo tapar mi cara y no puedo volver a mostrar mi cuerpo. Se preguntará entonces si esto me entristece para que acepto las condiciones. Él es una persona buena, me trata muy bien, nadie me había tratado así y yo soy complicada en el amor, no me ha ido bien hasta el momento y quiero apostarle a esto así renuncie a las costumbres de mi país. Pero venga, no llore que es más duro para mi, alégrese por su pasajera estrella y ore porque me vaya bien. ¿no cree?
Después de enterarme de la mala noticia y ya sin pena entregado al llanto respondí:
— ¿A quién le rezo? ¿ A Jesús o a Alá?
— Ay Hugo no me haga esto, mire que yo quiero irme en paz con todo el mundo y usted fue muy importante en mi vida, fue de gran ayuda y siento que dejo a un gran amigo.
Lo que ella no sabía era que estaba dejando con el corazón destrozado a un gran admirador, a su fiel servidor pero sobre todo a un hombre que la amaba en silencio y que por respeto y simple cobardía jamás se había atrevido a decirle nada. No me gusta demostrar debilidad en público pero ese momento era más fuerte que mi dignidad, parecía que el que se fuera a poner la burka para siempre fuera yo. Estaba inconsolable pero lo peor era que no podía decir por qué; ella tuvo que ofrecerme un servilleta para secar mis lágrimas y cuando finalmente pude hablar angustiosamente traté de justificar mi reacción diciendo:
— No se preocupe señorita, esto no es la primera vez que me pasa, soy de pocos amigos pero me apego mucho a las personas, soy bastante paternalista y el hecho de que usted se vaya me entristece demasiado. Mas sabiendo en las condiciones que lo hace y con la incertidumbre de saber si le va a ir bien, si será bien tratada, respetada y sobre todo si la van a hacer feliz.
No sé qué produjeron mis palabras pero intempestivamente se acercó como queriendo abrazarme pero sorpresivamente me tomó de la cara y me dio un beso en la boca que me dejó fuera de base.
— No diga nada Hugo, solo quería hacerlo, es mi forma de agradecer lo caballeroso que ha sido conmigo, es mi regalo de despedida; ojalá encuentre algún día a su media naranja.
Enseguida miró el reloj, pidió la cuenta y salimos del lugar hacía la puerta de salidas internacionales. En ese momento mis lágrimas habían cesado, tuve 30 segundos de gloria para recordar toda la vida.
Cuando por fin llegamos al sitio donde nos teníamos que separar nos fundimos en un fuerte abrazo que todavía recuerdo; me quedé mirándola hasta que se perdió en la multitud y me quedé otro rato como esperando a que se devolviera pero eso nunca sucedió. Salí lentamente, como que me pesaban los pies, prendí un cigarrillo y con rabia dije en voz alta:
¡Me la robó un «jabuta»!!!
Que buen articulo! no pare de leer … me dio hasta nervios saber que pasaba jjejeje
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El libro incluirá anécdotas de paseos millonarios? Así como la primera vez que se le puso el muñeco al taxímetro?
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Recuerdo una historia similar con una amiga, también decía lo mismo, «ningún hombre me ha tratado como el árabe» pero eso le duró hasta que se fue para el país de el, de ahí en adelante no supimos de ella durante unos 3 años, hasta que se le pudo volar y nos contó una historia de maltrato, abusos y vejaciones, quizá la recupere, pero para esa época sera lo que los gringos llamarán «mercancía dañada» vendrá arrepentida, cansada de los hombres y demás, pocas colombianas pegan con los árabes y musulmanes en general.
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La vida real es más impactante que las telenovelas. Tierna la historia.
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Una historia muy normal.No valia la pena.Este taxista deberia estar agradecido que esa mujer se fue bien lejos.Ella no estaba enamorada de ninguno,simplemente eligio al arabe por que le garantizaba un buen futuro economico,el taxista no.Lo que son capaces de hacer ciertas personas por el dinero,cambiar su patria,su cultura,su religion,su idioma,sus familias y su taxista favorito para irse a engañar sus propios sentimientos.
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Me encantó el relato. Siempre he pensado que los taxistas deberian escibir libros complrtos sobre las historias que viven, ven o escuchan. Ojalá le publiquen su libro! Me quedé fue pensando en la mujer…será realmente feliz ahora que anda cubierta hasta la cabeza y caminando seguramente detrás de su – también seguramentr- millonario marido árabe?
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¡Excelente! Por supuesto que compraría el libro, ser taxista no es ninguna degradación o subnivel.
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Esas situaciones así son bastante incómodas, al igual que lo de la «friend zone». Definitivamente a las mujeres no les es suficiente con que las traten bien.
Yo creo que ahí era obvio que ella sabía que algo estaba pasando, o sino ¿por qué le dio el beso al final? Tal vez también sentía algo importante por él, pero fue más grande su ambición.
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Su narración es libre y acertada, felicitaciones. Tiene errores gramaticales y de puntuación: estos se corrigen con un editor. Me pregunto: ¿qué significa jabuta?
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Que historia tan triste, pero es verdad las mujeres ni apreciamos a los hombres caballerosos.
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Buena historia hermano, ojala salga pronto el libro para poder disfrutar de esas aventuras. Cuente con un lector mas.
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Buena historia, pero mira…. lo que a ti te pasó es lo que pasa en muchas ocasiones por el miedo que tienen los hombres a recibir un NO como respuesta…. sin entender que al final, ella se lo pierde…
Bueno, igual corriste con suerte, te besó!
Éxitos con tu libro…
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Si es cierta la historia solo queda decirle que tiene razón: por cobarde perdió un amor. De hecho, ‘hombre flojo no consigue mujer bonita’. Por demás, o mejora su ortografía, puntuación y uso de giros idiomáticos, o corre el riesgo de ser un escritor mediocre. Ojalá la crítica no lo torne en soberbio.
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El que no hace los goles los ve hacer. Te métieron tu gol compadre.
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ZzZzZzZzzZzZZZZZzzzzzZz
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Shut Up and Take my money!! Que buena entrada amigo, lo felicito por el libro y espero poder comprarlo. Saludos.
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