Racismo, religión, xenofobia… pasan los años y la tolerancia no aparece
Después de muchos años de lectura finalmente leí ‘Matar a un ruiseñor’ de Harper Lee. Solo puedo decir: ¡Gracias!
Conocía la historia del libro, había visto la película de 1962 protagonizada por Gregory Peck, conocía algo de la vida de la escritora gracias a su cercanía con Truman Capote, pero nunca había leído el libro. Finalmente llegó a mis manos, gracias a los buenos comentarios de mi amiga Silvia, y no pudo ser en mejor momento.
La historia es contada por Jean Louise (mejor conocida como Scout), una niña de 9 años que vive en la década de los 30 en el sur de Estados Unidos. Tiempo y lugar lleno de racismo. El padre de Scout es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de violar a una joven blanca. Parece otra historia más de lucha contra la discriminación, pero está tan bien escrita y es tan humana que la vuelve única. Por algo la asociación de bibliotecarios de Estados Unidos la nombró la mejor novela del siglo XX.
El argumento es fascinante, al comenzar a leer uno no quiere parar y quiere saber qué va a pasar. Pero lo que a mí me conmovió fue Atticus Finch, este padre de familia viudo con un sentido de la vida con el cual me identifico. Y me identifico porque me recuerda a mi propio padre, me recuerda su forma de pensar, de actuar, su sentido de la vida.
Tengo miles de defectos, soy poco confiable en muchos aspectos y me equivoco con demasiada frecuencia, pero algo bueno tengo (era lo mínimo) y eso es la tolerancia: el poder respetar los pensamientos y decisiones de los demás, el poder encontrar lo mejor de las personas pese a las malas situaciones. Y esto se lo debo a mi educación y definitivamente a mi papá. Y se identifica plenamente con lo que dice Atticus.
“Sin duda, tienen derecho a pensar eso, y tienen derecho a que se les muestre todo el respeto por sus opiniones (…)”, esta afirmación del señor Finch resume a la perfección lo que quiero decir.
Y leyendo el siguiente aparte recordaba de inmediato mi adolescencia en Popayán, me veía sentado escuchando a mi papá, cuya mayor premisa siempre ha sido ser feliz sin pasar por encima de nadie y respetando las virtudes y defectos de los demás.
“No, todo el mundo tiene que aprender, nadie nace sabiendo. Ese Walter es todo lo inteligente que puede, tan solo va retrasado algunas veces porque tiene que quedarse y ayudar a su papá. No le pasa nada. No, Jem, creo que solo hay un tipo de personas: las personas”.
Tras ‘recaer’ en Dostoievski y volver a caer en la idea de que lo peor de la humanidad es el hombre, este libro vuelve a llenarme de esperanza y me obliga a agregarle a esta idea que también somos lo mejor. Solo es cuestión de encontrar los aspectos buenos y de ser positivo.
“You may say I’m a dreamer
But I’m not the only one
I hope someday you will join us
And the world will be as one”
Escribe el inolvidable John Lennon en su canción ‘Imagine’, y sí podré ser un soñador, pero no soy el único y eso es lo importante… ¿o no, Diana Paola?
Volviendo al libro y al problema de la intolerancia, me parece irreal que la historia del libro se repita una y otra vez. En 1930 era el racismo en EE. UU., después la persecución a los judíos. A través de los años la lucha por seguir al dizque Dios verdadero. En pleno 2015 vemos casos impensados de xenofobia en Europa. En Estados Unidos Trump gana adeptos hablando mal de los hispanos y como para rematar nos odiamos por una camiseta deportiva… pasan los años y siempre encontramos una forma de ser intolerantes y llegar al extremo de matar y acabar con culturas simplemente porque no piensan como uno. ¡Parece irreal!
Pero hay actos que lo llenan a uno de esperanza, que lo reconcilian con la humanidad… actos que te recuerdan que somos lo peor, pero cuando llega la luz somos lo mejor
“Y ellos lo perseguían, pero nunca podían atraparlo porque no sabían qué aspecto tenía, y, Atticus, cuando finalmente lo vieron, resulta que él no había hecho ninguna de esas cosas… Atticus, él era bueno en realidad…” “(…) La mayoría de las personas lo son, Scout, cuando finalmente las ves”.
Hay una especie de segunda parte de este libro ‘Ve y pon un centinela’, el cual espero leer pronto. Mientras tanto los invito a leer o releer ‘Matar a un ruiseñor’, seguro les sorprenderá y los hará pensar.
@digonar
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